OSCURIDAD

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Beryl puso un plato de comida frente a quien ahora era su maestra; después se sentó agotada frente al suyo para comer. Su maestra la había obligado a cazar y cocinar a su presa bajo el pretexto de acondicionarla físicamente aunque no tan en el fondo Beryl creía que solo lo hacía para fastidiarla.

- Sabes, no me has dicho tu nombre – Le pregunto Beryl – Llevo aquí una semana y aun no me has dicho cómo te llamas.

- Nunca me lo has preguntado – Respondió la mujer mientras tomaba un bocado.

- ¿Entonces? – Dijo Beryl mirándola con escrutinio

- ¿Entonces qué? – Le respondió la mujer alzando una ceja mientras la miraba por encima de su cubierto

- ¡Tu nombre! ¿No me dirás tu nombre?

- No me lo has preguntado – Finalizo calmadamente mientras volvía a su plato

Beryl se pellizco el puente de la nariz en frustración mientras dejaba su cubierto - ¿Cuál es tu nombre?

- Anatema, ese es mi nombre ¿Ahora podemos comer en paz o seguirás haciendo preguntas tontas?

- Solo una última ¿Cuándo se supone que empezaré con mi entrenamiento mágico? He estado aquí una semana y no he sido más que una sirvienta para ti y este horrible lugar.

- Si me dejas comer te prometo que empezaremos mañana ¿Bien?... ¿Se te ha dificultado la caza en este lugar? – Pregunto en un intento por mejorar la conversación.

- Solo por el frio, ya he cazado antes... un grupo de amigos me enseñaron, bueno... ahora no se si llamarlos amigos en realidad.

- Ahora que estamos en la hora de las confesiones, nunca me has hablado de ese hombre que te ha traído aquí para aprender a usar tus poderes... ¿Tan atractivo es?

- No es importante, lo único importante es deshacerme de la bruja que lo tiene hechizado – La mujer mayor solo pudo poner los ojos en blanco, al parecer Beryl tenía tan arraigada esa idea que nada ni nadie la podría hacer cambiar de opinión – Anatema... ¿Tu conocer a algún selenita?

Ante esa pregunta la mano de la mujer comenzó a temblar - ¿Por qué preguntas eso? ¿Tú has conocido a un selenita?... Esos seres terribles tienen prohibido a bajar a la Tierra.

- ¿Seres Terribles?... ¿Entonces si conoces a alguno?

- Lamentablemente si – Dijo con la mirada apagada y odio en su voz – Son criaturas horribles bajo un hermoso disfraz, pero no son más que monstruos insensibles ¿Ahora me dirás porque me has preguntado eso?

Beryl dudo unos momentos, si confesaba las visitas de la princesa de la Luna no habría marcha atrás pero por alguna extraña razón se sintió cómoda con la opinión que tenía Anatema sobre los selenitas, así que decidió contarle pero omitir algunos datos – El hombre del que estoy enamorada... fue hechizado por una mujer selenita.

Esa confesión hizo que Anatema soltara su cuchara por la sorpresa, el eco del metal chocando con el suelo hizo eco por todo el lúgubre castillo – Eso es terrible... ¿Estás segura de que es selenita?

- Estoy convencida... no puedo darte los detalles, pero estoy completamente segura afirmando que es una selenita.

Anatema miro a Beryl directamente a los ojos y vio que no mentía – Bien... empezaremos el entrenamiento cuando termines de comer, yo ya he perdido el apetito – Tras eso se levantó violentamente de la mesa dejando a la joven sola pero con una sonrisa en su rostro.

Venus fue a encontrarse con la Reina, en su última guardia Kunzite le entrego una carta para ella pero estaba firmada por Dimitry. La Reina miro rápidamente el contenido de la carta antes de pedirle a Venus que trajera a Mercury.

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