Capitulo 40
—Narrado por JungKook—
Los observé desde la distancia, sintiendo cómo la presión en mi pecho aumentaba. Jack estaba ahí, junto a Jimin, su verdadero padre. La sonrisa de Jack siempre iluminaba cualquier habitación, y verlo tan feliz junto a él me hacía más consciente de la verdad que había estado evitando. Ese niño al que amaba como si fuera mi propio hijo… no lo era. La realidad era ineludible. Tarde o temprano, Jack necesitaría saber quién era su verdadero padre.
Pero, ¿Cómo le explicaría que Jimin, el hombre que tenía al lado, era su verdadero padre? El simple pensamiento de esa conversación me destrozaba, pero sabía que no había escapatoria.
Mi conejita, Jack y Jimin posaban para la foto, y aunque debía estar allí con ellos, algo me detenía. El peso de la verdad, la incertidumbre del futuro, todo se sentía como una carga insoportable en ese instante.
Perdido en mis pensamientos, sentí una presencia que siempre traía consigo un mal presentimiento. Aly. Su energía maliciosa era inconfundible, incluso antes de que susurrara en mi oído. Me tensé al instante, anticipando lo peor.
—Mira a la maldita de tu mujer… —sus palabras fueron suaves pero venenosas—. Mira su vientre.
Mi mente dio un vuelco. El estómago se me encogió. Mis ojos siguieron su indicación por puro instinto, cayendo sobre mi conejita… y entonces la vi. Esa luz roja, tan pequeña y al mismo tiempo tan devastadora, apuntando directamente a su vientre. El mundo se detuvo. El tiempo dejó de existir. Esa maldita luz… esa amenaza silenciosa. Mi respiración se cortó. No era solo _____… era nuestro hijo, nuestro bebé, el que estaba en la mira.
Mis manos temblaron de puro terror. ¿Cómo? ¿Cómo había llegado esa información a ella? Sentí que la sangre me abandonaba el cuerpo, dejándome frío, paralizado, sin respuestas.
Aly no perdió tiempo, se inclinó más cerca, susurrando de nuevo, esta vez con un tono que me heló los huesos.
—Si esta vez no quieres perder a tu hijo, uno que sabes que sí es realmente tuyo, y a la mujer que amas... —su voz era un cuchillo, cortando cualquier resquicio de esperanza que me quedaba—, sígueme. Y no hagas ningún escándalo… o todos aquí morirán.
Cada palabra que salía de su boca era un veneno que se infiltraba en mi sistema, intoxicándome de miedo. Sentí que el suelo bajo mis pies desaparecía. Mi hijo, mi conejita y Jack. Todos ellos en peligro. Todo lo que amaba, lo único que me daba fuerzas para seguir adelante, estaba al borde del abismo.
Mis ojos no podían apartarse de esa luz. Cada latido de mi corazón era un recordatorio de lo vulnerable que estaba. No podía reaccionar. No podía hacer un solo movimiento brusco, porque cualquier error... cualquier indicio de alarma, significaba perderlo todo. La impotencia me consumía. ¿Cómo había llegado a esto? No podía creer que estuviera bajo el control de Aly nuevamente.
El sudor frío recorría mi nuca mientras trataba de mantener la calma. El miedo era abrumador, pero la ira… la ira comenzaba a crecer dentro de mí. Me estaba sofocando, ahogándome en ese dolor insostenible. Mi instinto me gritaba que la enfrentara, que la detuviera, pero el precio era demasiado alto. No podía arriesgarme. No cuando estaban ellos en juego.
La realidad me golpeó como un tren. Si no hacía lo que ella decía, si no la seguía en ese mismo instante, todos aquí morirían. Mis ojos volvieron a posarse en mi conejita, en Jack… y en nuestro bebé. Mi corazón latía con fuerza, cada pulso un recordatorio de lo mucho que tenía que perder.
No me quedaba opción.
La seguí sin dudar, aunque cada paso se sentía como una caída en el abismo. Aly me llevaba al estacionamiento, su andar era decidido, como si supiera que tenía el control de todo. El estacionamiento estaba oscuro, vacío, solo el eco de nuestros pasos resonaba en el lugar. Mi mente estaba dividida entre el pánico y la esperanza de que mi equipo de seguridad, o cualquiera de los implicados en el plan, notaran nuestra ausencia, que vieran a Aly y actuaran antes de que algo peor sucediera.
