011 - MONSTRUOS DE LAS PESADILLAS

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011

IRENE SÁNCHEZ


Las paredes oscuras son adornadas por grandes marcos dorados e iluminadas por una luz tenue dan al lugar una atmósfera de misterio y elegancia, un ambiente ideal para un lugar donde los mayores secretos son guardados por los grandes pilares que sujetan el techo. Al fondo, escondido tras gruesas cortinas rojas, se ubica en el escenario que normalmente es empleado por músicos, aunque dudo que esta noche, siendo yo la única asistente, vaya a usarse.

Un blues suave suena por los altavoces. Delante de mí hay una botella edición especial de The Macallan y dos copas vacías, el precio del whisky está por encima del medio millón de euros.

A falta de un camarero estoy por servirme cuando un hombre se adelanta sirviendo las dos copas con un porte que cautiva. En silencio y como si fuera una cata de vinos; admira el color, huela la esencia y moja los labios, esos gruesos e inolvidables labios bordados por la barba desatendida por una semana.

—Excelente.

—Tú favorito —le recuerdo.

—Cada día luces más preciosa —ocupa la mano en mi mejilla y acaricia con el pulgar con una sonrisa añorada.

—¿Qué haces aquí, Benjamin?

—Una gran pregunta que solo puede responder la dueña del suelo —bebe de la copa dejándola por la mirada —Estás mal. Más aún desde que heredaste a cinco hombres complicados a los que la vida ha tratado injustamente y que tú no puedes evitar querer ayudar.

—Te equivocas, he aprendido a ser egoísta.

—¿Tú? —se ríe suavemente como una brisa helada —Nunca podrás cambiar ese aspecto de ti. Mi hermoso ángel de alas caídas, tú alma y tu corazón le pertenecen a los demás.

—¿Sabes qué? —lo sujeto de la corbata, me pongo de puntillas y susurro a pie de oreja —No quiero hablar contigo.

Vació el contenido de la copa y huyo del pasado, de un cadáver que duele, que siempre lo hará hasta que nos reencontremos en el más allá, aún cuando al hacerlo lo más probable es que discutamos.

Benjamín me sigue sin permiso, hace que me detenga de un agarra y que voltee a contemplar la tormenta que existe en cada estación del año en sus hermosos ojos grises. Nuestra conexión es tan intensa que revive los latidos de un corazón morbundo, el corazón que murió con él.

—No puedes huir de lo que eres —dos pasos más, sus labios quedan cerca de los míos —Mi recomendación es que dejes de ser cabezota.

—Tus recomendaciones están de más.

El Club de los Pecados. Pereza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora