Los días en soledad se habían convertido en algo habitual para Tsunade. Ese persistente sentimiento de vacío la acompañaba constantemente. Sin embargo, ella misma se alejaba de todas las personas que intentaban acercarse, como si un instinto primario le advirtiera que lo mejor era apartar a los demás. Ese miedo, enraizado profundamente en su ser, la guiaba a evitar más dolor y sufrimiento. Por ello, cada vez que se encontraba en la misma habitación con el joven sayayin que estaba a su lado, se sentía incapaz de mantener una conversación.
La mirada de Tsunade se paseaba por el lugar, intentando evitar los ojos del hombre. No era solo nerviosismo, sino la incomodidad de haberse mantenido alejada de las interacciones humanas durante tanto tiempo. Habían pasado al menos seis meses desde la última vez que habló extensamente con alguien. ¿Qué podría decirle? La situación no se ayudaba con el espectáculo frente a ella: el sayayin estaba completamente absorto en su comida.
Era un hecho extraño; no podía evitar pensar cómo alguien podía comer en tal cantidad. Sus ojos permanecieron fijos en él mientras masticaba a una velocidad que desafiaba la lógica, como si cada bocado fuera una competencia. A medida que pasaban los minutos, la frustración de Tsunade aumentaba. Necesitaba llamar su atención.
Cerró su puño y lo acercó a sus labios, tosiendo suavemente. Al no obtener respuesta, tosió más fuerte. Con la boca aún llena, el joven se volvió hacia ella, mostrando sus mejillas infladas. La imagen era tan ridícula que Tsunade no pudo evitar reírse, escupiendo un poco de té en el rostro del sayayin.
-Lo siento mucho -se disculpó, entre risas nerviosas.
El hombre quedó paralizado, su rostro aún cubierto de té, hasta que finalmente soltó una carcajada. Ella, sorprendida por su reacción, comenzó a reír con él, disculpándose nuevamente mientras tomaba una servilleta y se acercaba a limpiarle la cara.
Aunque estaban cerca uno del otro, Tsunade se sentía increíblemente tranquila, ignorando el sonrojo que se expandía en el rostro del muchacho. Su sonrisa era tan cautivadora que, por un momento, se olvidó de la incomodidad que la había acompañado. Los parpadeos de sus ojos eran hipnotizantes, como si todo el mundo a su alrededor se detuviera en cámara lenta.
Sus rostros estaban tan alineados que parecía que el tiempo se había detenido, y ninguno de los dos quería apartar la mirada. El sayayin, maravillado por el verde de sus ojos, fue transportado a un recuerdo distante: una choza en la montaña, frente a una joven de cabello azul. Se acercó lentamente, mientras la mujer sonreía y recogía su falda, agachándose.
Cuando su mano se alzó para acariciar su mejilla, el recuerdo se desvaneció abruptamente. Tsunade, ahora sonrojada por el contacto, se alejó rápidamente, tratando de ocultar su vergüenza. El momento la había sobrecogido.
Confundida, comenzó a comprender lo que había pasado. Salió de la cabaña y caminó por un sendero en el bosque que conducía a una pequeña aldea, separada por un río. Las casas cubiertas de enredaderas resaltaban la belleza del lugar. Aún abrumada por sus pensamientos, se paseó por cada rincón hasta llegar a un mirador que ofrecía una vista de Kusagakure.
Se sentó en un pequeño banco bajo la sombra de un pino, contemplando el ocaso. Alzó la cabeza y la recargó en la banca, dejando que el ligero viento moviera las hojas de los árboles, como si le cantaran al oído. Cerró los ojos, respiró profundamente y levantó el rostro al cielo.
-Había olvidado cómo se sentía -dijo, esperando que alguien le respondiera.
Pasaron unos segundos y, en el último rayo de sol, un hombre apareció.
-¿Habías olvidado qué, Tsunade? -preguntó, sonriendo.
-Esto, lo hermoso que es todo el pueblo y esta vista -respondió ella, aún sin mirarlo.
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Goku x tsunade (caminos cruzados)
FanfictionGoku se encuentra peleando contra un enemigo con un poder capaz de rivalizar contra zeno-sama, goku al no tener opción se encuentra cara a cara contra aquel enemigo, al estar al borde de la muerte wish habré un portal hacia otro mundo, para que goku...