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Checo estaba seguro que por la mañana iba a estar con grandes ojeras debajo de sus ojos. Pues ¿cómo no? Si junto con Max habían desperdiciado sus valiosas horas de sueño viendo una maratón de películas antiguas.

Tenía que aprender que decirle que no en algún momento.

—¿Pecas? — La voz de Max era rasposa por las horas sin usar. El neerlandés se encontraba echado, justo a su lado, en la espaciosa cama de hotel.

—¿Pasa algo?

Max tenía los ojos medio cerrados, apenas lo suficientemente abiertos para poder ver algo; su cuerpo, estirado como una estrella de mar y el pelo revuelto a más no poder. Era una imagen... peculiar.

— Vuelve a dormir. — Se quejó el menor, palmeando la zona del colchón más cercana a él. — Todavía es de madrugada.

— No podía- — Sergio se interrumpió a sí mismo, no valía la pena explicarse si a la mañana siguiente Max no iba a recordar nada por la somnolencia — Está bien.

Haciéndole caso, Checo se echó de nuevo; pero no contaba con que el neerlandés le fuera a jalar a su costado, eliminando el espacio entre ellos. Max lo estaba abrazando como si su vida dependiera de ello.

— Descansa, Pecas.

Era obvio que vendría, subnormal. Lo sigue como perro por todas partes.

Aquí nadie es un chucho, cabrón— Sergio defendió, aunque más se defendía del sonrojo que estaba subiendo por su cuello.

Esa ni tú te la cre-

— ¡Basta! Odio no entender lo que dicen. — Charles gritó de frustración, sus cejas estaban juntas y los labios fruncidos.

Aprende.

Charles frunció aún más sus labios, irritado con que no le hagan caso. — ¡Max! Apóyame, dile algo también.

Checo vio como Max lo miraba de reojo, dio un paso atrás y se entretuvo jugando con una botella, no queriendo meterse en la discusión.

Chupa medias.— Carlos de burló.

Dios mío, Carlos, déjate de pendejadas. La neta, ya caes pesado, wey. — Sergio le tiró una almohada en dirección a la cara, lamentablemente, el español logró esquivarla.

—¡Ey!

Antes que siquiera Carlos lograra devolverle el proyectil, y empezar una guerra de almohadas, la puerta de la habitación fue tocada.

Sergio tuvo que abrir. 

Panda de flojos

¡Hola, Checo! ¿Cómo estás, capo? Los pibes se fueron a ver algo de la monoplaza, planeaba quedarme tomando unos mates en mi cuarto, pero un embole total, amigo. ¿Puedo estar con vos hoy?

Claro, Fran. Estoy con-

— ¿Checo? ¿Quién era? — La voz de Max lo interrumpió.

Franco, quien estaba con ojos de cachorro abandonado frente suyo, dio un salto al escuchar la otra voz. Su cara se iluminó de emoción.

A ese si que le gustaba estar rodeado de personas.

— ¡Hola, Max! ¡Soy yo, Franco!

—¡Oh! Hola... — Aunque sea Max hacia el esfuerzo de hablar español.

— No quiero pasar el día solo, no es divertido. ¿Qué dicen si les enseño a preparar unos mates- ¡Oh! ¡Mejor un fernet! Si, si, si, alegramos un poco el ambiente- Tengo una playlist... ¡Uff!
Joya para armar quilombo. — Franco hablaba sin parar, interrumpiéndose a sí mismo cuando le venía una idea nueva; prefiriendo usar muchas veces el español para no pensar mucho en las traducciones.

¡Hazte una limpia!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora