El llamado del nuevo mundo

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Un solo día había transcurrido desde la llegada de Nazarick a este desconocido mundo, pero ya la atmósfera alrededor del mausoleo comenzaba a cambiar drásticamente. Era como si su mera presencia en la superficie provocara una oleada de actividad en los alrededores, alterando el equilibrio natural de este lugar.

Desde las alturas de Nazarick, la vista era impresionante y perturbadora a la vez. El mausoleo se erguía como una fortaleza oscura en medio de un paisaje antes intocado, ahora manchado por los cuerpos inertes de diversas criaturas. Bestias de formas extrañas y tamaños variados yacían desperdigadas por el terreno, algunas carbonizadas por magia, otras despedazadas por fuerzas físicas abrumadoras. El contraste entre la belleza natural del entorno y la carnicería reciente era sobrecogedor.

Los informes llegaban uno tras otro al Gran Salón del Trono, detallando cómo los monstruos locales eran atraídos inexplicablemente hacia Nazarick, como polillas hacia una llama.

Dentro del Gran Salón del Trono, Momonga permanecía sentado, su figura esquelética contrastando con el lujo que lo rodeaba. Observaba en silencio el vacío frente a él, mientras meditaba sobre las posibles causas de este fenómeno.

¿Acaso estamos emitiendo algún tipo de energía que los atrae?, se preguntaba, con una mezcla de inquietud y curiosidad. Los intrusos hasta el momento habían sido insignificantes, eliminados con facilidad, pero la situación no dejaba de parecerle inusual y potencialmente peligrosa.

Albedo, siempre eficiente y leal, dio un paso adelante e inclinó la cabeza con reverencia. Su belleza etérea contrastaba con la seriedad de su expresión.

—Momonga-sama —comenzó, su voz melodiosa pero firme—, las defensas de Nazarick han prevalecido una vez más. Esta ha sido la cuarta oleada de intrusos desde nuestra llegada, y todos han sido neutralizados sin esfuerzo.

Momonga giró lentamente su cráneo hacia Albedo, sus ojos rojos brillando intensamente.

—Cuatro oleadas... ¿Cuánto más durará esto, Albedo? El hecho de que estas criaturas sean de bajo nivel no me tranquiliza del todo.

Albedo, percibiendo la preocupación en la voz de su señor, respondió con convicción:

—No tema, Momonga-sama. Nazarick está preparado para cualquier amenaza, sin importar su magnitud. Su gloria no será empañada por estas bestias insignificantes.

Con un leve movimiento de su mano esquelética, Momonga invocó un espejo de visión mágica frente a él. La superficie cristalina cobró vida, reflejando los alrededores de Nazarick en tiempo real. La imagen de los bosques y colinas que rodeaban el mausoleo llenó el salón, mientras criaturas errantes eran aniquiladas antes de acercarse demasiado.

—Convoca a Sebas —ordenó Momonga, su voz resonando con autoridad—. Dile que realice una patrulla en un radio de 10 kilómetros. El comportamiento de estas criaturas debe alertar a los aventureros de la zona, y no podemos permitir que nos descubran tan pronto.

—Sí, Momonga-sama —asintió rápidamente Albedo—. Haré que Sebas supervise personalmente la patrulla y garantice que ningún aventurero se acerque demasiado.

En ese momento, un eco de pasos resonó en el gran salón. Demiurge entró con su característica sonrisa calculadora, inclinándose respetuosamente ante el trono.

—Momonga-sama —dijo con su tono suave pero seguro—, he venido a ofrecer una sugerencia, si me permite. Dado que estas criaturas parecen estar inusualmente atraídas hacia nosotros, propongo que capturemos un ejemplar de cada una para estudiarlas más de cerca.

Momonga giró ligeramente la cabeza, observando al astuto Demiurge. La propuesta tenía sentido. Necesitaban más información sobre este nuevo mundo, y entender a las criaturas locales podría ser de gran utilidad.

Nazarick en OrarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora