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El día en que Jay iniciaría su trabajo llegó, y a pesar de las dudas que seguían rondando en su mente, se dispuso a enfrentar lo que sería un reto en más de un sentido. Se dirigió a la casa de Jungwon, una lujosa pero algo fría residencia en un barrio exclusivo. Al llegar, fue recibido por Sunghoon, el asistente, quien siempre mantenía un aire profesional pero amigable.

—Jay, me alegra que hayas llegado a tiempo. Jungwon está terminando su entrenamiento —dijo Sunghoon mientras lo guiaba hacia el interior de la casa—. Como te mencionamos, él puede ser algo... difícil al principio. Pero estoy seguro de que se acostumbrará.

Jay solo asintió, en silencio. Difícil era quedarse corto, pensó. Aún recordaba su impresión de Jungwon en el evento: arrogante, distante, y claramente poco interesado en las personas a su alrededor. Ahora tendría que lidiar con esa actitud todos los días, aunque solo fuera por dos meses.

Llegaron al salón principal, donde el taekwondista estaba practicando algunos movimientos de estiramiento post-entrenamiento. Llevaba su ropa deportiva ajustada, su rostro perlado de sudor, y su expresión mostraba concentración. Apenas notó la llegada de Jay y Sunghoon, y cuando finalmente lo hizo, no mostró ninguna señal de cortesía o interés.

Jay lo observó en silencio, notando la falta total de reconocimiento hacia su presencia. Aunque era mayor que Jungwon, el joven ni siquiera se molestó en saludar apropiadamente.

—Jungwon, este es Jay, el chef del que te hablamos —dijo Sunghoon con un tono ligeramente más formal, intentando marcar algo de respeto en la introducción.

Jungwon dejó de estirarse por un momento y lanzó una rápida mirada hacia Jay, evaluándolo de arriba abajo. Después, bufó, una reacción que no sorprendió a Jay, pero que sí confirmó sus peores sospechas.

—Puedo hacerlo solo —dijo Jungwon, con un tono cargado de indiferencia—. No sé por qué mi madre insiste en estas cosas. Solo es cocina, ¿cuán difícil puede ser?

Jay apretó los labios, conteniendo cualquier comentario sarcástico que quisiera hacer. Sabía que este tipo de actitud iba a ser común con Jungwon, así que decidió no engancharse desde el principio. Sunghoon, por su parte, trató de mediar.

—Sabemos que tienes muchas habilidades, Jungwon, pero esto es más sobre asegurarnos de que te mantengas saludable. Jay está aquí para ayudarte a mejorar tus hábitos alimenticios y enseñarte lo básico en la cocina, para que eventualmente puedas hacerlo tú mismo.

Jungwon se encogió de hombros, claramente sin interés en la conversación. Aunque fingía autosuficiencia, Jay podía ver en su lenguaje corporal que sabía perfectamente que no tenía ni la más mínima idea de cómo cocinar.

—Como quieras —murmuró finalmente Jungwon, dirigiéndose hacia una mesa—. Solo no te metas en mi camino. Estoy ocupado con cosas más importantes que esto.

Jay respiró hondo y decidió no tomar el comentario como algo personal. Sabía que sería difícil ganarse el respeto de Jungwon, si es que eso era posible en esos dos meses, pero al menos podía hacer su trabajo con profesionalismo.

—Bien, entonces, prepararé algo para comer después de tu entrenamiento —dijo Jay, manteniendo la voz calmada pero firme—. Algo saludable y nutritivo que te ayude a recuperarte.

Sin esperar una respuesta, Jay se dirigió a la cocina. El espacio era amplio, moderno y estaba equipado con todo lo necesario. Sin embargo, estaba claro que nunca había sido realmente utilizado. No había señales de actividad culinaria, ni siquiera una pizca de especias o ingredientes frescos a la vista. Jay abrió las puertas del refrigerador, que estaban llenas de comida rápida y bebidas energéticas, y dejó escapar un suspiro.

Esto va a ser interesante.

Se puso manos a la obra y decidió preparar una comida simple pero balanceada: una ensalada de quinoa con vegetales frescos, pechuga de pollo a la plancha y un batido de frutas para acompañar. Era exactamente lo que un atleta como Jungwon necesitaba después de un entrenamiento intenso.

Mientras cocinaba, Sunghoon se mantuvo cerca, observando de manera discreta pero respetuosa.

—¿Crees que se acostumbrará a esto? —preguntó Jay sin levantar la vista del plato que estaba montando.

—No lo sé, para ser honesto —respondió Sunghoon, encogiéndose de hombros—. Pero creo que su madre tiene razón al insistir en que aprenda. Es terco, pero no es tonto. Sabrá ver los beneficios eventualmente.

Jay no estaba tan seguro, pero decidió no continuar con la conversación. A los pocos minutos, terminó la comida y la llevó al comedor, donde Jungwon estaba sentado mirando su teléfono con desinterés.

—Aquí tienes —dijo Jay, colocando el plato frente a él—. Esto te ayudará a recuperarte del entrenamiento.

Jungwon levantó la vista, apenas interesado en la comida, pero tomó el tenedor y empezó a comer de mala gana. No dijo nada, pero tampoco se quejó, lo que Jay interpretó como un pequeño triunfo.

Mientras Jungwon comía, Jay decidió que era un buen momento para explicarle la dinámica que tendrían en las próximas semanas.

—Durante estos dos meses, trabajaré contigo para que aprendas lo básico de la cocina. No solo se trata de que te haga la comida, sino de que aprendas a prepararla por ti mismo —comenzó, manteniendo un tono neutral—. Tendremos horarios fijos, y durante tus tiempos libres practicaremos lo esencial. No necesitas ser un experto, pero lo suficiente para manejarte solo.

Jungwon siguió comiendo, sin mirar a Jay directamente, pero sus labios se torcieron en una sonrisa sarcástica.

—¿Tú crees que tengo tiempo para aprender a cocinar? —dijo finalmente, con un tono burlón—. Ya bastante tengo con entrenar y trabajar en mi carrera. No necesito saber cómo hacer una ensalada.

Jay lo miró con calma, sin dejarse provocar.

—No se trata solo de hacer ensaladas, Jungwon. Se trata de aprender a cuidar de ti mismo —respondió Jay, firme pero sereno—. Comer bien y saber lo que estás poniendo en tu cuerpo es tan importante como entrenar. Si no cuidas tu alimentación, todo lo demás no importa.

Jungwon se encogió de hombros, claramente desinteresado en el discurso. Jay entendió que, por el momento, las palabras no iban a cambiar mucho, pero estaba decidido a hacer su trabajo lo mejor posible, incluso si el propio Jungwon no lo veía ahora.

Después de que terminó de comer, Jay le entregó una hoja con los horarios que había planeado para las sesiones de cocina. Sabía que no sería fácil, pero no esperaba menos. Tenía dos meses para intentar que Jungwon viera la importancia de lo que estaba haciendo, y aunque fuera solo por orgullo, Jay estaba dispuesto a hacer su parte.


My Personal ChefDonde viven las historias. Descúbrelo ahora