Descubriendo la magia

7 0 0
                                    

Los días pasaron... Dumbledore visitaba arduamente la casa de la familia Dursley en el mundo muggle, intentando convencer a Petunia de que diera un nuevo hogar al pequeño Harry.

Tras varias semanas lo consiguió, aunque la tía de Harry puso unas condiciones para mantener al chico en su casa.

• Nada de magia, no se podía hablar sobre ese tema en ningún momento.
• El chico tenía que dormir en la alacena debajo de las escaleras apartado de la familia.
• Harry tenía que realizar la mayoría de tareas de la casa y ayudar a su primo siempre que lo necesitara.
• No habría regalos de cumpleaños ni navidad para él.

En la lista que Petunia le entregó a Dumbledore había como 50 normas parecidas a las descritas arriba, la mayoría queriendo eliminar todo rastro de magia posible.
Sin duda ella odiaba la magia.

Una noche Dumbledore, junto a Minerva y Hagrid, hicieron entrega del bebé, dejándolo en la puerta en una pequeña canasta, arropado y junto a una carta.

- Hasta dentro de 10 años pequeño, te echaré de menos. - balbuceó Hagrid entre lágrimas.

- Ya, ya Hagrid, él estará bien, volveremos a verlo. - dijo Dumbledore dándole unas palmadas en la espalda.

- Albus debemos irnos ya. - dijo Minerva. - No podemos arriesgarnos a que nos vea algún vecino.

Tan pronto como terminó de decir esa frase, una luz se encendió en una de las casas cercanas.
La profesora Macgonagall se transformó en gato y se perdió entre los arbustos junto a la casa de los Dursley. Dumbledore decidió teletransportarse y desaparecer y Hagrid corrió hasta su moto pero antes de irse dió una última mirada al pequeño Harry en la cesta.

- Adiós pequeño.

...

Hacía ya unos días que el profesor Snape tenía a su cargo a la bebé, aún seguía en el hospital, pero él iba a diario a verla.
No habia día que no pasara por allí.

- Hoy está mucho mejor, si sigue así en unos días podrá llevarla a casa. - dijo la enfermera.

- Gracias. - respondió Snape cortante.

La enfermera salió de la habitación. Snape se levantó de la silla y quedó mirando hacia donde estaba la bebé.
No podía dejar de mirarla, no podía dejar de pensar en lo mucho que se parecía a Lily, tenía sus ojos y su nariz.

"Menos mal"- pensó Snape. - Si llegas a salir con mi nariz se habrían reído de ti en clases. - sonrió un poco con su propio comentario.

- Ya queda poco para sacarte de aquí.

...

Días después la bebé, a la que Snape nombró María, salió del hospital.

- Gracias por ayudarme Minerva.

- No es nada, seguramente necesites mi ayuda hasta que cumpla los 18. - río.

- No voy a negartelo.

Los dos llevaron a María a casa de Snape, este, días antes habia preparado una habitación para ella. Algo sombría pero dada su poca experiencia con la paternidad no se podía pedir más.
Estaba feliz de que Dumbledore hubiera aceptado su petición de poder quedarse con la niña.

...

Los años pasaron, en la casa de los Dursley, Harry era un chico normal, sin magia, aunque maltratado por su propia familia y viviendo en condiciones pésimas, pero al menos, estaba viviendo lejos del peligro del mundo mágico.

A veces el chico hacía cosas que ponían nerviosa a su tía, cosas que no tenían explicación.
Hacía desaparecer objetos, explotar bombillas... etc.
Cosas que él no sabía explicar, que según él "parecían cosas de magia", pero nadie le daba ninguna explicación o lo tomaban por loco.

La hija de Snape Donde viven las historias. Descúbrelo ahora