nuestro incierto futuro

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La luz del amanecer entraba suavemente por la ventana, iluminando la habitación donde Tsukishima y Yamaguchi dormían. Yamaguchi despertó primero, aún algo aturdido por los eventos recientes. Se levantó despacio, intentando no despertar a Tsukishima, y se dirigió a la sala con su perrito. Se sentó en el sofá, encendió la televisión y comenzó a acariciar al cachorro, hablándole en susurros.

—Si Kei se despierta, nos va a regañar por levantarnos tan temprano, ¿verdad? —dijo con una sonrisa, acariciando las orejas del perrito.

En ese momento, Tsukishima apareció en la puerta, con los cabellos alborotados y aún con los ojos entrecerrados. Se acercó y abrazó a Yamaguchi por la espalda, dejando un suave beso en su mejilla.

—Buenos días, Tadashi —murmuró con voz ronca y adormilada, apretándolo contra su pecho.

Yamaguchi sonrió, sintiendo un leve sonrojo en sus mejillas.

—Buenos días, Kei. Voy a preparar el desayuno —dijo, soltándose suavemente del abrazo, pero Tsukishima lo detuvo.

—No, espera. Hoy el perrito y yo nos encargamos de eso.

Yamaguchi asintió y se quedó en la sala mientras Tsukishima preparaba el desayuno. Se sentaron juntos en la mesa, con el perrito a sus pies, disfrutando del momento tranquilo. Sin embargo, la mente de Yamaguchi estaba en otra parte, perdida en pensamientos sobre el futuro, y sin darse cuenta, murmuró en voz baja la palabra "casarse".

Tsukishima levantó la vista y le preguntó:

—¿Dijiste algo?

Yamaguchi, sonrojado, negó rápidamente.

—No, no. Debe haber sido tu imaginación.

Tsukishima sonrió mirando hacia abajo, como si hubiera entendido lo que pasaba por la cabeza de Yamaguchi, pero decidió no presionar.

Después de desayunar, Tsukishima sugirió que se cambiaran para salir. Yamaguchi se sorprendió.

—¿No tenías entrenamiento hoy?

—Lo cancelé —respondió Tsukishima—. Prefiero quedarme contigo, quiero asegurarme de que estés bien.

—Kei, de verdad, estoy bien. Solo fue un desmayo.

—No importa. Tu salud es más importante que cualquier entrenamiento.

Ambos se cambiaron y salieron, dejando al perrito en casa. Mientras caminaban por la ciudad, Tsukishima comenzó a hablar de su próximo cumpleaños. Yamaguchi lo escuchó, aunque su mente seguía divagando. Pensó en sus amigos, en cómo sería si estuvieran en Japón para celebrarlo con ellos.

—No te preocupes —dijo Tsukishima—. Podemos hacer algo pequeño, solo los dos. Yo me encargaré de todo.

Yamaguchi asintió, pero al escuchar esas palabras no pudo evitar pensar en algo travieso, imaginando las ideas pervertidas que tsukishima podría tener para una ocasión así. Tsukishima notó su expresión ruborizada y sonrió.

—¿En que piensa esa mente tuya?—menciono Tsukishima de manera burlona acercándose a yamaguchi.

—¿Yo? E-en nada —respondió Yamaguchi poniéndose nervioso por tener a Tsukishima cerca de el.

Tsukishima solto una carcajada.

—Amo que te pongas nervioso cuando me acerco, como si fuera nuestro primer beso o como si no te hubiera visto desnudo.

—¡Cállate idiota!—exclamo Yamaguchi sonrojado.

En lo que Yamaguchi se alteraba, Tsukishima le robo un beso, dejando a yamaguchi en blanco.

—Bueno, vamos a comer helado —sugirió riendo.

Yamaguchi aceptó, y mientras Tsukishima pedía los helados, Yamaguchi volvió a pensar en el tema del matrimonio. Deseaba tener una familia, imaginarse casado, cuidando de Tsukishima y, tal vez algún día, formar una familia propia. Ese pensamiento lo llenaba de ilusión, pero también de dudas.

Tsukishima regresó con los helados y, mientras caminaban, Yamaguchi observó a una familia con una niña pequeña. Se sintió embargado por un sentimiento de envidia y deseo. Tsukishima lo notó y le preguntó.

—¿Te gustaría formar una familia?

Yamaguchi se sorprendió, pero sonrió y asintió lentamente.

—Sí, en el futuro, quizás. No ahora, es demasiado pronto. Quiero disfrutar de nuestro tiempo juntos primero.

Tsukishima lo miró con comprensión y le acarició el cabello.

—Lo que sea que tengas en mente, solo prométeme que siempre me lo dirás. No te lo guardes.

Yamaguchi asintió.

—Siempre, Kei.

Al regresar a casa, encontraron al perrito en el suelo, desmayado. Yamaguchi entró en pánico, dejando salir un torrente de feromonas en su angustia. Tsukishima lo abrazó fuerte, liberando sus propias feromonas para calmarlo.

Después de tranquilizarlo, llevaron al perrito con una vecina que tenía conocimientos de veterinaria. Ella les explicó que el desmayo se debía a los efectos del humo de un incendio reciente y les recomendó llevarlo a una clínica para obtener medicación adecuada.

Aliviados de que no fuera grave, regresaron a casa. Yamaguchi alimentó al perrito y Tsukishima lo observó, sintiendo un cálido afecto por la forma en que Yamaguchi cuidaba de ellos.

—Vamos a dormir —dijo Tsukishima, y Yamaguchi asintió, yendo a cambiarse.

Tsukishima lo arropó al acostarse, y se echó a su lado, dándole un suave beso en la frente.

—Buenas noches, Tadashi.

Yamaguchi sonrió, cerrando los ojos con tranquilidad.

—Buenas noches, tsukki

Fin.

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Y le dio cancer a alguien. Fin. JAJAJAJAJAJAJAJAJA

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En lo nuestro no hay final [Tsukiyama-omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora