Capítulo 03.

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Estábamos escuchando música, Milo jugaba en su pieza, y Joaquin y yo lavábamos lo que habíamos usado para cenar. Desde la ventana de la cocina se podía ver el patio y veía como la luz del balcón del vecino estaba prendida. Espero que no le joda la música.

—Che, ¿qué pasó en la mesa? ¿Puede ser que haya huellas marcadas arriba? —pregunto mi hermano haciendo puntas de pie y mirando mejor la mesa con cara rara.

—Ah, si... fue el vecino nuevo. —se giró a mirarme con la peor cara del mundo.— Tranquilo, yo le di permiso de hacerlo. Se había olvidado la llave adentro de la casa y no tenía cómo entrar.

—¿Y lo dejaste subir con la mesa? —preguntó carcajeándose.

—Y si, pobre, me pidió permiso y todo. Se llama Guido, dijo que por el favor nos iba a dar un pack de birras.

—A vos te va a dar, y no un pack de birras.

—Cállate, salame, no digas huevadas. Encima es re lindo, sabes la de minas que debe tener atrás.

—Pero no te tires abajo, pelotuda. Si vos sos re linda también, y mira que para que yo te lo diga. Todos mis amigos, salvo dos o tres, te tenían ganas y lo sabes.

—Pero tus amigos son re pajeros, Joaquin, la opinión de ellos no cuenta. —mi hermano revoleo los ojos justo cuando golpearon la puerta.

—Voy yo, debe ser el vecino. —me dijo riéndose y yendo hasta la puerta.— ¿Quien es? —dijo poniendo la voz grave y haciendo que yo me ría y me tape la boca. No llegue a escuchar que dijeron del otro lado, pero mi hermano abrió medio carcajeándose.— Un gusto, si, todo bien. Uh, muchas gracias capo. —y vi cómo agarraba el pack de birras así que fui a la puerta.

—Discúlpalo, es medio idiota cuando no duerme la siesta. —Joaquin chasqueó la lengua y se metió a la casa después de darle las gracias a Guido.

—Disculpa, Estefi, no sabía que estabas con tu novio...

—¿Qué? ¿Novio? No, que horror, es mi hermano. Es poco creíble porque yo tengo rulos y el pelo lacio, y yo soy media gringa y él tiene pelo castaño, pero te juro que somos de los mismos papas, somos de la misma camada de cachorros. —y lo escuche soltar unas carcajadas a las cuales me uní yo que tenía una risa bastante estruendosa como la de él.

—Ah, menos mal... ya pensé que me estaba re desubicando, me sentí un toque zarpado. —se puso la mano en el pecho mientras intentaba contener la risa.— Tranqui que de los tres que somos con mis hermanos soy el único rubio de rulos también. —dijo señalándose el pelo y yo asentí y después abrí la boca de sorpresa.

—Aaah, boludo... que mina pelotuda que soy, yo vivo en una nube de pedos. Ustedes son airbag, y yo soy una verga. —dije sin dejar de reírme y contagiándolo a él, en realidad no sabía si se reía de mi distracción o de mi risa.

—Pensé que había zafado de las fans. —dijo fingiendo algo de indignación.

—Nah, tampoco tampoco. Todavía no se cuando cantas vos o cuando canta tu hermano.

—Eso me ofende porque mis canciones son mil veces mejores.

—Y además de ser el único rubio sos el más humilde por lo que veo. —volvió a reírse mientras yo negaba y me reía también.—Bueno, rubio de airbag, muchas gracias por las birras.

—No es nada, no cualquiera hace pasar a su vecino para que se trepe la pared de su patio. Muchas gracias a vos. Nos vemos, Estefi. —me sonrió por última vez para ir hacia su puerta y yo cerré la mía después de saludarlo con la mano.

¿Que si conocía a Airbag? Si sos argentino tenes que conocerlo si o si, sino sos un extraterrestre. Todos vimos ese video de Messi, del mundial, todos escuchábamos Sensación cuando arrancaba show match o sea... estaban en todos lados los pibes. Hasta cuando Joaquin veía fútbol para todos.

—Andes rojas ¿eh? —dijo mi hermano volviendo al comedor después de secar y guardar lo que había lavado.

—Si, me pregunto cual me gustaba y por lo visto cumplió.

Seguimos charlando un rato más hasta que nos fuimos a dormir. Tenía un día largo mañana, iba a volver a trabajar pero tenía que conseguir si o si una titulación o un reemplazo. Además de ir a la facultad y anotarme en los dos finales que me faltaban. Tenía tantas cosas en la cabeza que no me podía dormir así que me levante y salí al patio para poder fumarme un pucho, no me gustaba fumar adentro, además estaba Milo y no quería que haya olor a humo en la casa. Suspire, bastante alto por lo visto, estaba sentada en la mesa de afuera, donde tenía en cenicero y podía ver las luces de arriba prendidas. Mire la hora en mi celular y eran casi la una y media, mierda que se acostaba tarde el vecino. Seguí inmiscuida en mis pensamientos sin darme cuenta que tenía un espectador apoyado en el balcón de arriba.

—¿te desperté? —se escuchó la voz de Guido que me hizo sobresaltar y ahogarme con el humo del cigarro.

—Boludo... dios, me vas a hacer morir un día de estos. —dije pegándome en el pecho.

—La señorita fuma y me echa la culpa a mi. Van dos ofensas en un día. Las voy anotando. —dijo mientras fingía anotar algo en su mano haciéndome reír.

—No, no me despertaste. No me podía dormir por unos mambos que tengo en la cabeza, pro nada grave. Problemas de la vida adulta y la gente común y corriente.

—Yo también tengo problemas de gente común y corriente. Estás a nada de ofenderme por tercera vez en menos de cinco horas, chiquita. —me señaló haciendo que mi risa no cese.— igual, todo pasa, tranquila.

—De eso estoy segura, el tema es el tiempo que va a llevar. Pero nada que no se pueda solucionar a la larga. —me levante después de apagar la colilla en el cenicero.— Ahora si, voy a ver si me puedo dormir. Descansa.

—Dale, Estefi. Que te sea leve. Buenas noches. —me saludo con su mano y yo me metí de nuevo adentro.

Asiduo | Guido SardelliWhere stories live. Discover now