Come correct

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Una cortina de lluvia se cernía sobre Ícaro una vez más, ahora bajo un cielo matutino. La incansable marcha de las multitudes sobre el asfalto competía con la persistente voluntad de la lluvia, que tras unos momentos comenzó a amainar, dejando un tenue eco de gotas en el suelo. Este se mezclaba con el apresurado caminar de una figura en particular: un hombre que intentaba ajustar su corbata mientras refunfuñaba en su trayecto.

Recoil se encontraba llegando a la sede de Crimson Dot; terminó de acomodar su traje para lucir lo más presentable posible.

-¿Pantalones y saco gris con una camisa roja? -pensó, mientras ajustaba los puños de las mangas-. Soy un maldito tiro al blanco con patas. ¿Y los guantes descubiertos para qué?

Cuanto más analizaba el código de vestimenta, más se irritaba. Pero su mente siempre regresaba a la misma pregunta: ¿por qué pagar la deuda trabajando para la misma organización? La interrogante le daba vueltas en la cabeza sin hallar una respuesta satisfactoria. Tal vez, con el tiempo, pensó, podría llenar algunos vacíos.

Sacudiendo esos pensamientos, Recoil decidió entrar al edificio. Sin embargo, cuando posó su mano en la agarradera de la puerta principal, esta no se movió, y un pitido agudo resonó. Al observar con más detenimiento, notó que la puerta requería acceso mediante huella dactilar autorizada.

-Me lleva la pu...

-Parece que no te han dado acceso -interrumpió una voz tranquila que contrastaba con la ira creciente de Recoil. El hombre de la granada de la noche anterior, Sebastián, se aproximaba con una sonrisa relajada-. Vamos, no te preocupes. Le diré a Galatea que agregue tus biométricas.

Recoil suspiró, expresando una mezcla de fastidio y resignación mientras seguía a Sebastián al interior del edificio. Notó que la atmósfera era distinta a la de aquella noche; tal vez él mismo había provocado el ajetreo, o tal vez el ambiente cambiaba según la hora.

Mientras recorría cada rincón y puerta con la mirada, Recoil se sumergió en un análisis detallado del lugar, sus ojos ámbar brillantes escaneando las esquinas más oscuras. Pero entonces algo captó su atención.

-Oye, ¿por qué no llevas tu traje? -preguntó, girándose hacia Sebastián.

-Tenemos vestidores aquí. Dejas tus trajes en tu casillero y te cambias al llegar. Solo los sacas para lavarlos y plancharlos -respondió Sebastián con su habitual sonrisa.

-Vaya, son muy diligentes -murmuró Recoil con una mueca mientras seguía caminando.

Tras un breve recorrido por los pasillos, ambos entraron a una sala con varios asientos y escritorios ocupados por empleados, todos atentos a un monitor que cubría la pared. Parecía una sala de operaciones y asignaciones, dedujo Recoil al escuchar las tareas que cada uno tenía asignadas.

El chico agresivo de la noche anterior, Lex, estaba allí, al igual que Jesse. Los demás se retiraron, dejando a esos cuatro en la habitación. El ambiente incómodo era palpable; aunque Sebastián intentaba mantener la cordialidad, no era suficiente para aliviar la tensión.

De nuevo, la atención de Recoil se centró en los trajes. Los otros tres llevaban pantalones y sacos negros azabache con camisas carmesí, mientras que él destacaba en su gris y bermellón.

Con cierta ingenuidad, tocó el hombro de Sebastián para llamar su atención.

-Así se distingue a los pasantes de los empleados regulares. Con el tiempo te darán un traje como el nuestro, así que tranquilo.

-No es que me emocione vestirme con su bandera, pero no creo que destacar sea una buena idea -respondió Recoil, contemplando su atuendo.

-Siempre puedes renunciar -intervino Jesse sin levantar la vista de su teléfono, su tono frío y distante.

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⏰ Última actualización: Sep 28 ⏰

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Carmesí NeónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora