Parte III

130 21 0
                                    

Los días posteriores al Gran Premio de Canadá transcurrieron como un borrón. Fernando y Lance mantenían su rutina, compitiendo al máximo nivel mientras su relación permanecía oculta en las sombras. Sin embargo, la tensión era palpable. Los gestos se volvían más medidos, y cada interacción en público estaba teñida por el miedo de ser descubiertos. Lawrence Stroll, siempre atento a cada detalle dentro del equipo, empezaba a mostrarse más inquisitivo. Parecía estar observando con lupa cada movimiento de su hijo y de Fernando.

Tras un agitado fin de semana en Canadá, donde ambos pilotos habían conseguido buenos resultados, en hora buena para los Stroll.
Todo era felicidad hasta que Lawrence los convocó a una reunión. Fue una de esas reuniones improvisadas, sin mucho aviso, que hacía que cualquier piloto sintiera un nudo en el estómago. Fernando sabía que algo no estaba bien.

Se encontraron en una lujosa sala del motorhome de Aston Martin. Lawrence los esperaba con los brazos cruzados y una expresión severa. El ambiente era denso. Fernando y Lance intercambiaron una mirada rápida, intentando mantener la calma, aunque ambos sabían que aquello no era solo una charla técnica sobre la carrera.

—Quiero hablar con ustedes dos —dijo Lawrence, sin rodeos. Su tono era frío y directo—. Algo me preocupa, y quiero que me respondan con sinceridad.

Fernando mantuvo su postura, su rostro endurecido tras años de lidiar con la presión de ser uno de los mejores pilotos del mundo. Lance, sin embargo, no podía ocultar su nerviosismo, y Lawrence lo notó de inmediato.

—Lance, últimamente no pareces concentrado —continuó Lawrence, clavando su mirada en su hijo—. Me has dado respuestas vagas cuando te pregunto por tus entrenamientos, y noto que algo te está distrayendo. Y Fernando, tú eres parte de esto.

Fernando sintió cómo su corazón se aceleraba, pero logró no mostrar ninguna reacción externa.

—¿Parte de qué? —preguntó Fernando, manteniendo la calma. Sabía que no podían perder sus sentidos en ese momento.

Lawrence miró a ambos con los ojos entrecerrados, como si estuviera evaluando cada movimiento, cada gesto.

—No soy tonto. Sé que hay algo más entre ustedes que una simple relación de compañeros de equipo —declaró Lawrence, dejando que sus palabras colgaran en el aire, pesadas, casi como una acusación.

Lance abrió la boca para hablar, pero Fernando lo detuvo con una ligera sacudida de cabeza. No podían actuar impulsivamente.

—Somos compañeros —respondió Fernando, sin vacilar—. Mi trabajo es asegurarme de que el equipo funcione de la mejor manera posible. Y eso incluye ayudar a Lance a crecer como piloto.

Lawrence no parecía satisfecho con esa respuesta. Se levantó de su asiento y caminó de un lado a otro de la habitación, sus ojos oscuros nunca alejándose de los dos pilotos.

—Fernando, sé cómo eres en la pista, pero también fuera de ella. Eres astuto. Te contraté por tu experiencia y porque sé que eres uno de los mejores. Pero también conozco tu historial. No quiero ningún tipo de... distracción innecesaria para Lance. Él es el futuro de este equipo.

Lance apretó los puños, intentando contenerse. Sabía que su padre lo veía como una extensión de su ambición, y no como un hombre capaz de tomar sus propias decisiones. Sin embargo, si hablaba ahora, podría empeorar las cosas.

—Lawrence —interrumpió Fernando, levantándose lentamente—. Nunca haría nada que perjudicara a este equipo o a Lance. Ambos estamos comprometidos con el éxito de Aston Martin. Si hubiera algún tipo de distracción, seríamos los primeros en apartarnos de ella.

Las palabras de Fernando eran calculadas, precisas, como una maniobra en una curva peligrosa. Pero Lawrence no parecía del todo convencido. Su mirada se suavizó apenas, pero seguía desconfiando.

—Espero que sea así —dijo finalmente Lawrence, en un tono más bajo, pero aún firme—. Porque no dudaré en tomar medidas si veo que algo afecta el rendimiento de Lance o del equipo. No me importa si eres dos veces campeón del mundo, Fernando. Si te conviertes en un problema, te marchas.

La amenaza era clara. Fernando asintió, aunque por dentro sentía una ola de indignación. No era miedo, era rabia contenida por el hecho de que su relación con Lance estuviera siendo reducida a una simple "distracción".

—No será necesario, Lawrence —respondió con una calma que le costó mantener—. Confía en nosotros.

Lawrence los miró una última vez antes de salir de la sala, dejándolos solos con el eco de sus palabras. El silencio que quedó fue casi insoportable. Lance, quien hasta ese momento había estado conteniendo su frustración, finalmente explotó.

—¡No puede tratarnos así! —dijo con furia contenida, su voz temblando—. No puede decidir lo que hacemos fuera de la pista, ambos somos adultos...

Fernando lo miró con tristeza, sabiendo que la realidad era mucho más complicada. Lawrence Stroll no solo era el padre de Lance, era el dueño del equipo y, en muchos aspectos, controlaba su destino. Cualquier decisión que tomara tendría consecuencias, no solo para Fernando, sino también para la carrera de Lance.

—Lo sé, Lance, pero... por ahora tenemos que ser más cuidadosos. No podemos darle una razón para separarnos, ni en la pista ni fuera de ella.

Lance cerró los ojos, intentando contener las lágrimas de frustración. Había soportado toda su vida viviendo bajo la sombra de su padre, y ahora esa misma sombra amenazaba lo único que realmente le importaba más allá de las carreras.

—Nando, no sé cuánto más puedo soportar esto —dijo, con la voz entrecortada—. Siento que siempre estamos a un paso de ser descubiertos, y estoy harto de tener que ocultarnos.

Fernando se acercó a él, tomando sus manos con fuerza, como un ancla en medio de la tormenta.

—No sé cómo va a terminar esto, pequeño—admitió, mirándolo directamente a los ojos— pero te prometo que no me iré a ningún lado. Si tenemos que enfrentarnos a él, lo haremos juntos. Y si perdemos, que sea peleando por lo que queremos.

Lance lo miró, sus ojos brillando con una mezcla de tristeza y esperanza. Sabía que Fernando tenía razón. No podían seguir escondiéndose para siempre. Pero también sabían que la tormenta que se avecinaba sería devastadora si se descubrían. Lawrence no era un hombre que perdonara fácilmente.

Pero mientras estuvieran juntos, estaban dispuestos a enfrentarse a todo.

𝙎𝙚𝙘𝙧𝙚𝙩 ೃ࿔𝘚𝘵𝘳𝘰𝘭𝘭𝘰𝘯𝘴𝘰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora