prologo

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Ya se ha dado cuenta, ¿verdad? Lo único que es igual para todos... es la muerte.

Observé el rostro del Dr. Tenma. Esa expresión de duda, de miedo profundo. Los pequeños gestos involuntarios que delatan lo que no puede ocultar. Siempre es igual. El cuerpo traiciona a la mente en momentos como este. Lentamente, llevé mis dedos a mi frente, como lo hice aquella vez con Nina, cuando por primera vez jugué a ese retorcido juego de la vida y la muerte. Un gesto que parecía tan simple, pero que cargaba consigo el peso de toda una vida que ambos compartimos. Un ciclo que ahora podría concluir.

Johan Liebert: Tiene permiso para verlo. Pronto verá el paisaje final.

Vi cómo su mirada se endurecía. Una chispa de resolución, de convicción desesperada. Era una emoción que había presenciado antes en muchos otros, pero siempre desaparecía. Las convicciones se desvanecen. Las resoluciones se erosionan. Al final, todos ven lo mismo: la futilidad, el vacío. El paisaje que yo ya había contemplado y aceptado. Pronto, él también lo vería.

Nos quedamos solos, en silencio, él y yo. Su dedo descansaba sobre el gatillo, y el mundo alrededor parecía desvanecerse. Todo estaba alineado. El final que tanto tiempo había estado esperando por fin llegaría.

Pero no fue así.

Una voz rompió ese momento perfecto.

X: ¡Dr. Tenma! ¡Nooo! ¡No lo hagas, no dispares!

Giré ligeramente la cabeza, con una calma que sólo podría provenir del tedio absoluto. La interrupción había llegado. Y con ella, el fin de este momento. Lentamente, quité mis dedos de mi frente, y dirigí mi mirada hacia la causa de este desorden.

Hanna. Por supuesto. Su perdón eterno, esa pureza inquebrantable que tanto aborrecía, y que al mismo tiempo sabía que era parte de lo que la hacía tan útil, tan inevitable.

Hanna: Te perdono, Johan, escucha, yo te perdono. Aunque al final solo quedáramos tú y yo solos en el mundo, yo te perdonaría.

Su voz. La escuchaba, pero las palabras no tenían impacto alguno. El perdón, el remordimiento, todo aquello que ella intentaba ofrecerme, era irrelevante. Su mundo era uno que había dejado atrás hace mucho tiempo.

Interrumpí su discurso antes de que pudiera continuar. Mi tono era frío, pero cargado de una convicción que solo yo podía tener.

Johan: ¡No! Olvídalo, hay cosas que no son recuperables. Ahora, ya no hay marcha atrás. El Dr. Tenma tiene que matarme.

Sabía que tenía razón. Siempre había tenido razón. Lo que yo representaba no podía continuar. No en este mundo. Había que cerrar el ciclo. Tenma lo sabía, aunque aún se aferraba a ese último vestigio de esperanza, a esa mentira que los humanos se cuentan para poder dormir por la noche. Pero yo lo veía. Sabía que, en el fondo, él lo comprendía.

Johan: No me equivoco, ¿verdad, Dr. Tenma?

Metí las manos en los bolsillos de mi chaqueta, buscando la pistola con una calma casi ritualista. El peso metálico era familiar, reconfortante. Sentí cómo las miradas de los presentes se volvían más intensas, cargadas de horror y desesperación. Todo era tan predecible. Lentamente, apunté la pistola hacia la cabeza del niño que estaba junto a mí. Un simple movimiento, y su vida se desvanecería en un instante.

Johan: ¿Me equivoco?

El grito de Hanna rompió el aire, su voz cargada de horror y desesperación. Se apresuraba hacia mí, como si su mera proximidad pudiera cambiar algo, como si pudiera detener lo inevitable. Pero el desenlace ya estaba escrito.

Johan: ¿¡Me equivoco!?

Mis ojos no se apartaron de Tenma. Su rostro estaba tenso, marcado por la indecisión, el conflicto interno que tanto había disfrutado observar en otros. Pero esto era diferente. Este era el final. Entonces, algo sucedió.

Johan Liebert reencarnando en Classroom Of The Élite Donde viven las historias. Descúbrelo ahora