El nuevo galerista

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1, 2 , 3 ...

Zoro solía recostarse en el suelo de su estudio a mirar el techo, siempre se ponía a contar en su cabeza hasta el 3 y se preguntaba si llegaría al 4. 

El lugar siempre estaba inundado de dos aromas: Sake y diluyentes. Siempre estaba desordenado, Zoro nunca encendía las luces, así que al anochecer dejaba de trabajar y se sentaba junto al ventanal a beber. 

Durante esos años su forma de ser había cambiado muchísimo, ya no era la persona que se había enamorado tan profundamente de aquel chico rubio, ya no era la persona que participaba de las locas apuestas de sus amigos, rara vez sonreía y en definitiva no disfrutaba la vida.  Pensar en que la persona que más había amado estaba muerta le había secado el corazón. 

Durante esos años, Zoro había tenido muchísimos compañeros y compañeras de cama, pero en cuánto alguno de ellos manifestaba tener algún tipo de sentimiento hacia él cortaba el contacto inmediatamente, no se sentía capaz de amar a alguien y sus pensamientos se habían quedado en aquella época donde era más feliz. 

Zoro solo se dedicaba a pintar y practicar kendō, y tanto en el lienzo como en la katana volcaba todo su dolor y amargura, lo que de alguna manera le había traído fama y fortuna. Se había convertido en un pintor reconocido, alguien que todos querían conocer, al que todos querían comprar una de sus famosas pinturas para colgarlas en sus caras casas, alguien que nunca le ponía nombre a sus obras. 

Pero Zoro no quería ser reconocido, ni famoso, simplemente pintaba porque era todo lo que podía hacer. Había encontrado en Sanji la alegría y la belleza, pero también el vacío y el dolor. El horrible sentimiento de perder a alguien y saber que nunca más lo volvería a ver. 

Una sensación que generaba una terrible desesperación.

-o-

Sanji corrió a atender el teléfono, era de las primeras cosas que había conectado al meter las cajas en su nueva casa. Sabía que en cuanto llegara allí su viejo la llamaría y ahí estaba, tan puntual como siempre. 

—Viejo, ya estoy aquí. Relájate. 

— Berenjena, no puedes evitar que me preocupe ¿Recibiste todas tus mierdas? 

—Si, si está todo. ¿Cómo va el negocio? 

—Muchísima clientela. A ver cuándo vienes a ayudar. 

—Iré en cuanto tenga días libres... 

—Muy bien, no olvides llamar y si te encuentras mal, debes avisar de inmediato. 

—Ya te dije que me he sentido bien. 

—Y no fumes. 

—Si, si. 

—Muy bien, vuelvo a lo mío Berenjena. Espero que me llames para saber cómo va tu nuevo trabajo. 

Sanji sonrió y colgó el teléfono, desde que se había ido su vida había cambiado mucho, al llegar a Estados Unidos, había sido ingresado de inmediato al hospital donde le había derivado Chopper y estuvo muchísimo tiempo en tratamiento, si bien estaba mucho mejor, había muchas cosas que no podía hacer aún y tendría que continuar tomando medicamentos por el resto de su vida. 

Había terminado de estudiar diseño en la Universidad de Chicago, y había trabajado allí durante dos años y medio hasta que su abuelo decidió que quería regresar. 

Por supuesto, Sanji quiso regresar con él, quedarse habría significado tener que estar en contacto con él resto de su familia, algo que se le hacía muy difícil. 

Love is in the rainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora