Afecto.

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Bridget adoraba a su hija. La adoraba más que cualquier cosa.

La adoraba más que hacer pastelillos por la mañana, por ejemplo.

Cuando Bridget se enteró de que estaba esperando a una pequeña niña, fue el día más feliz de toda su vida. Una nueva vida se estaba formando dentro de ella, y nada podía ser más maravilloso que eso.

Cuando Red nació, se dio cuenta de que la vida de soledad en la que se había encerrado en los últimos años, había terminado. Bueno, Bridget siempre tenía a Ella, pero su mejor amiga no se podía ir a vivir al país de las Maravillas. Ella tenía una responsabilidad con su marido y sus hijos, no con ella.

Y cuando la tuvo entre sus brazos, Bridget juró que sería la mejor mamá que el país de las Maravillas pudiera haber visto alguna vez. Iba a proteger a su pequeña Red de todos los males que pudieran existir, y le daría todo el amor que nunca pudo recibir.

Por eso, Bridget siempre le hizo saber a su hija cuanto la amaba. Todo el tiempo, a todas horas, Bridget le decía a Red que era la adoración de su vida. No era algo que hubiera cambiado con los años. Muy por el contrario, Bridget sabía que su hija se reconfortaba tanto como ella, cuando le recordaba cuanto la quería.

Red sabía cuanto le había dolido a su madre tener que aceptar la propuesta del Rey Ben para que la Princesa de Corazones fuera a estudiar en Auradon Prep.

¿Estar casi todo el año separada de ella? ¿Ver a su hija solo en las vacaciones? ¿Acaso estaban esperando a que muriera de tristeza o algo por el estilo? Por qué eso era lo que iba a pasar.

Sin embargo, Red parecía estar emocionada por ir, y Bridget no podía culparla por eso, ella se había sentido igual cuando quiso ir a la academia de Merlín. Después de todo, Red siempre había sido educada en casa, era normal que quisiera salir y tener amigos.

Bridget había conocido a Ella en esa época, por lo que no tendría ningún sentido rechazar las peticiones de su hija, ella no podía negarle ese derecho a su hija, no era un monstruo.

Pero, en todos los días que había estado ayudando a su hija para prepararse para la inminente partida hacia Auradon, Bridget fue todavía más insistente en decir lo mucho que adoraba a su hija, y lo mucho que la extrañaría en todo ese tiempo.

¿Qué podía haber cambiado en un par de horas? Bridget no estaba segura. En el viaje de camino a la madriguera de conejo, todavía le estaba preguntando a su hija si estaba completamente segura de su decisión. Todavía la estaba abrazando, mientras Red le recordaba que no podía cursar de nuevo la preparatoria, solo para seguir a su lado.

Red todavía estaba jugando con su nueva baraja de cartas mientras estaban en el carro. Asegurándole que iba a aprender una cantidad absurda de trucos nuevos mientras estuviera en la escuela, para enseñárselos en las vacaciones de Navidad.

Bridget solo se había distraído un minuto. Solo fue en lo que saludaba a Ella, solo fue mientras le preguntaba como iba todo en su reino. Solo en lo que bromeaba sobre como Ella se había convertido en una reina digna de ser odiada por su versión más joven.

Solo se estaba riendo un rato, y su hija ya no estaba a su lado. Cuando volteó la cabeza, Bridget se dio cuenta de que, por primera vez en quince años, no tenía a una persona a su lado.

Intentó recordarse que no había una razón por la que estar triste. Seguramente, Red hubiera visto a la hija de Ella, Chloe, y se habían puesto a platicar. Ambas chicas habían sido amigas desde que eran muy niñas, y Red siempre parecía estar muy cómoda a su lado.

Lo extraño era que Red no le hubiera avisado donde estarían, incluso si eso la distraía de su conversación con Ella. Red siempre avisaba de esas cosas, ¡Red interrumpía a reuniones importantes de la corte solo para avisar que saldría del palacio!

Yo te amo, te amo || DescendientesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora