Parte II

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La temporada continuaba, y con cada carrera, el secreto entre Fernando y Lance se volvía más difícil de mantener. Las miradas cómplices se transformaban en breves sonrisas que debían reprimir frente a las cámaras. Las horas compartidas en las salas de ingeniería se hacían eternas, deseando poder estar juntos fuera de la presión constante del equipo, de los medios, y, sobre todo, del ojo vigilante de Lawrence Stroll.

Una noche, tras la clasificación para el Gran Premio de Canadá, la tensión finalmente los alcanzó. Tomando en cuenta que estaban en la carrera en casa de los Stroll. El paddock estaba vacío. La mayoría del personal de Aston Martin se había retirado a sus hoteles, agotados después de un largo día en la pista. Fernando y Lance, como siempre, tuvieron que fingir que se despedían con normalidad, como compañeros de equipo. Pero cuando las luces se apagaron y las cámaras dejaron de grabar, ambos sabían lo que ocurriría después.

Fernando había alquilado un pequeño apartamento cerca de la costa de Canadá, lejos de las miradas curiosas. Era su refugio secreto, el único lugar donde podían bajar la guardia. Esa noche, Lance llegó cubierto por una gorra y una chaqueta, su rostro oculto bajo la sombra. Cuando cerró la puerta detrás de él, dejó caer el disfraz, revelando el agotamiento y la ansiedad que había llevado durante todo el día.

—Casi nos descubren hoy —dijo Lance, dejándose caer en el sofá y un puchero en sus labios. La preocupación marcaba cada línea de su rostro.

—¿Qué pasó? —Fernando se acercó y se sentó a su lado, su mano instintivamente buscando la de Lance. Lo acercó a él, abrazando protectoramente al canadiense. A solas, no necesitaban fingir.

—Mi padre... Me hizo demasiadas preguntas sobre nosotros. No sobre el equipo, no sobre las carreras... —Lance exhaló con frustración—. Me preguntó por qué pasamos tanto tiempo juntos. Dijo que se está empezando a dar cuenta de que hay algo raro.

Fernando frunció el ceño. Sabía que este momento llegaría, pero no esperaba que fuera tan pronto.

—¿Y qué le dijiste?

Lance lo miró directamente, su expresión sombría.

—Lo negué todo, obviamente. Pero no es tonto, Nando. Él lo sabe, o al menos lo sospecha.

Fernando bajó la mirada. A pesar de su experiencia y su templanza como piloto, en ese momento se sentía vulnerable, incapaz de controlar lo que ocurría fuera de la pista. Lawrence Stroll no era solo el dueño del equipo, era un hombre implacable, capaz de tomar cualquier decisión sin pestañear si sentía que algo amenazaba el éxito de su hijo o de su equipo.

—Esto no puede seguir así para siempre —dijo Lance, su voz apenas un susurro. Sabía que decirlo en voz alta lo hacía más real, más inminente.

Fernando lo miró, sus ojos buscando una solución, algo que dijera que todo saldría bien, pero incluso él sabía que las cosas se estaban desmoronando.

—Tú... ¿Quieres que lo dejemos? —preguntó Fernando, aunque las palabras le costaron salir.

Lance negó rápidamente con la cabeza, acercándose a él.

—¡No! No quiero eso. Pero... necesito saber qué haremos cuando mi padre lo descubra de verdad. Porque va a pasar, Fernando. Y cuando pase, tengo miedo de lo que pueda hacerte.

—¿Y a ti? —replicó Fernando, con una chispa de preocupación en la voz—. También hará algo contigo. No se quedará solo en mi despido. Hará que te elijan a ti o a mi, y no quiero que tu padre te perjudique, para mi eres lo más importante, pequeño.

Lance bajó la cabeza, en silencio, sabiendo que esa era la cruda realidad. Él era su hijo, pero también era su proyecto. A ojos de Lawrence, Lance debía ser el futuro campeón del mundo, alguien moldeado a su imagen. Fernando sabía que Lance no podía simplemente abandonar el equipo, ni mucho menos enfrentarse a su padre abiertamente. Eso los pondría a ambos en una posición extremadamente delicada.

El silencio se prolongó, solo roto por el suave zumbido del aire acondicionado del pequeño apartamento.

Finalmente, Lance habló, con un tono más decidido.

—Si me pide elegir, no me importa lo que cueste. No puedo dejar que tome las decisiones sobre mi vida personal. He pasado demasiado tiempo siendo solo lo que él quería que fuera. Esto es mío, Fernando. Tú... eres lo único que siento que realmente he elegido.

Fernando lo miró sorprendido, y un pequeño destello de orgullo y admiración brilló en sus ojos. Lance había crecido más de lo que él imaginaba. Había dejado de ser el chico mimado de papá para convertirse en un hombre dispuesto a luchar por lo que quería, a pesar de las consecuencias.

—Lance... —Fernando susurró, tomando el rostro de Lance entre sus manos, dejando un pequeño beso en su frente y labios—. No sé cómo terminará todo esto, pero estoy contigo. No importa lo que pase, no te dejaré solo, corazón.

Lance cerró los ojos por un momento, respirando profundamente, saboreando ese pequeño instante de tranquilidad antes de que el mundo volviera a girar en su contra.

—¿Crees que podamos mantenerlo por más tiempo? —preguntó Lance con una mezcla de esperanza y duda.

Fernando sonrió, aunque con una tristeza latente.

—Lo intentaremos. Y si no, enfrentaremos las consecuencias juntos.

Ambos sabían que el día en que Lawrence Stroll descubriría la verdad estaba cada vez más cerca. Pero en ese momento, bajo el suave resplandor del sol de Canadá, todo lo demás desapareció. Solo quedaban ellos dos, en su pequeño mundo apartado del rugido de los motores, de las cámaras, y de las reglas implacables de la Fórmula 1.

Un amor prohibido que vivía en la sombra, pero que para ellos, valía la pena mantener.

𝙎𝙚𝙘𝙧𝙚𝙩 ೃ࿔𝘚𝘵𝘳𝘰𝘭𝘭𝘰𝘯𝘴𝘰Donde viven las historias. Descúbrelo ahora