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Pasó las horas entretenido, para su sorpresa. Franco se le pegó como garrapata una vez estuvieron en pleno aire. El argentino optó por sentarse a su lado, dejándolo en medio, con Fernando a su izquierda y sin posibilidad de ver a través de la ventanilla. Ese privilegio se lo ganó el español, siempre los españoles.

Esta vez no se quejó.

Franco puso una película de adolescentes de los 2000': 'Mean Girls' en la pantalla que el avión les proporcionaba. Al principio solo le siguió la corriente para, de alguna forma, pagar de vuelta por haberlo dejado abandonado en el aeropuerto; sin embargo, después de unos sabotajes en camisetas, se terminó interesando de verdad.

— ¿Max? — Exclamó sorprendido.

Saltó un poco en su sitio cuando una patada desde atrás en el asiento, le perturbó la concentración. Giró su cabeza para ver al perpetrador, que sabía era Max; porque los demás estaban a plena vista, babeando en su quinto sueño.

— Quiero dormir — Se quejó su compañero de equipo.

Checo se le quedó mirando, no entendiendo qué es lo que el otro quería que le dijera.

Pues... ¿Duerme?

No creía que esa sea una respuesta bien recibida por el otro.

— ¿Por qué no tratas de recostarte? Así el sueño te agarra más rápido. — Agradeció internamente que Franco haya puesto en pausa la película. No quería perderse cómo se iban a burlar de Cady por el horrible disfraz que había conseguido.

— ¡Ya lo intenté! — Max sacudió su asiento de lado a lado para poner énfasis en sus palabras.

Franco se removió en su lugar, conteniendo sus ganas de participar también en la conversación. Checo disimuló una sonrisa divertida que quería aparecer en su rostro.

— Max, no se que quieres que haga. — Le dijo con un suspiro cansado.

— ¡No lo sé! Me siento... solo. — Agregó su compañero, desviando su mirada hacia el piloto argentino.

— ¿Quieres sentarte con nosotros hasta que te sientas preparado para dormir? — Checo se aventuró a preguntar al ver la mirada insistente de Max en el latino.

¿Tal vez quería ver también la película con ellos pero no sabía como pedirlo?

Max se lo pensó unos segundos, acariciándose la barbilla. Sergio se tensó, tal vez su conclusión no era la correcta y había metido la pata.

— Está bien — El neerlandés aceptó — Ven acá para poder estar más cómodos.

Franco, a su costado, titubeó al levantarse, haciéndose a un lado para poder darle espacio para salir. Una vez fuera de la hilera de asientos donde anteriormente estuvo atrapado, Checo caminó hacia Max: la parte de atrás del avión.

Habían bebidas perfectamente acomodadas, palomitas de maíz en grandes recipientes y varias mantas esparcidas en los asientos. Parecía detalladamente calculado para representar una escena de película romántica.

Sergio, asombrado con todo, se acercó despacio para alcanzar al neerlandés, que se había adelantado y ya se encontraba sentado al lado de la ventana.

¡Fran, apúrele! — Llamó al no sentir la presencia del argentino detrás suyo.

Franco se había quedado en la fila de asientos donde estaban previamente. Parado incómodamente al lado del pasillo, aún con la película en pausa y mirando fijamente en su dirección.

Como si fuera un cachorro, Franco hizo brillar sus ojos de emoción y trotó hacia ellos.

— No sabía si- ya sabes, podía unirme a ustedes.

¡A huevo! Tu ven, no más, no te agüites.— Alentó haciéndole señas.

— Sí... eres bienvenido... — Escuchó la voz de Max a sus espaldas, solo un poco más fuerte que un susurro.

— ¿Ves? — Checo lo agarró de los hombros, contento por el apoyo de su compañero.

Franco se encogió entre sus brazos, los dos avanzando lentamente hacia los asientos al lado del neerlandés.

— Max, no se si quieres que retroceda lo que ya habíamos visto para que entiendas la trama o- — El argentino habló, concentrado en buscar la película desde su laptop.

— Ya la he visto antes, no soy un inepto social ¿bien?— Lo cortó Max, bruscamente.

Sorprendido, miró a Max, casi con la boca abierta por ver esa faceta de él. Franco paró de escribir, manteniendo sus manos a centímetros del teclado, quieto. 

Se hizo un silencio incómodo entre los tres. Y cuando estuvo a punto de recriminar el comportamiento del neerlandés, este habló.

— Es... — El piloto de Red Bull suspiró, cerró los ojos y se frotó la cara —  Es el sueño. — Se excusó por el arrebato, dándole una mirada suave al argentino.

— No te preocupes — Franco se apresuró a decirle, volviendo a formar una sonrisa en su rostro. — Entiendo, cuando hay hambre y sueño, uno nunca es el mismo.

Max evitó su mirada, pareciendo avergonzado por su actuar y refugiándose en unos dulces que empezó a repartir en tres cuencos de plástico.

Checo decidió concentrarse en Franco por el momento, no quería lidiar con lo que sea que pasara por la mente de su amigo.

•••

— Lo siento — El susurro de Max en su oído le hizo estremecer.

Checo giró su cabeza cuidadosamente, para ver al piloto neerlandés que se encontraba recostado en su hombro, balanceándose entre la bruma del sueño y la conciencia.

En algún momento, Max había apoyado la cabeza en el hueco entre su hombro y cuello, acomodándose lo mejor posible para descansar.

— No tienes porqué pedirme perdón. — Le respondió imitando su tono de voz.

— Si tengo. — Insistió, terco, como siempre lo era —No está bien que me comporte de esa manera solo por estar de mal humor. 

— Todos tenemos malos días — Lo calmó —Pero, si igual te quieres disculpar, no es a mi a quien debe ir dirigidas esas palabras. 

Max hizo un sonidito lastimero, acurrucándose más contra su cuerpo. El olor a la loción de afeitar, que el neerlandés usaba, junto con el perfume a cedro característico en él, impregnaba sus fosas nasales. Checo estaba tentado en sostenerlo más de cerca para empaparse a profundidad en esos olores.

¡No mames! ¿Cómo se te va a salir eso, wey? — Le gritó a la pantalla, recibiendo una exclamación de acuerdo del argentino.  

Max soltó una risa silenciosa, aun si no entendía qué es lo que había dicho.



¡Hazte una limpia!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora