8; Bromas de mal gusto

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Justo antes de que lleguen a nosotros, Carlos se pone de pie y observo cómo una sonrisita se forma en los labios de Sofi, antes de ponerse de puntillas y estrellar estos contra los del rubio, que se queda perplejo por un segundo. Nos echa una mirada divertida antes de volver a girarse hacia su ligue, y yo me revuelvo incómoda en el banco. Esta situación es muy extraña.

-He pensado -escucho a Sofía decir- que os podríais venir tú y Nathan al cine esta tarde con nosotras.

Miro a Nathan y este niega rotundamente con la cabeza.

-Veréis, resulta que esta tarde me toca el láser. Lo siento, chicas, pero me es imposible ir.

Las carcajadas que sueltan los chicos ante la contestación del rubio resuenan por todo el patio, provocando que niños de primero y segundo de la ESO nos miren con curiosidad.

Silvia, que ha permanecido callada hasta el momento, se da la vuelta enfadada y echa a andar hacia la cafetería.

-¿Qué mosca le ha picado? -le pregunta Carlos a Sofi, que sigue a su amiga con la mirada.

-Que tu amigo es un poco gilipollas, ¿no? -espeta, furiosa.

-Carlos, o te llevas a tu ligue de aquí o la echo yo. Elige -dice Nathan.

-¿Hablamos después? -sugiere, echándola sutilmente.

Pero Sofía ni se digna a contestarle, se da la vuelta y se va por el mismo camino por el que se ha ido Silvia.

-Te juro que como no cortes el rollo con esa zorra... -comienza a decir el americano, pero Ángel lo corta.

-¿Desde cuándo te metes tú en los ligues de nadie? Si sabes que lo único que quiere nuestro querido amigo es colarse en sus braguitas -pongo cara de asco ante este último comentario.

-Desde que me da la gana.

-Querrás decir desde que conoces a Andrea y esa es su ex-mejor amiga.

¿Hola? Estoy aquí. Miro al que acaba de decir eso, que resulta ser Carlos.

-Yo... creo que voy a irme -murmuro antes de levantarme de donde estaba sentada.

-No, no, no -dicen a la vez Nathan, Javi y Leo.

Este último me agarra la muñeca para que no me vaya.

-Es que no me gusta esta situación -repongo, y justo el timbre suena.

Salvada por la campana, nunca mejor dicho. Le doy una última mirada a los chicos y me escabullo entre el bullicio de alumnos que entra a las clases.

(...)

Leo Feo: Estás?

Yo: Qué pasa?

Leo Feo: Ignora lo que se trae Carlos con Sofía. Ya sabes a lo que va, una vez que lo haga, la mandará a paseo.

Yo: No me interesa, en serio.

Leo Feo: Sólo quiero aclararte las cosas. Realmente nos caes bien, Andrea. No sé por qué te cuesta tanto estar con nosotros.

Yo: Ya os lo he dicho mil pares de veces.

Leo Feo: Hemos quedado esta tarde, vente.

Yo: Te imaginas que puedo salir de mi casa? Mis padres han vuelto a discutir.

Leo Feo: No tienes hoy clases de piano?

Yo: Nop.

Leo Feo: Bueno, pues ya mañana nos vemos, adiós!

Yo: Hasta mañana!

Dejo el móvil en la mesita de noche, resignada. Odio que mis padres se peleen. Lo peor es que no simplemente discuten, y los cardenales de mi madre son prueba de ello. Vuelvo la vista al libro de historia, y estudió un poco más.

En dos meses seré libre de esta tortura.

(...)

-Te juro que como no me cojas no te hablo en la vida -digo con voz aguda.

-Que te voy a coger, pesada. Salta.

Inspiro hondo y hago lo que me indica Javi. Antes de que toque el suelo, sus brazos me atrapan al vuelo, y respiro con el corazón encogido.

Una vez más, me he saltado las clases de piano para salir con los chicos. Me digo a mí misma que esta va a ser la última vez, sobretodo después de haberme obligado prácticamente a subirme al balcón de una casa abandonada.

Los demás se ríen ante mi expresión de congoja.

-Estás hecha una máquina, Andreíta -me dice Ángel, mirándome con sus profundos ojos azules.

-Mirad, yo no vuelvo a hacer nada de esto. Así que no me volváis a decir eso de que no tengo ovarios de hacer algo, porque no va a colar de nuevo -replico indignada, y todos se ríen.

-Vamos a gastarle alguna broma a alguien -salta Leo de pronto.

Sin que me dé tiempo a pensar, me coge de la mano y me arrastra hasta una chica que acaba de salir de una tienda.

-Perdona -le dice, y la muchacha se gira a mirarnos.

Miro al moreno con miedo de lo que le pueda decir. Los ojos de la chica, verdes como esmeraldas, se abren con curiosidad.ñ

-¿Sí? -contesta mostrándonos una perfecta sonrisa.

-Verás, mi novia y yo estamos probando los lubricantes y eso, pero no sabemos si es mejor usar eso o algo como Nutella o nata. ¿Qué nos recomiendas?

Se me cae el alma a los pies. No me puedo creer que Leo me esté haciendo esto. Creo que no he pasado tanta vergüenza en mi vida. Sin embargo, la chica suelta una gran carcajada antes de responder:

-La Nutella es lo mejor, pero prueba también con sirope de vainilla. A mí me va muy bien -y nos vuelve a sonreír antes de marcharse caminando.

Yo, que sigo en shock, me quedo mirando a Leo con una expresión que supongo que le hace mucha gracia, porque comienza a reírse estrepitosamente, al igual que los chicos, que han escuchado la conversación con la extraña.

-Pero ¿¡tú de que vas!? -exclamo.

-No vas a volver a ver más a esa chica, ¿te quieres relajar? -me dice Carlos cuando nos acercamos a ellos.

-¿Y tú que sabes? -grito, enfadada y avergonzada a la vez.

-Vamos, ha merecido la pena. Has sido mi novia de pega durante unos segundos.

Lo miro de reojo con el ceño fruncido.

-¿Siempre os estáis comportando así?

-Se puede decir que sí -habla Nathan.

Todos sonríen como niños pequeños.

Ella es uno másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora