Capítulo 1: Jade Harley

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Existía una cuestión que nunca comprendí; una pregunta cuya respuesta jamás logré encontrar. Era un dilema; una duda tan profunda, tan relevante para mí, que me arrebató, por muchos años, el sueño; me impidió descansar.

¿Por qué rayos era tan importante asistir al primer día de clases?

No importaba cuánto intentara comprenderlo; no tenía sentido. ¿Qué tenía de emocionante? ¿Reencontrarse con los amigos? ¿Conocer a los nuevos profesores? Já. Como si esas cuestiones tan banales fueran merecedoras de mi tiempo. ¡No me mal entiendan! Adoro a mis amigos pero, mierda, no necesito ir a clases para verlos. ¡Los veo todo el tiempo!

Todo lo mencionado anteriormente son sólo menudencias; insignificancias. Si hubiera tenido la oportunidad, habría cambiado, sin dudar, tales nimiedades por unas cuantas horas de sueño. Lastimosamente, como mi vida no es perfecta, no tuve otra opción; debí abandonar mi suave lecho para asistir a clases. Una desgracia, ¿no?

Volver al instituto no fue muy diferente de las veces anteriores. Parecía un círculo vicioso, sin fin, pues las actividades se volvieron a repetir, sin cambiar en absolutamente nada, por sexta vez consecutiva desde que había arribado al instituto; sí, lo contaba. 

Los profesores, sabiendo que no recordaríamos nada, repasaron algunas clases. Nos dictaron unos conceptos básicos (los cuales no copié, por cierto, ya que no tenía sentido copiarlos de nuevo; ¡ya los tenía en el cuaderno!), nos explicaron el contenido que trataríamos en la materia en este nuevo año escolar y, por supuesto, nos amenazaron, diciéndonos que comenzarían a ser más inflexibles con nosotros, como siempre decían, y que no aguantarían ningún desafío. Casi me reí; ¿de verdad se creían eso?

Los nuevos profesores, en cambio, sólo se presentaron, nos pidieron presentarnos y nos explicaron cómo trabajaban. Fueron los más soportables, diría yo; no hicieron mucho. Hubo uno que ni siquiera se molestó cuando me recosté en el asiento. Un milagro.

A la hora del receso, el timbre sonó y cada uno de los alumnos salió de sus salones, sabiendo que era su único tiempo de libertad. Yo comencé a caminar, tranquilamente, hacia la cafetería, con intenciones de ver a mis amigos. Como era usual, muchos me
observaron; algunos con admiración, otros con deseo... Reprimí una sonrisa. ¿Qué podía decir? Yo era muy genial. Entendía esas reacciones. De hecho, de tanto recibirlas, ni siquiera me sorprendían; se sentían naturales.

Mi grupo y yo éramos los más respetados del instituto; los populares, los más deseados... Como tú quieras llamarnos. Solíamos llamar la atención sólo al caminar por los pasillos. Nunca entendí el porqué, sin embargo. El inicio de nuestra popularidad fue un misterio. Mi hermano, Dirk Strider, opina que sucedió, principalmente, por mi encanto natural: "el encanto de los Striders". Y, aunque no lo negaré, pues sí tengo dicho encanto, no me llevaré todo el crédito; mis amigos son bastante geniales, también.

Cuando, al fin, llegué a mi destino, la cafetería, me encontré con que estaba repleta. Poco sorprendido, pues así era siempre, me acerqué a la fila. Por suerte, el estatus que poseo, me ayudó a avanzar rápidamente. Ninguno se molestó en darme el paso. Compré mi PB&J más rápido de lo que imaginé. Luego, caminé hacia mi mesa habitual.

—Hey —Los saludé, con un asentimiento de cabeza. —¿Me extrañaron mucho? –Sonreí, entonces, con autosuficiencia.

—Uf, claro. Por supuesto. —Karkat se ríe, con ironía. No pude evitar reírme también.

Karkat Vantas. Un chico malhumorado, grosero y torpe, pero, también, gracioso y un buen amigo. Lo conocí hace varios años junto a Terezi y Kanaya. Ellas son grandes amigas, y juntos hemos hecho muchas locuras. Son lo mejor que pueda existir.

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