Era jueves por la tarde y llovía como nunca. Sanji estaba de pie en la entrada de la facultad de artes observando cómo caía el aguacero esperando a que la intensidad de la lluvia bajara para dirigirse a la parada de buses. Tenía tiempo de sobra, por lo cual no estaba realmente estresado porque dejara de llover de inmediato, aunque sí se preguntaba porque siempre se dejaba el paraguas en casa, sobre todo si sabia que estaban en plena temporada de lluvias y se esperaba que continuara así al menos hasta finales de mes, para que luego empezara oficialmente el invierno.
Suspiró. Se sentía un poco tonto.
Aunque no tenía prisa realmente, si deseaba llegar al restaurante, le gustaba estar allí y mantenerse ocupado, incluso si su turno aún no empezaba y Patty le había advertido que no le pagaría por ese tiempo extra.
A Sanji no le importaba. Le gustaba cocinar más que cualquier otra cosa en el mundo.
El cocinero estiró la mano y algunas gotas de agua le mojaron la palma, luego se la miró, realmente era mucha agua, había empezado a considerar empaparse, estaba un poco aburrido de estar allí, muchos de sus compañeros simplemente se marchaban cubriéndose la cabeza con sus maletines o mochilas y corrían bajo la lluvia con apuro.
De pronto sintió una presencia junto a él.
Zoro.
— ¿Ya tienes que irte?— fue todo lo que le preguntó.
— Más o menos. — respondió Sanji.
Zoro miró la lluvia un momento, había aumentado su intensidad, miro al cocinero y notó que no tenía paraguas y el tampoco. Entonces tuvo una idea.
— Espera aquí. No te muevas.
Sanji le miró un poco confundido. Vió a Zoro regresar dentro del edificio de la facultad.
Zoro corrió por el pasillo hacia las escaleras, le costó un poco ya que los pasillos "se movían" y como nunca se maldijo por su pésima orientación incluso en un camino recto preguntándose sí realmente sería un problema de salud o una discapacidad.
Quería llegar a una de las bodegas del tercer piso, estaba seguro de que encontraría un paraguas allí, sus compañeros guardaban todo tipo de implementos para practicar dibujo, y estaba seguro que vio a alguien alguna vez usar uno en una clase.
Pero donde mierda estaba la bodega y porque no la encontraba.
Debió pasar unos veinte minutos buscando y comenzó a preocuparse de que Sanji ya se hubiera marchado cuando dio con la vieja puerta. Al entrar comenzó a mover todo tipo de objetos; partes de maniquís, cajas, ropa, juguetes y de pronto, un viejo paraguas amarillo. Lo agarró como si fuera el santo grial e increíblemente su cerebro le hizo el favor de recordar el camino a la salida.
Increíblemente y para su agrado el rubio seguía allí esperándolo.
— ¿Realmente los pasillos se mueven?— sonrió.
Zoro le sonrió de vuelta y le mostró el paraguas. El cocinero pareció un poco sorprendido, le había esperado veinte minutos con una buena razón detrás y no pudo evitar volver a sentir aquella extraña sensación en el estómago.
— Te acompaño.
El viejo paraguas amarillo destacaba entre los otros estudiantes que no llevaban uno, o sus paraguas de color negro que parecían pasar desapercibidos entre tantos otros. Sanji y Zoro caminaban lentamente bajo el mismo paraguas mientras la lluvia caía fuertemente, creando un sonido muy parecido al de las hojas de los árboles al agitarse con el viento. No se decían nada, ambos miraban al frente compartiendo ese cálido silencio.
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Love is in the rain
FanfictionAtención AU: Durante un día lluvioso, en un país recién sanándose de la agitación política, un Zoro perezoso está debatiéndose entre ir a beber a un bar o intentar finalizar su proyecto de arte. Justo cuando está por darse por vencido, gracias a l...