《2》

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La escalera de caracol parecía interminable mientras Jimin ascendía una vez más hacia el último piso de la torre. Todavía sentía el cuerpo tembloroso por la descarga de adrenalina, pero esta vez no se preocupó por el ruido de sus pasos. Al llegar, dejó caer la bandolera al suelo sin cuidado y se dejó caer en el sofá, exhausto. Unas cuantas hojas habían quedado enredadas en su cabello, y con manos distraídas comenzó a retirarlas, una a una.

"¿Jimin?" La voz de su madre resonó suavemente desde la puerta del dormitorio. Salió con la bata desarreglada y el cinturón aún a medio anudar, una sonrisa somnolienta en los labios. "¿Madrugaste para dar un paseo, cariño?"

"Sí" respondió Jimin con un suspiro, sin ánimo de discutir o inventar excusas; cualquier escena dramática se sentía innecesaria. No había nada más que decir.

Su padre apareció poco después, abrazando a su madre por detrás con gesto familiar y cariñoso. "No puedo creer que nuestro niño ya esté en la Academia Medianoche."

"El tiempo pasa tan rápido..." murmuró su madre, suspirando con melancolía. "Cuanto mayor te haces, más deprisa parece volar."

"Lo sé" añadió su padre, sacudiendo la cabeza con resignación.

Jimin refunfuñó en silencio; conocía demasiado bien esa conversación repetitiva. Era como un juego compartido, un intercambio de palabras que se habían vuelto un mantra familiar, una broma que nunca terminaba de cansarles. Las sonrisas en los rostros de sus padres se ampliaron, llenas de ese afecto que solo los años de cercanía podían forjar.

'Parecen demasiado jóvenes para ser tus padres' solía comentar la gente del pueblo, aunque lo que realmente querían decir era: 'demasiado guapos.' Y no se equivocaban en ninguno de los dos sentidos.

El cabello de su madre brillaba en un tono acaramelado, suave y reluciente, mientras que el de su padre era de un rojizo tan oscuro que casi se confundía con el negro. Él era de estatura media, robusto y musculoso, con una presencia imponente; su madre, en cambio, era pequeña y delicada, con un rostro perfectamente ovalado, como un camafeo antiguo. Su padre, con una mandíbula cuadrada y una nariz que parecía haber sido esculpida a golpes en peleas de juventud, poseía una rudeza atractiva que solo lo hacía más fascinante.

Jimin, en contraste, era una mezcla peculiar de ambos. Su cabello, de un rojizo que no podía describirse de otra forma que rojizo y su piel, pálida hasta lo mortuorio, parecían reflejar un ADN que, en lugar de seguir la dirección esperada, había dado un giro brusco hacia lo inesperado. "Serás un hombre muy guapo" solían decirle sus padres con una convicción que, aunque sincera, sonaba como el consuelo universal que todos los padres ofrecen a sus hijos.

"Vamos a prepararte algo de desayunar" dijo su madre, dirigiéndose a la cocina con la voz cargada de amabilidad. "¿O ya has comido algo?"

"No, todavía no."

Jimin se dio cuenta, un poco tarde, de que hubiera sido una buena idea comer algo antes de su gran escapada. Su estómago rugía de hambre y no pudo evitar pensar que, de no haber sido por Yoongi, en ese momento estaría vagando por el bosque, famélico, con una larga caminata hasta Riverton por delante. Un plan de fuga que dejaba mucho que desear.

La imagen de Yoongi se coló en su mente de repente: él abalanzándose sobre Jimin, ambos rodando por el suelo, entre la hierba y las hojas caídas. Recordó el susto que le había dado en aquel momento, un estremecimiento que ahora sentía por razones muy distintas.

"Jimin." La voz de su padre lo sacó de golpe de sus pensamientos. Lo miró con seriedad, y una sensación de culpa se instaló en su pecho. ¿Acaso su padre había adivinado lo que estaba pensando? No, era imposible. Pero la expresión de su padre, sin la usual sonrisa, le provocó una inquietud palpable. "Sé que no es lo que más deseas, pero Medianoche es importante para ti."

Medianoche. 1✔️ ¬YoonMin¬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora