El encuentro en el santuario de Gabriel dejó a Leo más inquieto que nunca. Mientras caminaba de regreso a su taller, sentía las palabras del sanador resonando en su mente, como un eco persistente. "No es inútil", había dicho Gabriel, y aunque Leo no quería admitirlo, esas simples palabras lo habían sacudido. Durante eones, había creído que su lucha para crear y proteger era en vano, siempre destinada a ser destruida por Azrael. Pero Gabriel... Gabriel lo había desafiado a ver más allá de su furia.
Al llegar a su taller, Leo lanzó un suspiro frustrado. Las sombras se arremolinaron a su alrededor, como si respondieran a su confusión interna. Se dejó caer en una silla de mármol negro, mirando la pequeña criatura que había intentado restaurar antes de la llegada de Gabriel. Aún estaba incompleta, rota y frágil.
"¿Por qué me afecta tanto?" se preguntó en voz baja. ¿Por qué las palabras de Gabriel, tan sencillas y carentes de emoción, se sentían como una daga que había perforado sus defensas?
Leo cerró los ojos, dejando que las sombras lo envolvieran. Era más fácil perderse en ellas, en la oscuridad. Aquí, al menos, tenía control. Pero incluso en la penumbra, la imagen de Gabriel, frío e impenetrable, se colaba en su mente.
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En el otro extremo del reino celestial, Gabriel estaba ocupado en su santuario. Las melodías que tocaba fluían suaves, casi como un susurro, mientras movía sus manos con precisión sobre la lira. Sin embargo, por primera vez en siglos, su concentración se sentía... perturbada.
Leo.
Gabriel no podía dejar de pensar en él. Esa mezcla de furia y vulnerabilidad que irradiaba el ángel invocador era como una contradicción viviente. No entendía por qué la inquietud de Leo lo afectaba tanto, pero sabía que había algo detrás de esos estallidos de ira, algo más profundo.
"Demasiado apego," murmuró para sí mismo. Gabriel siempre había creído que su propio desapego lo hacía mejor en su trabajo. La sanación, el equilibrio de las fuerzas, requerían de alguien que no se viera afectado por el caos emocional. Y, sin embargo, Leo parecía todo lo contrario: tan vinculado a sus creaciones que su dolor y furia brotaban de cada pérdida. Esa intensidad era lo que lo mantenía encerrado en un ciclo de sufrimiento.
Pero lo que más inquietaba a Gabriel era la sensación de que, por primera vez, alguien estaba empezando a atravesar su propia barrera emocional. No quería admitirlo, pero la presencia de Leo lo había tocado de una manera que no esperaba.
"No debería importarme," se dijo en voz baja, sus dedos rozando las cuerdas de la lira con menos fuerza. "Es solo otro ser atrapado en su propia confusión." Pero incluso mientras decía esas palabras, sentía una extraña atracción hacia esa tormenta emocional que era Leo.
Gabriel suspiró y dejó la lira a un lado. No era como él preocuparse por algo tan trivial. Pero algo en Leo lo inquietaba profundamente, como si en él viera una parte de sí mismo que había decidido ignorar durante mucho tiempo.
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Leo no pudo soportar más el silencio. Se levantó de su silla, sus manos tensas a los costados. Las sombras danzaban en el aire, inquietas, reflejando su propio estado interno. Algo dentro de él lo empujaba, algo que no había sentido antes. Una mezcla de curiosidad y necesidad lo llamaba a regresar al santuario de Gabriel.
Casi sin darse cuenta, comenzó a caminar de nuevo hacia allí.
El trayecto fue más corto de lo que esperaba. La calma del lugar lo envolvió como un manto de nieve, enfriando su furia pero no disipando la inquietud que lo atormentaba. Al llegar, se encontró con Gabriel, una vez más rodeado de sus instrumentos flotantes. Esta vez, Gabriel estaba de pie, tocando una flauta que emitía notas tan suaves que parecían mezclarse con el viento.
Leo se detuvo a unos pasos de él, observando en silencio.
Gabriel levantó la mirada, pero no dejó de tocar. Sus ojos fríos se encontraron con los de Leo, pero esta vez, había algo más. No era solo desapego, sino una curiosidad silenciosa que lo estudiaba, lo analizaba, como si Leo fuera un enigma que aún no había logrado resolver.
Cuando Gabriel terminó la melodía, dejó la flauta a un lado y habló con esa misma calma que tanto desesperaba a Leo.
"Volviste."Leo apretó los dientes, cruzando los brazos. No sabía exactamente por qué había vuelto, pero lo que sí sabía era que había algo en Gabriel que lo mantenía atado, aunque odiaba admitirlo.
"Quiero entender..." comenzó, su tono más bajo de lo habitual. "Lo que dijiste... sobre el ciclo."Gabriel alzó una ceja, sorprendido.
"Pensé que no te interesaban mis teorías," respondió, pero había un tono sutil de burla en su voz, algo que Leo no dejó pasar."No me interesan," replicó Leo con frialdad, aunque había una tensión subyacente en sus palabras. "Pero... tú... no eres como los demás."
Gabriel inclinó la cabeza, evaluándolo. "¿Y qué es lo que crees que soy?"
Leo lo miró fijamente, tratando de encontrar las palabras correctas, pero cada vez que lo intentaba, sentía como si se perdiera más en el abismo de sus propios pensamientos. Finalmente, dijo en voz baja:
"Tú eres... frío, distante. Actúas como si nada te afectara."Gabriel lo observó en silencio por un momento, y luego, con una leve sonrisa que apenas fue visible, respondió:
"Y tú, Leo, actúas como si todo te afectara."Las palabras cayeron como un golpe, y Leo sintió un destello de furia, pero no era la misma furia de antes. Esta vez, era algo más, una mezcla de frustración y... algo que no podía nombrar.
"¿Qué quieres de mí, Gabriel?" murmuró, acercándose un paso más, sus sombras agitándose a su alrededor. "¿Por qué sigues metiéndote en mi camino?"
Gabriel se acercó, cerrando la distancia entre ambos, y su mirada se suavizó apenas un instante, lo suficiente para que Leo lo notara.
"No es que yo quiera estar en tu camino, Leo. Es que ambos estamos en el mismo ciclo."Leo lo miró, confundido, pero antes de que pudiera responder, Gabriel dio un paso atrás, rompiendo la tensión en el aire.
"Cuando estés listo para aceptar eso, tal vez encuentres lo que buscas."Y, sin decir más, Gabriel se volvió y regresó a sus instrumentos, dejando a Leo con una sensación extraña, una mezcla de ira, atracción y una necesidad creciente de entender más. ¿Entender a Gabriel? O tal vez... entenderse a sí mismo.
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Deseo de angeles
FanfictionEn el cielo, donde las almas encuentran su destino, dos ángeles poderosos, Leo, el guardián del nacimiento, y Gabriel, el sanador, luchan con sentimientos que no deberían existir entre ellos. sólo lo escribí porque sí los personajes no son de mi aut...