★𝙈𝙚𝙡𝙤𝙙𝙞𝙖𝙨★↬ᴏɴᴇ ꜱʜᴏᴛꜱ ʀᴏᴄᴋꜱᴛᴀʀꜱ

𝙲𝚕𝚒𝚏𝚏 𝙱𝚞𝚛𝚝𝚘𝚗 ~ Efímero

"27 de septiembre, recordamos tu legado eterno, Cliff. Tu música y espíritu siguen inspirándonos. Tu presencia resuena en cada nota, gracias por tu esencia y don inolvidable." ♥︎

El sol comenzaba a caer en el horizonte, llenando el cielo con tonos cálidos de naranja y rosa, como una pintura que se extendía hacia el infinito. Las sombras de los árboles se alargaban sobre el césped, creando un juego de luces y oscuros que me envolvía mientras caminaba descalza por el patio. Podía sentir el suave crujido de la hierba bajo mis pies, el viento cálido que acariciaba mi piel, y en el aire flotaba el aroma a tierra mojada y hojas secas, como si el mundo estuviera en una pausa perfecta, entre el día y la noche. Todo parecía vibrar con una paz que pocas veces había experimentado.

Al fondo, lo vi a él. A Cliff, de pie, con su figura alta y delgada, casi en armonía con el paisaje. Estaba inclinado sobre una mesa de madera vieja, moviendo algunas cajas, organizando pequeños objetos que apenas podía distinguir desde donde estaba. Sus gestos eran tranquilos, fluidos, como si aquello que estaba haciendo fuera lo más natural del mundo. El viento mecía su cabello largo, enredándolo en la brisa, y a pesar de la distancia, su presencia llenaba el espacio. Algo en mí vibraba cada vez que lo miraba, una mezcla de asombro y familiaridad.

Por un momento, me quedé quieta, solo observándolo. Sentí una calidez profunda en mi pecho, una sensación que iba más allá de lo físico. Era como si el simple hecho de estar en el mismo espacio que él me anclara a la realidad, como si todo estuviera en su lugar solo porque él estaba allí. Había algo tan natural, tan perfecto en nuestra conexión, que no necesitaba decir nada. Solo estar cerca de él me bastaba.

El aire estaba cargado de una tranquilidad casi mágica. A lo lejos, el canto de los pájaros se apagaba lentamente, cediendo el paso al silencio, mientras las últimas luces del sol acariciaban suavemente su piel. El patio en el que nos encontrábamos era pequeño pero acogedor, rodeado de árboles altos que parecían vigilar el espacio con calma, y una leve bruma comenzaba a levantarse desde la tierra, envolviendo todo en una suave capa de irrealidad.

A pesar de la paz exterior, dentro de mí sentía una energía burbujeante, una especie de emoción contenida que aumentaba con cada segundo que pasaba mirándolo. Mi mente vagaba entre los recuerdos del tiempo compartido, de las risas, de los momentos en los que habíamos conversado hasta el amanecer. Ese fin de semana había sido un escape perfecto, un viaje improvisado lejos de todo, solo nosotros dos, conduciendo sin rumbo, descubriendo pequeñas cafeterías escondidas, caminando por senderos solitarios, hablando de todo y de nada al mismo tiempo. Era en esos momentos, lejos del ruido del mundo, cuando más podía sentir la verdad de lo que había entre nosotros.

Cliff levantó la vista de las cajas que estaba organizando y, por un segundo, nuestros ojos se encontraron. Había algo en su mirada que siempre me hacía sentir como si me viera de una manera diferente a los demás, como si entendiera partes de mí que ni siquiera yo había comprendido del todo. Era una sensación extraña, como si estuviera desnuda ante él, pero no de una forma vulnerable o expuesta, sino conectada a un nivel más profundo, más auténtico.

Ya está todo en orden-, dijo con su voz grave, que siempre me hacía vibrar, como si sus palabras pudieran traspasarme. -Fue un buen día, ¿verdad? Creo que hicimos lo que necesitábamos.

Sus palabras flotaron en el aire, y me hicieron sonreír. Recordé las horas anteriores, los momentos que habíamos compartido. Habíamos pasado el día explorando el campo, caminando por senderos serpenteantes entre los árboles, hablando sobre cualquier cosa que cruzara nuestras mentes, pero con una sensación de quietud que solo podía existir entre nosotros. Había sido uno de esos días donde el tiempo parecía detenerse, y todo lo que importaba estaba ahí, entre risas y silencios compartidos.