Capitulo 48
—Narrado por Jimin—
El aire dentro del auto se sentía denso, casi irrespirable. El silencio entre nosotros era palpable, y cada segundo que pasaba parecía una eternidad. La florecita estaba sentada junto a mí, sus manos apretadas en su regazo, y sus ojos fijos en algún punto indeterminado del parabrisas. Sabía que esta conversación sería devastadora para ambos, pero no podía seguir guardando lo que durante años había sido mi secreto más oscuro.
—Florecita, —mi voz apenas rompió el silencio—, necesito hablar contigo, y sé que esto no será fácil… para ninguno de los dos.
Vi cómo ______ me miraba, sus ojos reflejaban una mezcla de incertidumbre y temor. Sus labios se entreabrieron, pero no dijo nada. Estaba esperando a que continuara, y eso solo hacía que el peso sobre mis hombros creciera más.
—Sé que lo que voy a decirte no va a ser fácil de escuchar, pero te pido que me escuches primero, que intentes entender, y luego… si tienes algo que decir, lo hablamos. Pero deja que te explique todo antes, por favor —mi voz se quebró ligeramente al final, mientras sentía cómo el nudo en mi garganta se hacía más grande.
Ella asintió, aunque el gesto fue apenas perceptible. Podía notar cómo sus manos temblaban ligeramente sobre su regazo, y eso me rompía el corazón aún más.
—No sé cuándo empezó exactamente… —dije, tragando saliva, intentando reunir el valor para continuar—. Pero en algún momento, el amor de hermano que sentía por ti… se convirtió en algo más. Algo que ni yo mismo quería aceptar.
La expresión de la florecita cambió, primero a una ligera confusión y luego a una preocupación evidente. Su mirada seguía fija en mí, expectante, pero ahora podía ver cómo las emociones empezaban a tomar forma en su rostro.
—Desde que llegaste a casa, te vi como mi hermana de verdad, aunque no compartimos la misma sangre. Para mí, siempre has sido eso: mi hermana, mi familia. Pero con el paso de los años… —me detuve por un momento, cerrando los ojos y soltando un suspiro largo—, no sé por qué ni cómo, pero comencé a enamorarme de ti. Sabía que estaba mal. Sabía que eso iba en contra de todo lo que nos enseñaron nuestros padres, y por eso siempre puse un límite, florecita. Siempre mantuve la distancia, porque verte feliz era suficiente para mí.
______ parpadeó varias veces, como si intentara procesar lo que acababa de escuchar. Sus labios temblaron un poco, pero seguía en silencio, su rostro reflejando una tormenta de emociones.
—¿Te… enamoraste de mí? —preguntó al fin, su voz apenas un susurro, como si no quisiera aceptar lo que acababa de oír.
Asentí lentamente, mirando hacia abajo. Sentía que no podía sostener su mirada por más tiempo sin derrumbarme.
—No quería, florecita. Te juro que no quería. Y lo intenté todo para enterrar esos sentimientos. Pero… Aly lo descubrió. Ella siempre fue buena manipulando a las personas, y cuando supo mi secreto, lo usó en mi contra. Sé que suena enfermo, pero estar con ella… era la única manera que encontré para aliviar el dolor de no poder tenerte. Cada vez que estaba con Aly, imaginaba que eras tú, y eso me hacía sentir menos roto, aunque solo fuera por un momento. Pero eso también me hizo dependiente de ella, y ella lo sabía, y lo usó para manipularme durante años.
Los ojos de mi apreciada florecita se llenaron de lágrimas, pero seguía escuchando, aunque su cuerpo ahora estaba tenso. Su respiración era más rápida, y podía ver cómo sus manos comenzaban a retorcerse en su regazo.
—¿Por qué nunca me dijiste nada? —preguntó con la voz quebrada, las lágrimas comenzando a caer por sus mejillas—. Si me querías tanto, ¿por qué me dejaste vivir engañada? ¿Por qué no confiaste en mí?
