En un lugar sombrío y desconocido me encuentro, las sombras se alargan y la bruma lo cubre todo. Las figuras me observan, sus rostros pálidos y vacíos como espejos rotos. Soy nueva aquí, y el frío que envuelve este sitio extraño me hace anhelar mi hogar perdido. Extraño mi pueblo, donde las calles no susurraban secretos y los ojos no escondían la oscuridad.
Hoy cumplo 14 años, pero la alegría se desvanece entre las tinieblas que rodean este nuevo lugar. Mi padre, silencioso como siempre, me lleva al mercado, un espacio vasto y desconocido, donde las sombras parecen acechar entre los pasillos. Allí, bajo la luz parpadeante, veo una computadora de juguete, un objeto tan fuera de lugar que parece burlarse de mi desconcierto.
El agua me asusta, pero no más que la soledad. Entonces, una niña de mirada espectral aparece entre la bruma. Su nombre es Carlota, y su voz, suave como un susurro del viento, me calma. Me promete que no estaré sola, que aquí, entre el polvo de este lugar sin alma, podré encontrar un refugio. Nos hacemos amigas, las mejores, unidas por el vacío que compartimos. Juntas, recorremos la ciudad. Vemos una catedral antigua, cuyas gárgolas nos observan con ojos fríos y hambrientos. No es lo de antes, pero con Carlota a mi lado, la soledad parece desvanecerse por un instante.
Aunque el anhelo por mi hogar me consume, hay algo en Carlota que me mantiene anclada. Algo oscuro, pero cálido, como el abrazo de una noche interminable. En este rincón perdido de Buenos Aires, he encontrado una amiga, y mi corazón, aunque herido, siente una chispa de calidez que me recuerda que no estoy completamente sola.
Nos aventuramos una noche al bosque oscuro y profundo, donde los árboles se alzaban como sombras retorcidas bajo la luna. Allí, un árbol antiguo, cuyas ramas parecían aferrar el cielo mismo, ocultaba una puerta tallada en su tronco. La madera crujía bajo nuestras manos mientras nos atrevíamos a entrar. La oscuridad nos rodeaba, pero con Carlota a mi lado, el miedo se volvía una sombra distante.
Un anciano de rostro demacrado apareció, ofreciéndonos una manzana. Al morderla, el sabor era agrio, pero había algo en ella que resonaba en lo profundo de mi ser. Nos enseñó que el temor puede ser superado, que la magia reside en los rincones más oscuros del corazón. Pero también aprendimos que no todas las puertas deberían abrirse, y no todas las promesas llevan a la luz.
Pasaron los años. Carlota desapareció una noche, sin dejar rastro. La puerta nunca se volvió a abrir, y yo me quedé sola en la vasta oscuridad, buscando una sombra que nunca regresaría.
Ahora, anciana y cansada, aún la siento a mi lado, como un eco lejano que nunca se desvanece. Mi amiga, perdida en algún lugar entre los mundos, sigue viva en mi memoria. Y aunque la oscuridad me envuelve cada día, sé que Carlota, con su sonrisa enigmática y su mirada espectral, estará conmigo hasta el final, cuando nuestras sombras se unan de nuevo en el último trayecto.
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Susurros de lo Olvidado: Relatos desde las Sombras
HororAntiguos relatos, polvorientos y olvidados, que se remontan a tiempos oscuros, mucho antes de 2014, han permanecido sepultados en el silencio. Algunas de estas historias, concebidas para concursos que jamás vieron su participación, se desvanecieron...