Capítulo 13. Te amo, Bell.

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Los delicados y temblorosos brazos de la hermosa camarera, quien estaba todavía en shock, se aferraron con desesperación al cuerpo adolorido y caliente del albino, rodeándolo como si su propia vida dependiera de ello, frenando de ese modo su avance hacia el dios rubio con una intensidad que contrastaba con su aparente fragilidad.

El chico, viéndose acorralado por un peso extra encima de su casi rendida espalda ante el esfuerzo constante que ha hecho a lo largo de la noche, se detuvo, paralizado

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El chico, viéndose acorralado por un peso extra encima de su casi rendida espalda ante el esfuerzo constante que ha hecho a lo largo de la noche, se detuvo, paralizado.

Su cuerpo, forzado a avanzar hacia adelante por la inercia de sus pasos, como si su propia voluntad alimentara sus acciones, no así la consciencia, forcejeaba con el de ella, tratando de soltarse, pero siendo incapaz de lograrlo.

El impacto de aquel inesperado acto lo dejó atónito, congelando su determinación. Sus brazos se vean contenidos, sus piernas inhabilitadas y su frustración en aumento. Tiraba con desesperación, empezando a arrastrar a su captora, provocando que los pies de la misma rechinaran con la tierra humeda, dejando su marca en el suelo, pero Syr se mantuvo firme, clavándolos en el mismo con una resolución inquebrantable, dispuesta a llegar hasta las últimas consecuencias.

"Syr...".

El albino pronunció su nombre con un tono vacío, como el eco de un alma errante, sin emoción, sin vida. Era un susurro que carecía de la calidez habitual, un reflejo distante de lo que alguna vez fue.

El cuerpo de Syr tembló, se retorcido, ante la frialdad de su voz. Un escalofrío recorrió su espalda como si de una serpiente helada se tratase, sembrando en su pecho, alma, corazón, una profunda inquietud. En ese instante, el miedo la golpeó.

Tal vez había reaccionado demasiado tarde, quizás... lo había perdido ya. Con las emociones frescas y rebosantes, encogido de brazos, buscó la mirada de Helun, y en los ojos de su compañera encontró el mismo pensamiento sombrío, se topó con esa misma preocupación, ese terror.

Ottar y Hedin, testigos de aquella escena cargada de tensión, observaban en silencio, enmudecidos. Sus rostros mostraban expresiones complicadas, incapaces de intervenir, sabiendo que no les correspondía ni tenían la capacidad de arreglar este embrollo, pero igualmente atrapados en el drama que se desarrollaba ante ellos.

Hestia, ayudada por Heith para ponerse de pie, avanzaba lentamente hacia ellos. Sus ojos encontraron los de Syr, y en el intercambio de miradas, la camarera le rogó silenciosamente. La súplica no pasó desapercibida.

La diosa del joven peliblanco asintió con suavidad, levantando una mano en un gesto tranquilizador, dándole permiso, alentándola a continuar.

Aquella deidad de la hoguera la inspiró a proseguir, a no rendirse recién empezar. Por algún motivo que la propia camarera desconoce, esos gestos privados de palabras fueron suficientes para que recuperase la confianza.

Mordió su labio, tensando cada músculo adolorido de su delgado cuerpo.

"Bell, detente, por favor"

El ángel que los unió...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora