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Era una tarde tranquila en el apartamento de Jay. Después de semanas ocupadas con ensayos de la banda y algunos pequeños proyectos de cocina, había decidido tomarse un descanso y disfrutar de la compañía de su madre, quien había venido a visitarlo. Ambos se sentaban cómodamente en el pequeño comedor, con una taza de té frente a cada uno. Jay siempre se relajaba cuando su madre estaba cerca; la calidez de su presencia le recordaba a sus humildes comienzos, donde todo lo que tenían era la comida casera y el amor familiar.

—Me alegra verte descansar por fin, hijo —dijo su madre, sonriendo mientras revolvía su té—. Siempre estás corriendo de un lado a otro. Te mereces un poco de paz.

Jay le devolvió la sonrisa, sintiendo una oleada de gratitud. Había trabajado duro para llegar a donde estaba, pero siempre había mantenido su humildad gracias a las enseñanzas de su madre. Era la persona que más admiraba y quien lo mantenía con los pies en la tierra.

—Tienes razón, mamá. A veces es bueno parar un poco —respondió Jay, llevándose la taza a los labios—. Pero también me gusta mantenerme ocupado. Aunque la banda no me llena del todo, la cocina siempre es mi verdadero amor.

Justo en ese momento, su teléfono empezó a sonar en la mesa, interrumpiendo la tranquilidad de la tarde. Jay frunció el ceño al ver un número desconocido en la pantalla, pero decidió contestar de todos modos.

—¿Hola? —dijo, algo desconfiado.

—Hola, ¿Jay Park? —La voz del otro lado era educada, pero formal—. Mi nombre es Sunghoon, soy el asistente personal de Jungwon.

Jay se tensó de inmediato al escuchar ese nombre. ¿Jungwon? ¿El taekwondista? ¿Qué querría él con un chef como Jay? Recordó su encuentro visual con él en el evento, y cómo había sentido esa espina clavada en su estómago solo con verlo.

—¿Qué puedo hacer por ti? —respondió Jay, manteniendo su tono neutral pero con una ligera frialdad.

—Lo siento por llamar de imprevisto, pero estoy aquí en nombre de la madre de Jungwon. Ella ha oído hablar de ti y de tu talento en la cocina, y ha solicitado tus servicios —explicó Sunghoon, con un tono más persuasivo ahora—. Jungwon necesita a alguien que lo asista en casa, especialmente con la cocina. A su madre le preocupa que no esté comiendo bien debido a su apretada agenda.

Jay levantó una ceja. ¿Asistir en casa? ¿Cocinar para Jungwon? No era lo que él solía hacer. Jay estaba acostumbrado a crear experiencias culinarias para eventos especiales, no a trabajar como chef personal, y menos para alguien que le generaba tan mala impresión.

—Mira, Sunghoon —respondió, intentando ser cortés—, no soy un empleado doméstico. Yo trabajo en eventos, en la cocina de alto nivel. Además, Jungwon... —vaciló, sin querer sonar grosero—. No estoy seguro de que sea el tipo de cliente para mí.

Sunghoon, sin embargo, no se dejó intimidar por la negativa inicial.

—Entiendo tu posición, Jay. Pero la madre de Jungwon es muy insistente. Ella ha oído hablar maravillas de ti, y está preocupada. Jungwon no tiene tiempo ni habilidad para cocinar, y ha estado comiendo comida rápida constantemente. Ella quiere asegurarse de que esté recibiendo comidas caseras nutritivas, y cree que tú eres la persona ideal para eso.

Jay sintió una punzada de incomodidad. No le gustaba la idea de trabajar para alguien como Jungwon, pero también sentía una leve empatía hacia la preocupación de una madre. Sabía lo que era tener a alguien preocupado por tu bienestar, especialmente cuando esa persona era tu madre. Aún así, algo en todo esto no terminaba de convencerlo.

—Lo aprecio, pero de verdad no estoy seguro... —Jay intentó una vez más rechazar cortésmente la oferta, pero Sunghoon lo interrumpió, ahora con un tono más insistente.

—Por favor, Jay. Solo te estamos pidiendo que te reúnas con nosotros para discutirlo. Jungwon puede ser un poco... complicado, lo admito, pero su madre está realmente preocupada por su salud. Estoy seguro de que podríamos llegar a un acuerdo que te sea satisfactorio.

Jay suspiró y miró a su madre, quien lo observaba desde la mesa, esperando saber de qué iba la conversación. Su madre, siempre compasiva, levantó las cejas en señal de curiosidad.

—¿Qué pasa, hijo? —le preguntó ella, notando su dilema.

Jay cubrió el teléfono con la mano antes de responder.

—Es el asistente de Jungwon, el taekwondista. Me están pidiendo que lo ayude con la cocina en su casa. La madre de Jungwon está preocupada por su salud.

Su madre asintió lentamente, con una pequeña sonrisa.

—Parece que la madre de ese chico está tratando de hacer lo mejor para su hijo. ¿Qué te detiene?

Jay se quedó en silencio unos segundos. Sabía exactamente qué lo detenía: Jungwon. Algo en ese tipo simplemente le daba mala espina. Pero su madre, como siempre, tenía esa manera de simplificar las cosas.

—Solo quieren hablar contigo, ¿verdad? —dijo su madre, con su típica sabiduría—. No pierdes nada con escucharlos.

Jay volvió a llevarse el teléfono al oído, respirando profundamente antes de responder.

—Está bien, Sunghoon. Podemos reunirnos y hablar. Pero te lo advierto, no hago compromisos fácilmente.

Sunghoon soltó un pequeño suspiro de alivio al otro lado de la línea.

—Gracias, Jay. Estoy seguro de que no te arrepentirás. ¿Te parece bien mañana por la tarde?

Jay asintió, aunque sabía que Sunghoon no lo podía ver.

—Sí, mañana está bien.

Colgó el teléfono, dejando que el silencio llenara el espacio por un momento. Miró a su madre, quien le sonrió con una mezcla de orgullo y satisfacción.

—A veces las oportunidades vienen en los lugares más inesperados, Jay —le dijo ella—. Nunca se sabe hasta dónde te puede llevar algo así.

Jay solo asintió, aunque en el fondo aún tenía sus reservas. ¿Realmente quería trabajar para alguien como Jungwon? Sin embargo, si había algo que había aprendido de su madre, era que nunca se debía juzgar a alguien completamente antes de conocerlo.

Quizás esta reunión sería solo el comienzo de algo que aún no lograba comprender.

My Personal ChefDonde viven las historias. Descúbrelo ahora