𝟖. 𝐑𝐮𝐧𝐚𝐰𝐚𝐲 𝐁𝐫𝐢𝐝𝐞

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La caótica situación previa había dejado a Chaeyoung con una mezcla de emociones encontradas, pero una promesa clara en su corazón: regresar definitivamente a la casa que compartía con Jennie. Sabía que este retorno no sería fácil ni inmediato, pues aunque ambas estaban bajo el mismo techo, había una barrera invisible que todavía las separaba, una distancia emocional que, aunque tenue, seguía pesando en el ambiente. Esa distancia no había cambiado por completo, y, sin embargo, algo había empezado a moverse entre ellas. Un equilibrio delicado, casi inestable, se había formado, donde la tentación de los besos y el contacto físico había quedado suspendida en el aire, retenida por el compromiso de sanar primero el alma antes de ceder al deseo.

Chaeyoung, a pesar de sus instintos, sabía que debían mantener esa distancia dolorosa, una tortura lenta y prolongada que ambas sufrían en silencio. Era un sacrificio necesario, un acto de paciencia y madurez que debía llevarlas a una comprensión más profunda de su relación. La joven Alfa debía comprender que, por ahora, los impulsos naturales que las llamaban a unirse físicamente debían ser reprimidos, no por falta de amor, sino porque tanto Jennie como ella necesitaban reconstruir el vínculo emocional que una vez las unió de forma tan intensa.

Era un proceso desgarrador, uno que les exigía más que solo fuerza de voluntad. Les exigía que soportaran el peso del tiempo, que resistieran la tentación de buscar consuelo inmediato en los brazos de la otra. Dolía estar separadas, incluso cuando compartían el mismo espacio. Dolía intensamente no poder rendirse a los impulsos que nacían de su propia naturaleza, esa atracción innata que las conectaba de una manera profunda y casi instintiva. Los efectos de las feromonas, de esa conexión física que tanto había definido su relación en el pasado, ahora se convertían en un recordatorio doloroso de lo que habían perdido, y de lo que aún podían recuperar, si lograban cruzar esta etapa sin rendirse.

Jennie, consciente de este desafío, se vio obligada a recurrir a inhibidores y supresores cada vez que Chaeyoung estaba cerca. Era la única manera de frenar los impulsos que su cuerpo le dictaba, una medida extrema que, aunque le causaba cierto malestar, sabía que era necesaria para evitar caer en la tentación de cerrar la distancia entre ellas antes de tiempo. Cada vez que Chaeyoung se acercaba demasiado, cada vez que sus miradas se cruzaban y el aire parecía llenarse de esa tensión palpable que las rodeaba, Jennie recordaba la importancia de mantener el control. Tener a Ella, su hija, cerca constantemente también ayudaba. La pequeña niña se convertía en un ancla que las mantenía enfocadas en lo que realmente importaba: su familia. Con Ella entre ellas, la soledad no tenía espacio para colarse, y aunque el deseo seguía presente, se transformaba en una lucha más soportable.

Los primeros días de esta nueva convivencia fueron crueles. El silencio se sentía espeso, las miradas evitadas, los roces accidentales que desencadenaban pulsos eléctricos de deseo contenían tanto dolor como pasión reprimida. No había palabras suficientes para describir lo tortuoso que era compartir el mismo espacio y, al mismo tiempo, estar tan lejos emocionalmente. Chaeyoung había tomado la decisión de quedarse, pero sabía que esto implicaba mucho más que simplemente estar presente físicamente. Implicaba un compromiso emocional profundo, una voluntad férrea para mantenerse fiel al propósito de sanar antes de ceder a cualquier tipo de tentación.

Había noches en las que el insomnio se apoderaba de ambas, cada una en su propio rincón de la cama, con sus cuerpos a centímetros de distancia, pero sus corazones latiendo al mismo ritmo, como si estuvieran en una danza constante de atracción y repulsión. Cada suspiro de Jennie, cada movimiento leve de Chaeyoung, se sentían como pequeños terremotos que sacudían la delicada paz que intentaban construir. Pero ni una ni la otra rompían ese pacto silencioso de distancia. Sabían que debían resistir.


Y entonces, finalmente, llegó el gran día: la boda de Lisa y Jisoo. Ese evento marcaba un hito en sus vidas y se sentía como un respiro necesario después de semanas de lucha interna. Para Chaeyoung, la emoción de ser una de las damas de honor añadía un toque especial al día. Lisa, su amiga de toda la vida, estaba radiante de felicidad, y Jisoo, con su calma y dulzura natural, equilibraba perfectamente la energía de la ocasión. La temática del evento era un elegante juego de colores entre azul y blanco. Jisoo, como la novia Omega, vestía de blanco, mientras que Lisa, la novia Beta, iba acompañada por su séquito en tonos azulados, siendo Chaeyoung una de las que debía lucir ese color.

𝐅𝐨𝐫𝐛𝐢𝐝𝐝𝐞𝐧 𝐋𝐨𝐯𝐞 𝐈𝐈 || 𝐂𝐡𝐚𝐞𝐧𝐧𝐢𝐞 𝐎𝐌𝐄𝐆𝐀𝐕𝐄𝐑𝐒𝐄 𝐆!𝐏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora