La odisea de Kael, que había iniciado con un sueño, mostraba su dificultad. Pues no bastaba con solo conocer el destino. El kobold había recorrido a ciegas durante varios kilómetros, y la imagen de aquel mausoleo y sus hermanos xenos era lo que lo motivaba a continuar su camino.
En su travesía, cruzó diversos asentamientos humanos que contrastaban con la grandeza de Orario. Desde pequeñas aldeas hasta campamentos de criaturas hostiles que, aunque intentaban atacarlo, parecían más débiles en comparación con las que el calabozo engendraba.
Al finalizar el primer día, intentó comunicarse con los Xenos o Fels a través del óculus; sin embargo, solo el silencio respondió su llamada, lo cual avivó en él la preocupación por una nueva anomalía en el interior del calabozo. Intentando tranquilizarse, trepó a un árbol para pasar el resto de la noche y descansar un poco.
El sol comenzó a calentar su pelaje anunciando un nuevo día. Manteniendo el objetivo del día anterior, Kael comenzó a adentrarse sigilosamente en la espesura del bosque; no obstante, su audición mejorada le advirtió sobre seres que se acercaban a él. Preparó su arco y, con sus sentidos agudizados, comenzó a buscar el origen del ruido. La calma del día anterior se quebró cuando divisó a un grupo de goblins y orcos que parecían marchar. Aquel comportamiento era inusual incluso en el interior del calabozo.
Kael se mantuvo oculto ante estos nuevos enemigos, ya que para los Xenos, las criaturas ordinarias eran una amenaza: siempre reaccionaban violentamente en su contra, a pesar de ser engendrados por la misma 'madre'. El contingente se detuvo de manera abrupta, y Kael, temiendo haber sido descubierto, tensó rápidamente el arco y comenzó a liberar flechas, las cuales impactaron en los goblins de la retaguardia. Sin embargo, miraba con incredulidad cómo los tres orcos que lideraban el contingente eran abruptamente derrotados.
Aprovechando la confusión que existía entre los goblins, trepó a un árbol para tener una mejor vista de lo que ocurría al frente. Sin embargo, cuando alcanzó la altura suficiente para observar el panorama completo, la batalla ya había finalizado. En el suelo quedaban los cuerpos agonizantes; algunos habían perdido extremidades, y otros solo esperaban exhalar su último aliento para volverse cenizas.
Con cautela, Kael se acercó al campo de batalla desde las copas de los árboles. Dudaba si era seguro bajar y exponerse, pero lo que vio frente a él le hizo bajar la guardia. Delante suyo se revelaba algo inquietante: lo que a la distancia parecía una pequeña montaña, ocultaba en su interior el mausoleo que en sueños había vislumbrado. Atraído como una polilla a la luz, descendió del árbol y caminó hacia la entrada, donde cenizas y cuerpos lo esperaban.
El crujido de un hueso al ser pisado lo despertó del trance en el que parecía estar. —Debo informar a Fels y al resto —murmuró mientras retrocedía, su respiración entrecortada y su corazón martillando contra su pecho. No podía dar fe a lo que tenía frente a él: su primera aventura había sido todo un éxito. Alegre, el kobold se disponía a trepar nuevamente a los árboles para evitar ser visto, sin embargo, una voz cortante quebró el silencio, provocando que detuviera su andar.
—¡Vaya! —resonó una voz juvenil—. Eres el primero que puede hablar.
Kael giró buscando el origen de la voz, al mismo tiempo que preparaba su arco por instinto. Frente a él había una joven de aspecto inocente, pero cuya postura y ojos revelaban su naturaleza peligrosa. La presencia de la elfa hizo que Kael emitiera una advertencia.
—¡Atrás! —advirtió con voz tensa mientras apuntaba. El sudor frío que recorría su cuerpo no era producto del esfuerzo físico; él había estado cerca de aventureros de élite, incluso había conocido al Xeno más fuerte, pero jamás había sentido el aura que emanaba de la niña. Sabía que no tenía oportunidad si luchaba de frente.
ESTÁS LEYENDO
Nazarick en Orario
Fanfiction¿Qué pasaría si la tumba de Nazarick llegara al mundo de Danmachi? Averiguemozlo