Hacía poco había dejado de llover y las gotas provocan un brillo de pequeños arcoíris en el vidrio junto a Zoro. Llevaba un buen rato pensando respecto a que dibujar para su nota final en arte espontáneo y eso hacía que se quedara pegado mirando afuera sin tener una idea clara sobre qué hacer, estaba bloqueado no estaba siendo para nada espontáneo. Además, debía sumarle a que en realidad no encontraba algo que considerara lo suficientemente hermoso o interesante para plasmarlo en el papel.
Había pensado que quizás podría dejar esta tarea para el futuro e ir al bar a reunirse con sus amigos a beber algo. No le parecía tan descabellado, llevaba horas en el taller y aun no se le venía ninguna imagen a la mente, además un día así, donde apenas unos pocos afortunados eran tocados por los rayos del sol no ayudaban mucho.
Suspiró y apoyó la cabeza contra el vidrio y decidió meditar unos minutos más. Algo tenía que venir a su cabeza, cualquier cosa que le emocionara lo suficiente.
Pasaron uno o dos minutos y exhaló. No había nada o eso creyó hasta que vio a cierto chico sentado en una de las bancas junto a los jardines fuera del edificio.
Lo primero que Zoro pensó fue que este chico debía ser un estudiante de intercambio, alguien nuevo en el campus, pues era rubio y no tenía para nada la apariencia de alguien del lugar. Lo siguiente que se le ocurrió fue que quizás como él pasaba más tiempo ocupado con sus cosas y cerrado a un grupo específico de personas es que nunca le había visto.
No pudo evitar lamentarse de no verlo antes.
Aquel chico de cabello rubio y ojos azules revisaba una pequeña libreta de tapa amarilla con atención, sostenía un lápiz torpemente entre sus dedos, lo mordía y de vez en cuando hacía pequeñas anotaciones al parecer importantes, porque cada tanto se detenía y observaba nuevamente, tardando en pasar página.
Las manos de Zoro se movieron en automático a tomar el pedazo de carboncillo y comenzar a traspasar aquella imagen. Garabateaba sin temblar mientras dirigía cada cierto rato sus ojos hacia el chico. Se sentía emocionado, hacía mucho que no había mariposas en su estómago saltando de esa manera, con ese calor en las mejillas en un día tan húmedo con un descubrimiento, como si de un tesoro se tratase. El peliverde se dio cuenta de que quería que el tiempo se detuviera para poder observar esa imagen por siempre, aunque tuviera que ser de lejos.
Pero de pronto una chica de cabello acaramelado de detuvo frente al rubio, notó como comenzaban a hablar animadamente, ambos sonreían y la chica pareció indicarle algo por el sendero del húmedo campus, mientras el chico comenzaba a guardar la libreta amarilla en su mochila y se levantaba para seguirla.
Continuaban hablando mientras empezaban a alejarse de la banca.
Zoro se levantó en automático aún con el delantal puesto y el carboncillo en la mano, agarró con torpeza el lienzo y lo puso boca abajo junto a otros que amontonaba en un rincón y salió corriendo en dirección al jardín delantero.
Usó todas sus energías del día en llegar allí antes de que el rubio desapareciera por completo de su vista. No tenía pensado que sería lo que haría pero, sí sabía que no podía por ningún motivo dejar que se fuera, sería como si el aire se le escapara entre las manos. Pero al llegar afuera, la pareja se había ido y otra vez había comenzado a llover intensamente.
Zoro se quedó mirando en dirección al sendero mientras la lluvia lo empapaba , visiblemente decepcionado de haber perdido aquella brillante sonrisa de vista y mirada azul intensa, una imagen hermosa que ahora solo estaba en su memoria.
Se obligó a sí mismo a conservar aquella perfecta imagen para que no se desvaneciera. Sus ojos se movieron hacia la banca vacía, era como si alguien hubiera pasado una goma de borrar por encima de un cuadro hermoso, la silueta del despreocupado rubio aun parecía haber quedado estampada en el aire húmedo desdibujado por la lluvia.
𑁋¡Oi! ¡Zoro!
Una voz conocida lo sacó de su ensimismamiento, obligándolo a voltear. Un chico de cabello negro y sonrisa contagiosa movía sus manos desde el pórtico del edificio de la facultad de artes, le hacia señales para ser notado por el. Vestía una camiseta roja y unos pantalones azul jeans a juego con unas sandalias.
Zoro se dio cuenta de que estaba sin aliento y solo entonces se permitió respirar apropiadamente, durante todos esos minutos en que buscó y buscó con la vista a aquel chico era como si todo en él hubiera quedado suspendido, de pronto toda su existencia se había basado en encontrarse de nuevo con aquel chico.
El peliverde movió su mano de regreso como un mensaje silencioso de que estaba allí.
𑁋¡Vente al bar con nosotros! 𑁋 exclamó el pelinegro lleno de emoción.
Zoro asintió y caminó de regreso al edificio, no se negaría a un par de tragos de media tarde para ahogar el pequeño dolor en su corazón por haber perdido de vista a aquel chico. Mientras se alejaba, dio un último vistazo solo por si tenía bastante suerte de ver otra vez al muchacho.
Lo único visible era el agua golpeando fuertemente contra aquella banca vacía otra vez.
~∆~
El chico rubio se despidió de su amiga con una sonrisa mientras ella subía a un taxi en la parada de buses. Movió su mano mientras el automóvil se alejaba haciendo retumbar las gotas ya caídas en el pavimento. En cuanto se alejó sacó del bolsillo de su pantalón una cajetilla de cigarrillos, le dio un golpecito suave en la parte de abajo y tomó uno, llevándoselo a la boca con maestría; solo necesitó de un movimiento para sacar y encender el mechero, mientras el humo y el olor a tabaco le llenaban los pulmones.
Tomó una pequeña calada y luego de mantener el sabor de aquel pequeño objeto en su boca, lo dejó salir con toda tranquilidad. Aquel muchacho miró como la lluvia caía y deseó por un momento tener un paraguas, ya que aún le quedaba un largo recorrido a casa.
Sus ojos se abrieron de par en par recordando algo sumamente importante que lo hizo dejar caer el apenas recién encendido cigarrillo y mirar rápidamente su reloj de pulsera, había olvidado por completo que no podía irse a casa aún. Tenía trabajo.
Sin dudarlo dos veces, tomó su mochila y la uso para cubrirse de la lluvia corriendo fuera de su único refugio del frío de la lluvia. Como nunca el joven de cabello rubio y ojos azules corrió con todas sus fuerzas doblando y subiendo calles arriba hasta un pequeño restaurante. Se detuvo un momento a recuperar el aire y no pudo contener el impulso de empezar a toser tan fuerte que de inmediato le dolieron las costillas.
Se dijo a sí mismo que no era algo a lo que tenía que hacer caso en ese momento.
Inhaló y exhaló para calmar su respiración mientras la lluvia lo empapaba y su mochila ya no le ayudaba, una vez recuperado el aliento entró en el pequeño local. Había ya muchos comensales, la mayoría personas que habían salido hacía poco de sus trabajos y ancianos que bebían té tranquilamente. Muchas caras ya las conocía, eran clientes habituales y le hacían tener ese sentimiento de familiaridad que tanto le había costado encontrar desde que había llegado a vivir a aquella ciudad.
El muchacho cruzó por detrás de la barra entrando en una pequeña habitación donde había un estante con uniformes, comenzó a buscar el suyo rápidamente, mientras un hombre grande y calvo con una especie de cuerda amarrada a la cabeza se asomaba a verle con mala cara mientras sostenía un cuchillo de picar, su uniforme azul y su aspecto de ex-convicto habría intimidado a cualquiera.
𑁋¡Llegas tarde otra vez Sanji𑁋gruñó el sujeto.
Sanji lo miro a los ojos despreocupado y respondió: 𑁋 estaba en la universidad ya te explique que está lejos...
El sujeto refunfuñó mientras se cruzaba de brazos sin preocuparse del cuchillo en su mano y miraba a Sanji con una mezcla de ternura y fastidio.
𑁋Esta bien... solo ponte el estúpido uniforme y ven a ayudar a la cocina, hay mucho trabajo hoy.
El sujeto se marchó dando pisotones para luego hacer sonar la puerta del pequeño vestidor como un trueno. Sanji no pudo evitar sonreír mientras se amarraba el delantal de cocina y arreglaba las mangas de su camisa blanca para no ensuciarse. No podía negar que se sentía cansado pero el oír que el restaurante estaba lleno de clientes le alegraba. No ganaba mucho dinero, pero podría trabajar allí toda la vida.
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Love is in the rain
FanfictionAtención AU: Durante un día lluvioso, en un país recién sanándose de la agitación política, un Zoro perezoso está debatiéndose entre ir a beber a un bar o intentar finalizar su proyecto de arte. Justo cuando está por darse por vencido, gracias a l...