Barrotes de Herencia

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Abril 29

esa mañana como todas las demás Neville se alistaba para ir al recurrente punto de encuentro con su amaba Fayve, la emoción la invadía pues el día anterior había decidido con total certeza que huir junto a ella, era lo mejor para su futuro y sus anhelos, esperaba saber si ya tenía el dinero necesario para que se encargue de las compras y poder escapar lo más pronto posible.

llegó a aquel roble solitario, igual que ella, pues esperó tanto tiempo y nunca llegó,que los pensamientos la consumían "por fin se dió cuenta que no valgo la pena" "razonó, escaparse conmigo es huir en dirección a la desgracia" "como pude pensar que me amaba, a mi, una insaciable inútil huérfana mestiza" en su mano derecha empuñaba con tristeza la carta que le había escrito a la ausente Altaner, al mismo tiempo se cuestionaba si le habría ocurrido algo desafortunado que limitó sus posibilidades de hacer presencia en la pradera, aunque siempre avisaba ante una posible inasistencia, entonces volvían las dudas de si aquel amor persistía, o no; entonces volvió a su hogar ya era hora de la comida, con la leche de cabra habían logrado hacer un poco de mantequilla y queso, acompañado con el clásico pan a las brasas de Remil Verniton, además Ilda logró conseguir en el mercado unas cuentas verduras, y Reginald, esposo de Ilda, pescó dos salmones, todo esto se que repartir entre ocho.

Neville parecía estar de un humor algo desequilibrado, estaba hecha de carne, huesos y sueños rotos, tampoco tenía con quien compartir aquellos quebradizos sentimientos, solo le quedaba esperar al otro día y esperar para confirmar que todo fue un infortunio pero hasta ahora tenía que convivir con ese molesto nudo en la garganta que parecía no dejarla hablar y esa presión en sus pulmones que no le querían permitir respirar.

Neville ayuda a esta vieja a llevar el pan al tronco ese-

dijo Remil apuntando la base de un tronco cortado que aún conservaba sus gruesas raíces, húmedo por la reciente llovizna que ocupaban como una rústica mesa natural; neville accedió de mala gana, como siempre, pero algo era diferente y como pretendía engañar a una experta y sabia bruja como lo era Remil Verniton, quien abruptamente se acercó a Neville y como por arte de magia acertó en lo que le sucedía.

¿Es el amor el que te tiene tan desconcertada? - Preguntó, aunque ya sabía la respuesta; no se puede burlar a una vieja que ha vivido el doble que tú de todos modos.

Neville quedó algo confundida, solo ella sabía lo que había en el fondo de su corazón.

son tus ojos, querida, ellos dicen todo, los ojos son la ventana al alma- Hubo silencio y la mirada de la joven chocó contra la de Remil, su brillosidad a punto de romperse como su corazón, con esa mirada nuevamente lo dijo todo; la sensata mujer abrazó a Neville con todas sus fuerzas.

cuentame mi niña, saca ese peso de tu alma, entrégame tu dolor.


Abril 29

aquella mañana Fayve despertaba temprano antes que su padre pudiera rastrearla por los pasillos, llegar al roble sin que nadie pudiera darse cuenta para poder ver aunque sea unos segundos al profundo amor de su vida conllevaba una gran responsabilidad, de todos modos necesitaba advertirle a Neville de los macabros planes de su padre; La joven Altaner después de colocarse su camuflado y fino atuendo, se digirió a la puerta, extendió su mano cubierta por sus guantes de seda, y la posó con delicadeza para hacer el mínimo ruido sobre la manilla de bronce, la cual no abrió la puerta, lo intento una vez más, sin obtener resultado alguno, su puerta llevaba llave desde afuera, así las diseñó su padre para tener más control, por eso mismo, sólo él tenía las llaves, era el único que podría haberla encerrado ahí, tenía sentido, quería evitar que siguiera yendo al pueblo, persuadirla de formar lazos con sangres Boria, o era tal vez porque sabia que habia descubierto sus cartas ocultas, aunque era prácticamente imposible esa noche casi no durmió, en consecuencia de todas las lágrimas que derramó y los horribles sucesos que arrastraba su padre, que cadenas tan pesadas cargadas de crimenes culpa y sangre, en solo un momento logro pegar ojo, y eso bastaria para que su habitacion se tornara en una carcel; intento derribar la puerta con su cuerpo haciendo bruscos golpes, ya no le interesaba guardar silencio, todo el ruido que hacia desperto a su hermana menor, quien apenas era una bebé, y hecho en llanto, el desesperante llanto de un bebé asustado que no podia ser consolado; la joven sentia que su vida peligraba en su propio hogar, y no pudo contener sus gritos de auxilio quien llamaban a la persona que menos podia ayudarla.

¡MAMÁ, SACAME DE AQUI PORFAVOR, PADRE ME HA ENCERRADO POR FAVOR, MAMÁ!- gritaba con desesperación

no se que le hacía pensar que obtendría respuesta, su madre estaba igual de atrapada que ella en esa casa, pero de aún más tiempo, todos los recuerdos de la infancia de Fayve, eran de ella y su padre en un hogar repleto de sirvientes, nunca su madre, quien apenas salía de esa oscura y sombría habitación misma donde Fayve nació, ese día salió de esa habitación y no volvió a entrar; su madre vagaba por los pasillos del tercer piso al cual tenía estrictamente prohibido ir, con una túnica de seda translúcida blanca, que permitía que con la escasa y grisácea luz que entraba por la ventana se viera su pálida piel, tan pálida que se podían observar sus venas y la sangre corriendo dentro de ellas, la única vez que Fayve irrumpió en la vetada tercera planta fue cuando tenía cuatro años, subió aquella descuidada escalera, que rechinaba con cada peldaño pisado, la puerta parecía entreabierta, empujada por una helada brisa, sus pequeños dedos presionaron la madera de aquella misteriosa puerta, y se abrió, al fondo de el extenso pasillo se encontraba una ventana que con luz tenue alumbraba a aquella mujer con apariencia fantasmal que se paseaba con ese trasparente vestido blanco, y eso era lo unico que llevaba, su cabello anaranjado, y sus delicadas manos flotando por el aire, jugando con tenebroso viento que bailaba entre sus dedos; la mujer de blanco sintió que dos ojos se clavaban como puñales por su espalda, dos pequeños ojos grises, la conexión de una madre con su retoño no necesita nada más que un presentimiento; se giró revelando consigo su rostro que plasmada preocupación aseguraba, miró con asombro al espejo de su juventud que la observaba atentamente desde el marco de la medianamente abierta puerta, las cejas de la debil arcana se curvearon por instinto, y sus pulmones se exprimieron dejandose vacios de aire, botando ese humo indicador de frio por sus rojizos labios del mismo tono que sus mejillas, la pequeña Fayve no sentia miedo, se mantenia serena con esa experiencia calmada aunque su mente detonaba miles de preguntas, toda la tranquilidad cesó cuando una fuerte y gruesa mano la agarró del brazo apartándola de la puerta y cerrando fuertemente la misma.

No vuelvas a abrir esta puerta, Fayve, ¡JAMÁS! ¡¿Me oíste?! JAMÁS- Dictó su propio padre, una regla inquebrantable.

Acuerdo Arcano-Las tres guerras de AsturinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora