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¡Puta madre! Puta suerte, puto equipo, puto deporte...

Sus cosas se encontraban tiradas por todo el cuarto del hotel; polos, camisas y pantalones ocupaban su cama y le parecía haber visto una de sus sandalias de baño en la mesa de noche. 

Cuando Christian terminó de darle las últimas indicaciones del "pequeño viaje", Sergio corrió directo a empacar sus pertenencias.

Estaba completamente seguro - puede que ya no tanto - que el ritual rompe maldiciones que el equipo de Ferrari había practicado en Charles, era puramente una mentira. Lamentablemente, sus creencias no podían hacer nada por cambiar la situación en la que se encontraba.

Aún no encontraba sus lentes favoritos.

—¡Charles!

—  ¿Aló? — Sergio dejó de doblar su camisa al escuchar la voz que le respondió.

Pensó que sería buena idea poder hablar con el precursor del lío en el que se había metido para aclarar algunas - muchas - dudas que le quedaban. Una vez había empezado a abrir su maleta, decidió llamar al monegasco de la parrilla.

¿Carlos?

¡Checo! ¿Cómo estás, hombre?

Carlos...— Pronunció lentamente — ¿Porqué contestas el teléfono de Charles?

Perceval está ocupado embutiéndose de comida, me dejó abandonado y todo ¡Tío, debes venir al bufete!

¿Qué- — El español no le dejó terminar, hablando apresuradamente una vez más.

¡Te digo, que hasta me parece haber visto tacos!

Carlos. — Llamó esta vez su atención, sintiéndose sin un pedazo más de paciencia. — Necesito hablar con Charles.

¡Ni siquiera está acá, hombre! Lo perdimos en la zona de pasta hace un tiempo.

Checo sentía un vena palpitar en el tope de su frente. El día no había sido para nada bueno, y sentía que se iba a poner a llorar o gritar con el más mínimo inconveniente; el español no estaba ayudando para nada a su buen humor en este momento. 

Viendo que esta conversación no estaba llegando a ninguna parte, decidió tomar un nuevo curso de acción.

¿Carlos debería saber algo de lo sucedido, no?

Escúchame. — Tomó una gran bocanada de aire para darse valor antes de soltar una de las oraciones más absurdas antes pronunciadas. — ¿Charles se hizo una limpia?

No lo creo, no le he visto cagar explosivamente, ¿sabes? Pero, joder, estoy seguro que va a coger algún parásito si sigue viniendo aquí.

Hubo un silencio en la línea.

Pues, ¿Qué había preguntado?

Abrió la boca, pensando en explicarse mejor, sin embargo, la cerró al escuchar bulla al otro lado de la llamada.

¿Cagar? ¿Qué no estás hablando con Checo? — la voz de Fernando se hizo presente, lejana por la distancia entre los pilotos.

Pregunta si Charles se hizo alguna limpia. — Se escuchó la voz del Ferrari responder entrecortadamente. Mucho más ruido indistinguible llenó su habitación de hotel.

Checo.

¿Nando?

Te puse en altavoz, Checo. — Carlos aclaró al escuchar la confusión en su voz.

¿Algo nuevo?

Explica bien sobre la limpia, niño.

Una limpia, pues. — Frustrado, Sergio empezó a hacer gestos con sus manos. — Cuando te pasan huevo, unas plantas o lo que sea por el cuerpo.

La línea quedó en silencio por unos segundos.

¡Ah! — Fernando exclamó, seguido por una incontrolable risa de los dos españoles.

Fred se le fue la pinza y nos llevó a un curandero antes de Hungría. — Contó Carlos entre risas — Le dieron una bebida a Charles y rezaron algo raro.

Puta madre... — Maldijo por lo bajo. ¿Él de verdad podría estar maldecido?

¿Para qué quieres saber eso? ¿Red Bull te ha mandado a investigar algo? — El piloto de Ferrari atacó con preguntas — La FIA no prohíbe rituales, eh.

Deja de decir pendejadas, cabrón. — Dijo sin pensar — ¿Para qué te voy a acusar con al FiA? A menos que hayan ido para echarme mal de ojo.

Mucho lio-

¿Por qué preguntas, Checo? — Fernando interrumpió al menor.

Pensé que a Christian se le había zafado un tornillo. — Confesó Sergio con un suspiro. — Voy a México unos días; de hecho, ya mero termino las maletas. Me han dicho que me vaya a checar las auras allá, espantar el susto, las malas vibras y ajá.

Deben estar hasta las narices para que te mande a eso. — Se burló Carlos rápidamente — ¿Max también va?

¿Max?

Sinceramente, a Checo no se le había pasado por la mente que su compañero de equipo también hubiera recibido las mismas instrucciones. No lo había visto desde que la carrera terminó, era algo raro. Suponía que se había ido a desestresar con el resto de mecánicos al bar más cercano, aún así, que no le haya invitado era extraño. Descartó el pensamiento para concentrarse otra vez en la conversación que estaba manteniendo.

No me han dicho nada-

Un ruido fuerte se escuchó por la línea y las voces de sus amigos fueron distorsionadas por hablar a la distancia.

—¡Checo! — El grito feliz de Charles pasó por el altavoz — ¡Hola!

— Char' — Saludó con un poco más de ánimos al monegasco — ¿Dónde estabas?

—¡Hay mucha comida acá! No puedo desperdiciar mi tiempo sentándome a comer. ¿Pasó algo? — La voz del piloto de Ferrari se llenó de preocupación.

— Nada importante, Charles, — Se apresuró a contestar — Voy a México unos días.

— ¿A Úadalajara? — Preguntó animadamente — Pero solo faltan unos días para el otro Premio. ¿Para qué vas?

— Me van a hacer una limpia. — Dijo con un suspiro. No esperaba acostumbrarse a comunicar esa razón.

¿Linpia? — Charles pronunció torpemente.

— Lo que te hicieron a ti en Mónaco. — Carlos interrumpió la conversación. — ¿Recuerdas?

— ¡Ah! Si, si. — Todos se quedaron en silencio unos momentos. Sergio aprovechó para guardar las prendas ya dobladas en las valijas. — ¿Podemos acompañarte?

La pregunta del monegasco le llenó de ternura. El más joven se escuchaba preocupado por lo que implicaba el ritual que podrían hacerle en su tierra natal.

Eso suena a manada...— El murmuro lejano de Carlos, lo sacó de su trance.

— No hay problema, Char'. Si quieres puedes venir. — Sergio decidió ignorar deliberadamente lo dicho por el más joven de los españoles.

— ¡Gracias, Checo! Apúrense para hacer las maletas.

— ¿Yo también? — Fernando preguntó a la lejanía.

— ¡Todos!

El quejido de Carlos fue lo último que escuchó antes que la llamara se cortara.

¡Hazte una limpia!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora