1; Infiltradas en la fiesta

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-Silvia, Sofi, ya podéis mirar -les digo a mis amigas y se giran, sonriendo tontamente cuando me ven.

-Madre mía, Andrea, te los vas a llevar de tres en tres -comenta Sofía, la única rubia de las tres.

-Tú tampoco te quedas corta, nena.

-Pero es que, tía, ¿desde cuándo tienes tetas? -pregunta Silvia, y la fulmino con la mirada mientras la otra se ríe a carcajadas.

-¿Y tú desde cuándo piensas? Desde nunca, ¿no? -ataco.

-Pero que, Andrea, Silvia lo dice con buena intención, es verdad que nunca te pones escote, y, chica, a partir de ahora los vas a llevar más a menudo -repone asintiendo con la cabeza.

-Lo que digáis.

Sonrío emocionada cuando le doy la espalda a mis amigas para ponerme un collar. Va a ser la primera fiesta de verdad a la que voy, y me han dicho que va a haber alcohol y buena música. También va el grupo de chicos más popular del instituto, pero de ningún modo su presencia va a incomodarme, al revés: que no se lo crean tanto, que son chicos normales y corrientes.

-¿Qué zapatos vas a ponerte? -me pregunta Sofía.

-Estos -contesto sacando unos tacones plateados del zapatero.

-¿Me estás diciendo que tienes esos tacones y nunca te los he visto puestos? -exclama Silvia.

Suelto una carcajada y le doy unos retoques a mi pelo rizado antes de darme por satisfecha con mi imagen. Mis amigas ya están más que arregladas, siempre soy yo la más tardona, ya que soy demasiado presumida. Silvia va vestida con unos shorts altos que dejan a la vista sus largas piernas, y una bonita blusa color coral, mientras que Sofi lleva un vestido azul que hace juego con sus ojos. Yo me he decantado por un simple vestido rosa palo con motas plateadas.

Salimos de mi casa y mi hermano mayor nos lleva en el coche a casa de Hugo, un chico de primero de bachillerato, es decir, un año mayor que nosotras.

-Tened cuidado, chicas -nos dice Óscar, cuando salimos del coche-. Y no os volváis locas, ¡ni bebáis! -lo último lo dice a gritos para que lo escuchemos conforme llegamos a la puerta.

-Qué pesado es -resoplo poniendo los ojos en blanco, y mis amigas se miran entre ellas.

De pronto, y sin previo aviso, la puerta se abre y un chico alto y moreno de ojos azules aparece tras el umbral, y esboza un sonrisa pícara cuando nos ve a las tres.

-Hola, venimos a la fiesta -doy un paso adelante.

-¿A la fiesta? La fiesta es para mayores, pequeñas -nos guiña un ojo antes de cerrarnos la puerta en las narices.

Miro a Silvia enfadada.

-¿Estás segura de que tu primo sabe que venías? -le pregunto, ya que gracias a él es que venimos a la fiesta.

-¡Sí! Sólo que el imbécil que nos ha abierto no es mi primo.

-Pues llámalo, o algo, me estoy congelando -dice Sofía, frotándose los brazos.

Estamos en pleno abril, pero venimos demasiado frescas las tres y está empezando a anochecer.

-No me coge -dice Silvia después de tener un rato el teléfono pegado a la oreja.

Respiro hondo y vuelvo a tocar a la puerta. Esta vez, un muchacho pelirrojo nos abre.

-¿Dónde coño dejas el móvil, Fabio? Te he llamado cinco veces -gruñe Silvia.

-Pasad, anda -nos abre el primo, y las tres nos colamos dentro.

Es cuestión de segundos que mi campo de visión abarque a un grupo de chicos, entre ellos, el idiota que nos abrió antes. Dispuesta a contonearme, me separo de mis amigas y cojo una copa de una mesa, para pasar por el lado de los chicos distraídamente.

-¡Eh, tú! -sé que me llaman a mí, pero me hago la tonta-. ¡Morena! -escucho la voz de uno de ellos muy cerca.

Tanto que, cuando me giro, todo el contenido de la copa se vierte sobre su camisa. Le dedico una sonrisita de disculpa, y el chaval frunce el ceño, mientras sus cuatro amigos ríen como tontos.

-Callaos, joder. No tiene ni puta gracia -murmura el rubio de ojos azules con un acento un tanto especial.

-¿Eres inglés? -pregunto, inclinando la cabeza a un lado.

En cuanto formulo la pregunta, los amigos comienzan a reírse de nuevo, esta vez por lo bajo.

-¿Y tú eres ciega, o qué?

Uno de los amigos se levanta y se coloca entre el rubio y yo.

-Es americano -me susurra al oído, y por un instante me pierdo en sus ojos verdes.

En ese momento aparecen Silvia y Sofía con cara de pocos amigos.

-Ves a un grupo de tíos y desapareces, ¿no? -gruñe Sofía, llevándose ambas manos a las caderas.

-¿Qué hablas? Sólo fui a coger algo de beber y ellos me entretuvieron -digo mirando a los chicos de reojo, que se divierten escuchando nuestra conversación.

-De acuerdo, olvidemos el tema -repone Silvia-. Vamos a bailar -me arrastra hasta donde un grupo de chicas se mueven al son de la música.

-Tía, ¡has hablado con Nathan! -exclama Sofía por encima de la música.

-¡Y con Javi! -agrega Silvia.

-¿Esos eran los famosos tíos buenos del insti?

-¡Sí! -gritan a la vez.

Entonces, empieza a sonar Travesuras de Nicky Jam, y mis amigas y yo soltamos un gritito. Esta es nuestra canción. Comenzamos a mover las caderas, y a dejarnos llevar por la música. Creo que somos las únicas niñas de cuarto de la ESO aquí, los demás son todos de bachiller. Cuando acaba la canción, nos salimos de entre la gente y un chaval nos ofrece chupitos, que aceptamos más que felices.

-Vaya, veo que sabes bailar -me sorprende por detrás un chico castaño, con una sonrisa pintada en el rostro.

Al instante me doy cuenta de que es uno del grupito de antes.

-Mis amigos te llaman -dice señalando con la cabeza a los chicos.

-Que vengan ellos.

-Vamos, sólo quieren hablar -una suave risa se escapa de sus labios.

Le lanzo una mirada indecisa al chico, pero me coge de la mano y me arrastra hasta sus amigos.

-Me parece que empezamos con mal pie, morena -habla el americano-. ¿Cómo te llamas?

-Andrea. Soy... Andrea Castro.

Ella es uno másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora