Umbral Oscuro

Capitulo 12: Apertura

Mushicam: (No hay mushicam :c)

 Su mente parecía que entraría en un estado de caos, pero... Solo sintió una fría corriente y se había ido, este movió la cabeza, con cierta molestia, y al enfocar su vista pudo visualizar a la mujer que tenía al lado, un tanto maravillado por la belleza de esta. No parece sobrepasar los veinte, parecia joven, con cabello corto atado en una cola de caballo, su cabello posee un tinte marrón claro. En su rostro tiene cuatro lunares, dos debajo de su ojo izquierdo, uno en el lado inferior derecho de su boca y uno en su mejilla izquierda. Había algo en ella que lo llenaba de emociones confusas.
Pero sus pensamientos fueron interrumpidos por una voz servicial, dolida y un poco dulce lo interrumpió, sacándolo de sus pensamientos.
—Chico... ¿Vas a pedir algo?—preguntó una servicial y algo temerosa voz—Tenemos.. Eh.. carne de res, pechuga de pollo, pescado, algo de pan, pero se nos acabó el hígado de mendrish...
Al terminar de escuchar las opciones que esta chica le daba, volteo a ver a Nadia, esta se ve tranquila, al parecer observando que Kyung elija alguna opción. Y en una cantidad de tiempo comparable a una cifra infinitesimal olvido por completo lo que estaba a punto de atormentarlo, para sonreír aún más por la idea de la comida.

—¡Carne por favor!—Exclamó Kyung, con una sonrisa infantil mientras situaba sus manos en la mesa inconscientemente.
La ahora identificada como mesera, se sobresaltó ligeramente ante el gesto tan inusual, aun así solo asintió y se fue.
Nadia aún mantenía su postura, observando con curiosidad y algo de desconcierto a Kyung.
—Todo bien, niño?—Murmuró, posicionando sus dos manos en la mesa.

—¡Por supuesto! ¡Voy a comer carne! ¿Puedes creerlo? ¡Carne! —dijo con una alegría que casi resultaba contagiosa.

Nadia entrecerró los ojos, frunciendo ligeramente el ceño mientras jugueteaba con un mechón de su desordenado cabello. Se sumió en sus pensamientos contradictorios, confusa por la inocencia desbordante de Kyung.
—¿Te emociona tanto una comida? —soltó, con una risa seca—No sé si es triste o estúpido.

Kyung se encogió de hombros, aún sonriendo. Para muchos, la comida era algo básico, cotidiano, pero para él, era un lujo que apenas empezaba a descubrir.
—No lo sé... simplemente no he tenido muchas oportunidades de elegir lo que quiero comer—respondió, su tono ligeramente titubeante—¿Siempre es así aquí afuera?

Nadia levantó una ceja, inclinándose hacia adelante mientras apoyaba ambos codos sobre la mesa.
—¿Aquí afuera? ¿Qué quieres decir con eso? —preguntó, su tono sarcástico suavizándose un poco por la curiosidad.

Kyung dudó por un momento, tratando de ordenar sus pensamientos. Miró a su alrededor, como si buscara las palabras adecuadas entre las sombras y los murmullos del bar.
—Quiero decir... en el mundo fuera de mi pueblo, esto de pedir la comida que deseas—murmuró, sus ojos reflejando una mezcla de confusión y fascinación—No recuerdo mucho, pero sé que no era así donde yo vivía.

Nadia se quedó en silencio por un momento, su mirada evaluando a Kyung con más profundidad.
—Tú y tus malditos secretos —dijo finalmente, su voz está teñida de una amargura resignada y un poco de jugueteo—No es que me importe mucho, pero dime, ¿qué tan jodido estaba tu pueblo para que este lugar te parezca extraño?

Kyung frunció el ceño, esforzándose por recordar algo concreto. Fragmentos de imágenes y sensaciones pasaban por su mente, pero eran como sombras elusivas que se desvanecen en cuanto intentaba capturarlas.
—No... no lo sé. No recuerdo mucho —admitió—Solo que... había menos ruido. Menos... cosas.

Nadia soltó una risa seca, sin humor.
—¿Estás comparando un pueblo sellado con el exterior? eres mas idiota de lo que pensé—Musito, con algo de molestia y burla en sí—bienvenido al mundo real, niño. Aquí fuera, todo está jodido. No hay un lugar decente aquí, sabes? sólo diferentes grados de mierda—dijo, con una voz un poco menos burlona—La gente lucha, mata y muere por cosas que no valen nada. Así es la vida.

Kyung la miró, con una mezcla de tristeza y comprensión.
—Parece... triste —murmuró.

Nadia soltó un suspiro, su expresión cambiando a una de cansancio.
—Lo es. Y créeme no hay muchas opciones —dijo, justo cuando la mesera regresaba.