Antes de perder la conciencia, los recuerdos de Karin tomaron el control de su mente. Recordaba con claridad el día de los exámenes, sabía que eran peligrosos, pero no se arrepentía. Había elegido ese camino y estaba feliz a pesar del peligro. Aunque muchos de sus compañeros estaban disgustados por su decisión, ella estaba harta de que todos le dijeran qué hacer. Estaba agotada de ser utilizada por los demás y no tenía nada que perder. Así que, a pesar de las miradas de rechazo, decidió por primera vez en qué dirección dirigiría su destino. Después de todo, no les debía nada.
En el fondo, ocultaba todo su dolor. Había aprendido a protegerse a sí misma siendo siempre la herramienta de otros. Prefería mantener la apariencia de alguien débil, para no destacar más de lo necesario. Su cuerpo era pequeño, incluso entre sus compañeros era la más delgada. Hasta ese momento, su mayor logro había sido ingresar a la academia ninja. Era una oportunidad para alejarse del mismo destino que había tenido su madre.
Sus primeros años no fueron fáciles; las desgracias parecían ser moneda corriente en su vida. Su timidez y torpeza la convirtieron en el centro de atención entre sus compañeros, pero no precisamente por algo bueno. Poco a poco, se dio cuenta de que ser invisible le evitaría problemas. La soledad la hizo aún más insegura de sí misma, y así pasó su vida en la academia ninja. Mantenía la esperanza de volverse más fuerte y no depender de nadie más. Los entrenamientos eran duros, pero estaba decidida. Sabía que seguirles el paso a sus compañeros le costaría el doble de esfuerzo. En algunas ocasiones ni siquiera podía moverse del cansancio, pero no importaba. No podía rendirse, no ahora que estaba a punto de comenzar los exámenes. Esta era su última esperanza, y aunque la idea de participar en los exámenes la aterraba, no podía negar que muy en el fondo se sentía impaciente.
La duda la inundaba al llenar la hoja de petición; incluso escribir su nombre le había llevado más de una hora. Cuando terminó de llenarla, una descarga de adrenalina la impulsó. Rápidamente se dirigió hacia su profesor y con un manotazo puso la hoja en el escritorio. Al darse cuenta, no tardó en llegar el arrepentimiento, pero ya no había vuelta atrás. Una vez entregada la hoja de petición, ya era un hecho: participaría en una de las pruebas más peligrosas.
Tomada la decisión, no quedaba más que entrenar, pero ¿cómo lo haría? Ni siquiera ella sabía, pero eso no la detendría. Haría cualquier cosa para volverse más fuerte. Sin que nadie la viera, se colaba en los entrenamientos de los jōnin. Por horas, se sentaba a mirarlos entrenar, tomaba notas de cada consejo que el instructor daba a sus estudiantes. Cuando acababan, esperaba a que todos se fueran y ocupaba el espacio de entrenamiento. La mayoría de los entrenamientos no los entendía, pero no se rendiría. Tomaría todo lo que le sirviera. Pasó los días entrenando sin parar. En ocasiones, sus entrenamientos duraban desde el anochecer hasta el amanecer.
Sus brazos se entumecían con cada golpe que ella acertaba. Golpe tras golpe denotaba más el cansancio, pero aún así, continuaba sin darse cuenta del daño en sus puños. Por varias horas estuvo así hasta que el sol se asomó en el horizonte. El ruido de los golpes atrajo la atención de uno de los profesores, quien al pensar que uno de sus estudiantes ya estaba allí se acercó.
Los ojos del profesor pronto se percataron de la escena. Veía cómo de las manos de la pelirroja goteaban pequeñas gotas de sangre. Al ver que ella no reaccionaba, se acercó rápidamente y la apartó del muñeco de madera. Con voz molesta, dijo:
"¡Niña, acaso estás loca! ¿Cuánto tiempo llevas golpeándolo?"
El hombre la agitaba mientras la llevaba en brazos hacia la enfermería de la academia. Con delicadeza, la acostó en la cama y tomó un poco de alcohol y algodón para tratar sus heridas. Puso una gasa y la vendó, luego solo pudo esperar a que ella reaccionara.
El tiempo pasó hasta que por fin Karin despertó. Al abrir los ojos, su vista tardó en acoplarse a la oscuridad de la habitación. Su cuerpo aún estaba débil por haber usado demasiado su habilidad. Volteó hacia la puerta y se quedó pensativa, recordando lo que había visto antes de desmayarse. Vio en el rostro de aquella enfermera una preocupación genuina, al igual que en el hombre que la había llevado hasta allí.
Aunque había pasado unas semanas con él, no sabía su nombre. Su tiempo juntos había sido corto, y había pasado mucho tiempo arrepintiéndose de no haberle preguntado su nombre. El día en que se desmayó en su entrenamiento, él la ayudó, la llevó hasta la enfermería y trató sus heridas. Se quedó esperando a que ella despertara. Cuando lo hizo, en vez de regañarla, puso su mano en su frente y con voz gentil dijo:
"Tranquila, te traje a la enfermería después de que te desmayaras. Tuviste un poco de fiebre, pero parece que ya pasó. ¿Cómo te sientes?"
Karin miró el rostro de aquel hombre, que tenía una sonrisa que la tranquilizó. Aun así, se preocupó por los problemas que le traería entrar al campo de entrenamiento sin permiso. El hombre, al no recibir respuesta, observó en ella preocupación y rápidamente entendió la razón.
"Calma, no te delataré con tu maestro. No eres la primera que utiliza las áreas de entrenamiento sin permiso, pero debo admitir que eres la primera que encuentro desangrándose. La mayoría dejaría de golpear al muñeco de entrenamiento, pero tú parecías como si no te importara."
Karin solo bajó la cabeza, dudando al responder. Pronto se escuchó un ruido particular que venía del estómago de la pequeña ninja, un gruñido de hambre. La niña se sobresaltó y tomó su estómago avergonzada. Al notarlo, el hombre solo sonrió y con una risita se levantó de la silla, abrió la cortina y tomó una caja de un carrito. Se acercó hacia la pelirroja, se sentó y abrió la caja, en ella había unos pequeños panquecillos rellenos. Miró a Karin y con un gesto le ofreció.
"Lo siento, es lo único que traía de comida. Vamos, toma los que quieras."
La niña, con la cara roja de vergüenza, acercó su brazo a la caja y tomó uno de ellos. Lo acercó a su boca y le dio un mordisco, denotando felicidad al probarlo. Rápidamente se comió aquel panecillo. El hombre sonrió y dijo:
"Parece que estabas hambrienta. Con confianza, puedes agarrar los que quieras."
Karin, al escuchar esto, tomó unos cuantos. Con la cabeza baja, dijo:
"Gracias."
Al escuchar a Karin, el hombre comentó:
"Vaya, así que sí hablas. No hay de qué. De cualquier manera, eran muchos para mí solo. Bueno, cambiando de tema, ¿podrías contarme por qué el entrenamiento tan intenso?"
Karin solo continuó comiendo. Unos minutos después, con voz baja, dijo:
"Exámenes Jōnin."
El hombre la miró y dijo:
"¿Los exámenes Jōnin? Debí imaginarlo, entonces por eso estabas entrenando de esa manera. ¿No crees que te estás poniendo en peligro a ti misma?"
Karin solo bajó la cabeza y no respondió. El hombre prosiguió:
"Debes ser más prudente. No sirve de nada si te matas entrenando. ¿Acaso no tienes a nadie que te ayude con tu entrenamiento?"
La pelirroja movió la cabeza a los lados.
"Es raro, ¿acaso tu maestro no te enseñó la manera más óptima para entrenar?"
Karin mantuvo su cabeza abajo por unos segundos. Después levantó su mirada y con voz tenue dijo:
"No crello que enseñarme valiera su tiempo."
El hombre se quedó callado por la respuesta de la niña. No tuvo el valor suficiente para preguntar nada más. Por varios minutos los dos se quedaron en silencio, hasta que la pelirroja se levantó de la cama, caminó hacia la puerta, se paró y se dio la vuelta. Agachó la cabeza y le dio las gracias al hombre. Aquel sujeto se quedó pensando. Cuando vio que la pelirroja se decidía a salir de la habitación, dijo:
"Niña, ven a las 6 de la mañana. Te ayudaré en tu entrenamiento."
Al escuchar las palabras de aquel desconocido, las lágrimas empezaron a brotar de los ojos de la ninja. Aun con la mirada hacia el pasillo, Karin ocultaba aquel sollozo de felicidad. No entendía por qué aquel hombre era tan amable con ella. Por años, nadie se había interesado lo suficiente como para ofrecerle ayuda. No se sentía digna de la amabilidad del sujeto, pero aún así, no desaprovecharía la ayuda que le daría. Con una sonrisa en su rostro y lágrimas que corrían por sus mejillas, Karin dijo:"Gracias."
Notas del escritor: bueno lo prometido es deuda este es el episodio 4, tarde vastante en terminarlo, bueno técnicamente ya lo tenía terminado y hera más largo pero no me gustó el rumbo que tenía el capitulo, hiba demasiado rápido haci que termine reescribiendo todo el cap completo, aun así hay cosas que no me gustaron de los anteriores capítulos pero que puedo hacer, además de que la chamba quita mucho tiempo de escritura el próximo capitulo ya esta por ser terminado, comente que les pareció este capitulo, dejen sus opiniones y comentarios, eso me anima mucho para escribir los próximos capítulos :).
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Goku x tsunade (caminos cruzados)
FanfictionGoku se encuentra peleando contra un enemigo con un poder capaz de rivalizar contra zeno-sama, goku al no tener opción se encuentra cara a cara contra aquel enemigo, al estar al borde de la muerte wish habré un portal hacia otro mundo, para que goku...