002 - HERENCIA

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002

IRENE SÁNCHEZ


El testamento se abrirá a las cuatro, así que mientras esperamos y para matar el hambre, después de un intenso debate con papá, hemos terminado en un céntrico restaurante de comida rápida de la capital.

La fila es infinita. Margen de tiempo que emplea Christopher para buscar la oferta del día en la aplicación del restaurante. No es tacaño, es ahorrador. Prefiere gastar su economía en acciones que benefician al conjunto de la sociedad.

—Me voy a fumar —le hago saber.

—Tanto tabaco te pudrirá los pulmones.

—Papá.

—¿Qué quiere mi preciosa y bonita delincuente? —revolotea las pestañas.

—A ti te encantan los puros. Sobre todo si lo puedes acompañar con una buena copa de whisky.

—A diferencia de ti mis pulmones llevan hechos mierda desde hace siglos. Tú eres un alma joven. Tú cuerpo también. Debes cuidar a ese par por si el día de mañana tú queridísimo padre necesita un trasplante.

—¡Eso son los riñones!

El grito capta la atención de algún cliente que se puede meter la curiosidad por el mismísimo agujero de detrás. Ignorando los murmullos le digo lo que deseo por si llega a las máquinas antes de mi regreso y salgo.

Enciendo el cigarro. Trago el humo que sé que perjudica a los pulmones y que continuaré tragando. Existen cosas más letales y rápidas que una calada. Un accidente automovilístico, un disparo en la cabeza, una intoxicación por el veneno más mortífero, una caída desde lo más alto de un precipicio, un fallo de paracaídas... El catálogo de accidentes es amplio. Cada día de media mueren ciento cincuenta y cinco mil personas, significa que estadísticamente mueren una coma siete personas al segundo, eso quiere decir que acaba de morir alguien.

Mientras fumo me muevo por la zona.

En la esquina hay un vagabundo pidiendo limosna. Me entretengo estudiando lo que es un hombre honesto de la calle, nada que implica mafias o cabrones que se hacen pasar por desahuciados para robar la cartera de algún distraído.

La suciedad incrustada en las uñas mordidas manifiestan la falta de una ducha y un apetito latente. Los huesos están a la vista y tiene el estómago hinchado, un síntoma más de la escasez de alimentos. También se le marcan las ojeras y moquea. Una mala noche.

Finalizo el cigarro antes de lo previsto y me agacho, quedando a la altura del señor que mantiene la mirada perdida.

Inspecciona el recipiente; un par de monedas y un chicle masticado por algún gusano.

El Club de los Pecados. Pereza.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora