What's going on, princess?

73 6 1
                                    

Manjiro

—No podemos seguir así— pensé, frustrado, mientras contemplaba la imagen de Yukime en el cuadro que tenía en mi escritorio. —sale de la mansión y simplemente desaparece, como si la tierra se la tragara—

Había enviado a Sanzu a seguirla. Su reporte no había sido llamativo; lo más raro había sido un encuentro con una chica de moto negra en el semáforo. Ni siquiera sabíamos quién era. La incertidumbre me inquietaba. Tal vez debería hablar con ella más tarde, pero si descubre que la he estado vigilando…

Mickey:Qué complicado…— murmuré, apretando el marco del cuadro con una mano temblorosa.—

Era una fotografía de Yuki cuando era pequeña; aunque para mí, aún lo seguía siendo. Sus ojitos brillaban con alegría y su sonrisa iluminaba la habitación. Hacía mucho que no la veía así.

Desde hace algún tiempo, ese brillo que la caracterizaba se había desvanecido. Sus ojos, antes radiantes, ahora parecían vacíos, y su sonrisa, forzada. La conocía mejor que nadie, y sabía muy bien que ocultaba algo tras esa fachada. Lo que más me molestaba era no saber qué era. Pero en el fondo, en lo más profundo de mi ser, sabía perfectamente lo que estaba ocurriendo, aunque no quería aceptarlo. Ella no debería estar pasando por esto.

Un toque suave en la puerta de mi oficina me sacó de mis pensamientos.

Mickey: Pase —dije con mi tono habitual, frío y distante.

Una criada entró, haciendo una reverencia.

Criada: Buenos días, señor —saludó la mujer, la miré un segundo notando la bandeja que traía en sus manos. No me molesté en responder su saludo; simplemente dejé el cuadro de Yuki en su lugar.—V-venía a… —se aclaró la garganta—, venía a traerle el desayuno.

Mickey: Déjalo ahí, puedes retirarte —respondí, no era sorpresa para nadie que no me gustaba tratar con la gente.

La criada hizo una reverencia y se disponía a salir de la oficina, pero al cruzar la puerta chocó con alguien.

Criada: L-lo siento mucho, señor Sanzu —se disculpó con él.

Sanzu: Como sea —respondió, haciéndose a un lado para dejarle espacio—. ¿Qué sigues haciendo aquí?

Criada: L-lo siento —hizo otra reverencia y salió por completo.

Una vez que la criada se retiró, Sanzu pasó a la oficina e hizo una reverencia frente a mi escritorio.

Sanzu: Buenos días, mi rey —saludó con su habitual formalidad.

Mickey:Buenos días —respondí, desinteresado tomando un trago de café—. ¿Sucede algo?

Sanzu: No, creo… —dijo, vacilante, lo mire mientras levantaba una ceja con escepticismo—. Venía a ver si la princesa estaba con usted. No ha bajado a desayunar, ni ha ido a entrenar.

Mickey: Debe seguir durmiendo —dije, encogiéndome de hombros mientras me ponía de pie—. Iré a verla.

Salí de la oficina, con Sanzu a mi lado. Caminamos hacia la habitación de Yuki, mi esperanza era que, a pesar de todo, la encontrara ahí.

Toqué la puerta y, al no escuchar respuesta, simplemente la abrí. Lo primero que noté fue que su cama estaba vacía. Lo segundo, una nota sobre su almohada. Me apresuré a recogerla.

«Salí un rato, vuelvo en la tarde».

Mickey: (No de nuevo…) — suspiré, irritado.—¿Cuántas veces van? ¿Cinco en la semana? —pregunté, mientras arrugaba el papel en mi mano. Era apenas miércoles, y el comportamiento de Yukime comenzaba a preocuparme.—Apenas la veas —dije, girándome hacia Sanzu—, dile que quiero hablar con ella.

La hija del rey: La Tragedia Que Pudo Evitarse (Editado)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora