Capítulo 01: Habitación compartida.

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Doyoung ajustó sus lentes con un suspiro apenas audible, sentado en el borde de su cama perfectamente ordenada. El lado derecho de la habitación, su lado, brillaba de limpieza y organización. Cada libro, cada prenda de ropa, cada pequeño detalle estaba en su lugar. Sin duda alguna sus compañeros podrían decir que esa era una habitación digna de Kim Dongyoung. Todo era felicidad hasta que sus ojos captaron el lado izquierdo, o como él solía decir, el caos encarnado.

Ropa arrugada yacía sobre la silla junto al escritorio, donde una vez hubo espacio para estudiar (increible, ¿no?), ahora había una mezcla aleatoria de objetos: una pelota de baloncesto maltratada, una botella de agua vacía y varios papeles arrugados que no parecían tener propósito alguno, igual que su creador. Las cortinas estaban torcidas, como si John las hubiera tirado de manera descuidada al abrir la ventana.

Doyoung reprimió el impulso de levantarse y corregir todo aquello. "No me corresponde", se recordó. Aún así, no pudo evitar sentir una punzada de irritación al ver la ropa interior de John abandonada en medio de la habitación.

La puerta se abrió de golpe, y ahí estaba él. John entró como si la habitación le perteneciera por completo, con su cabello castaño despeinado cayendo sobre su frente y una sonrisa perezosa en los labios. Ignoró completamente a Doyoung, como siempre hacía, y lanzó su mochila al suelo, dejando que los cuadernos y bolígrafos se desparramaran por todas partes.

—¿Sabes? —comenzó Doyoung, sin poder contenerse más. —Siempre me pregunté si realmente vives bajo algún concepto básico de orden o si disfrutas del caos que creas.

John lo miró, una chispa burlona en sus ojos oscuros, pero no dijo nada al principio. En lugar de eso, pateó su ropa interior bajo la cama y se dejó caer en la silla, girándola despreocupadamente hacia Doyoung.

—Relájate —respondió finalmente, apoyando los pies sobre el escritorio. —Si tanto te molesta, siempre puedes mudarte a la oficina del consejo estudiantil y dejar esta habitación a los mortales.

Doyoung no se molestó en mirarlo. Ya conocía de memoria esa actitud desafiante, esa manera en la que John siempre intentaba provocarlo, como si supiera exactamente qué cuerdas tocar para desatar su paciencia.

Pero él no iba a caer en el juego. No esta vez.

—Sería difícil mudarme si estoy demasiado ocupado arreglando los desastres que dejas en nuestro espacio —respondió con tono seco, levantándose con una elegancia calculada. Caminó hacia la ventana, enderezando las cortinas sin mirar a John directamente. —Pero entiendo que el concepto de responsabilidad te resulte ajeno.

El castaño soltó una risa suave, pero había algo en sus ojos que mostraba más que simple diversión. Tal vez era la forma en que sus labios se torcieron ligeramente, o cómo su postura se tensó por un breve momento.

—Responsabilidad —repitió John, su tono burlón. —Claro, porque ser el capitán del equipo de baloncesto no cuenta como una, ¿verdad? Me olvidaba de que la única forma de ser "responsable" es corriendo detrás de Irene como si fuera su mascota.

Doyoung apretó los dientes, pero no se giró. Había aprendido a esperar ese tipo de respuestas.

Para John, todo era un juego.

El silencio se instaló entre ellos, lleno de esa incomodidad habitual. La tensión era constante, pero rara vez estallaba. Doyoung prefería evitar confrontaciones directas, algo que John parecía disfrutar. Era como una guerra sutil que se desarrollaba en cada rincón de esa habitación compartida.

Ninguno quería ceder, ninguno quería perder.

Dios, John odiaba perder.

Y Doyoung lo odiaba aún más.

Eunoia | 𝙅𝙤𝙝𝙣𝘿𝙤Donde viven las historias. Descúbrelo ahora