♟| 9. Caída Italiana

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BAILEY


—¿Siempre te sentiste parte de este mundo?

Mi pregunta hizo que Julietta levantara la vista del periódico que tenía en las manos, lo dobló delicadamente y lo dejó sobre su regazo y me miró antes de responder.

—Nunca, siempre luché contra ello —confirmó —, no fue hasta que secuestraron a tu padre que lo acepté e hice las pases con el asesino a sangre fría que había en mi interior.

—Antes pensaba en muchas cosas —sopesé —, pero ahora nada me importa, solo mi familia a salvo sin importar cuantas veces tenga que mancharme las manos de sangre.

Mi madre asintió lentamente.

—Justo ahí llegué y todo el grito interior se apaga.

—Deben morir, pronto.

Julietta sonrió.

—Sus respiraciones están cantadas, mi corazón —respondió y llevó su mano al collar sobre su cuello, apretando el corazón rojo —. No te traje aquí para sufrir —susurró.

—No pienso eso —añadí rápidamente.

—Pero sé que extrañas a tu familia —interrumpió —, también muero por conocer a mi nieta.

—Te amará, es idéntica a ti.

Su sonrisa creció.

—Menos mal que los genes dejaron de correr detrás de Even, suficiente con que tú y mi pequeño fueran idénticos a él.

Me reí, realmente mi hermano y yo teníamos pocas cosas de los MacCaney.

—No dejes de reír así —me miró con amor desbordado —, de los problemas se encarga mamá.

No sabe el revoltijo que hizo a mis emociones esas frases, sumando lo sentimental que me tenía el embarazo no pude evitar que algunas lágrimas se derramaran. ¿Cuantas veces deseé escuchar eso? ¿Cuantas veces me sentí sola? ¿Cuántas veces rogué por un abrazo o por un hombro donde descansar? Todos los días que deseé que Julia me amara y me quisiese como una hija, que viese algo de valor en mí. Pero ya nada de eso importaba, en tres días mi madre había restaurado todo lo que nuestra situación había roto y se empeñaba en desbordarme de un amor sincero que no me hiciera dudar o sentir sola nunca más. Podía tener los años que fuesen, podía tener una hija de ocho años, pero en el fondo esa niña pequeña e indefensa estaba ahí y se alegraba por lo que tenía en ese momento; la oportunidad de poder abrazar y conversar con su madre como cualquier persona normal.

Volví a reír para su deleite y sus ojos se iluminaron.

Dos días más y seríamos libres.

—Alguien se acerca —murmuró y se acomodó en su asiento, segundos después toda la seguridad del don de la mafia italiana se desplazó en el balcón y el mismísimo don se abrió paso entre ellos tomando asiento en una de las mesas y sirviéndose té antes de saludar.

belle signore —saludó.

—Ferreti —mi madre le hizo un asentimiento y se llevó su propia taza de té a los labios dando un sorbo —. ¿A que se debe el honor?

—Lamento mi ausencia de los últimos días, he tenido que resolver algunas cosas fuera —contesté y se acomodó en su lugar —, pero dado que en poco tiempo seremos familia entiendo que nos merecemos un tiempo juntos.

—Por supuesto —agregó Julietta —, estamos muy agradecidas por tu protección, espero que tus envíos hayan llegado a salvo a Francia en agradecimiento.

La reina de los engaños  | [Trono Envenenado II ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora