Casual (Parte 1/5)

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Prompt: después de otra cita fallida, Lucero recibe un choque de realidad de Mijares y ella termina considerando intentar algo nuevo.

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Lucero soltó un suspiro al finalmente llegar a casa. Está tan cansada que apenas tiene fuerzas para hurgar en el caos que siempre es el interior de su bolso en busca de las llaves de la puerta, y en ese momento, se maldice por quinta vez esa noche. ¿Por qué no siguió el consejo de su hermano y puso una cerradura electrónica con huella digital?

Se contiene para no llorar, sintiéndose tonta por ello. Ya ha tenido días peores, más cansados y definitivamente más desastrosos. Entonces, ¿por qué demonios el hecho de que su cita con el hombre de quien sus amigas hablaban maravillas no haya funcionado la estaba afectando tanto? Ella era Lucero Hogaza León, por Dios, él debería haberse sentido honrado de tener la oportunidad de pasar un tiempo con ella y no ella sentirse rechazada porque simplemente fue horrible de principio a fin. ¿Acaso había perdido la habilidad de coquetear? Pero siempre fue tan buena en eso, en el juego, en la seducción, en las miradas. ¿Qué estaba pasando con ella últimamente?

Tal vez se estaba volviendo vieja y la edad ahora estaba pesando sobre su encanto. Tal vez ya no era tan bonita como en su juventud y las arrugas alrededor de sus ojos estaban alejando a los hombres. Cuando finalmente encontró la maldita llave y entró en la casa, se detuvo un momento frente al espejito del pasillo, colgado al lado del perchero, y se miró, observando atentamente cada línea fina que marcaba su rostro. Sintió un nudo en el corazón al darse cuenta de que los años, de hecho, estaban dejando sus marcas. La inseguridad la invadió por un momento, y se preguntó si los hombres aún la veían como una mujer atractiva o simplemente como alguien que ya tuvo sus días de gloria.

"¿Lucerito?" La voz de Mijares, acercándose, la sacó de su trance como una luz que se enciende en una habitación oscura.

"¿Pasó algo?" preguntaron al mismo tiempo, soltando una risita enseguida.

"Tú primero," dijo Mijares, apoyándose en la pared del pasillo.

"No," respondió Lucero, sacudiendo la cabeza. "Habla tú... bueno," su voz falló un poco, y desvió la mirada. "¿Qué haces aquí en casa?"

"Acabo de dejar a nuestra hija en el teatro, pero esa cosita linda olvidó su bolso, ¿puedes creerlo?" dijo con sarcasmo. "Dijo que lo dejó encima del sofá, pero yo... Lucero, ¿estás bien?"

Lucero soltó un soplo de aire, su labio inferior temblando. "Solo, humm... ¿recuerdas a ese tipo del que te hablé? No funcionó." Intentó forzar una sonrisa, pero no llegó a sus ojos.

Mijares soltó un suspiro, acercándose con cuidado. "Él... ¿hizo algo?" preguntó, ligeramente preocupado por su estado.

"No. En realidad, creo que ese fue el problema," rió sin humor. "No hizo absolutamente nada."

"Para todo hay una primera vez. Acabas de tener una primera cita con un hombre gay," comentó Mijares sin filtro alguno, y Lucero casi se atragantó con su propia saliva.

"¡Mijares!" exclamó, golpeándolo con el bolso en el hombro.

"Mira, con todo respeto, si un tipo sale contigo y no hace nada, o es la persona más respetuosa del planeta Tierra o es gay. No hay otra opción."

Ella soltó una risita, la primera de esa noche. "Deja de ser bobo," Lucero humedeció sus labios, sus ojos volviendo a mirar su reflejo en el espejito.

"Ey, no te pongas así. Si hay algo en el mundo que no le falta a una mujer bonita como tú, es hombre," Mijares volvió a bromear. "¿Qué vas a hacer ahora?"

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