Capítulo 3: Ecos de Viejas Heridas

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El silencio entre nosotras era casi insoportable. Sus palabras seguían resonando en mi mente, como una espina clavada que no podía arrancar. Habíamos empezado a hablar, pero era como si todavía estuviéramos bailando alrededor de la verdad.

Miré su mano, y aunque ya sabía lo que encontraría, no pude evitar el pequeño nudo en mi estómago al ver el anillo en su dedo. Claro que lo sabía, desde hacía mucho tiempo, pero verlo tan de cerca, tan tangible, era como recibir una bofetada en la cara. No pude evitar una sonrisa amarga.

—Entonces, ¿qué estás haciendo aquí? —pregunté de golpe, sin rodeos.

Ella pareció tensarse un poco, como si la pregunta la hubiera tomado por sorpresa, aunque sabíamos que era inevitable. Se quedó en silencio por un momento, buscando las palabras correctas. Me había preparado para esta conversación durante años, desde que supe que estaba con alguien más. Había intentado convencerme de que ya no me importaba que la existencia de ella, que me importaba una mierda lo que haria con su vida... de que lo había superado, pero ahí estaba, sentada frente a mí, y el dolor volvía con la misma intensidad de antes.

—No sé... —respondió finalmente, con un susurro que parecía tan frágil como ella en ese momento—. Sabes que no fue fácil para mí… para ninguna de las dos.

—Fácil… —repetí, dejando escapar una risa seca y amarga—. Eso ya lo sé, créeme. ¿Pero por qué estás aquí ahora, hablando de todo esto, si ya hiciste tu vida?

Sus ojos me buscaron con una mezcla de arrepentimiento y algo más que no pude identificar. Tal vez nostalgia, tal vez miedo.

—Sabía que era inevitable verte aquí —admitió—, pero no pensé que me afectaría tanto… estar cerca de ti otra vez. No vine para remover el pasado, pero cuando te vi... todos esos sentimientos regresaron, de una manera que no esperaba.

Me apoyé contra el respaldo de la silla, sintiendo la tensión en cada músculo de mi cuerpo. Esto era lo que más temía: que a pesar de saber que estaba con alguien más, esos sentimientos no desaparecieran. Me había convencido de que cuando la viera, ya no me importaría, pero era una mentira. Todavía la amaba, y el saber que no era la prioridad en su vida hacía que todo fuera aún más doloroso.

—Llevas años con ella, para ser exactos 25 años—dije, casi con desprecio, aunque sin poder ocultar el cansancio en mi voz—. ¿Por qué ahora? ¿Por qué seguir mirando atrás cuando ya decidiste seguir adelante?

Ella bajó la mirada, como si buscara una respuesta que ni siquiera ella misma sabía.

—Nunca dejé de pensar en ti —confesó, su voz temblando apenas—. Y no sé si es justo decirlo, pero... a veces me pregunto qué hubiera pasado si las cosas hubieran sido diferentes.

Me reí, una risa amarga que me sorprendió incluso a mí.

—¿Qué hubiera pasado? —repetí, incrédula—. Ya lo sabemos, ¿no? Tú tomaste tu decisión hace mucho tiempo. Y yo... —mi voz se quebró por un momento, pero me obligué a continuar—. Yo no soy alguien a quien puedas poner en pausa hasta que decidas que me echas de menos.

El silencio volvió a envolvernos, y pude ver que mis palabras la habían golpeado. Sabía que seguía luchando internamente, atrapada entre dos realidades, pero ya no podía ser parte de ese conflicto. Había esperado demasiado, y aunque mi corazón seguía latiendo con fuerza por ella, también sabía que debía protegerme.

—Lo que quiero saber —dije, enderezándome en mi asiento—, es si piensas dejar todo atrás por lo que una vez tuvimos. ¿O solo estás aquí por nostalgia?

Ella me miró, sus ojos llenos de dolor y confusión. Por un momento, parecía que iba a decir algo, pero se detuvo. En el fondo, yo ya sabía la respuesta.

—No puedo —susurró finalmente—. No puedo dejar lo que tengo ahora. No sería justo para ella... ni para mí.

Y ahí estaba. La verdad, desnuda y cruda. No había más que decir. La parte más difícil era aceptar que, aunque todavía había algo entre nosotras, no era suficiente para cambiar lo que ella había construido con otra persona.

—Lo entiendo —dije, aunque mis palabras apenas eran un murmullo—. No voy a quedarme en medio de lo que tienes ahora.

Ella asintió, y por un momento, el dolor en sus ojos reflejaba el mío.

Nos quedamos sentadas en silencio por un largo rato, sabiendo que esta conversación no iba a arreglar nada, que el pasado era algo que ya no podíamos cambiar. Pero tal vez, solo tal vez, era lo que necesitábamos para finalmente dejarlo ir.

—Es mejor así —dijo, aunque ninguna de las dos lo creyera del todo.

Asentí, sabiendo que era lo correcto, aunque mi corazón se negaba a aceptarlo. Al final, ella se levantó, y sin decir nada más, salió de la sala, dejándome con un vacío que ya conocía demasiado bien.

Me quedé allí, mirando el lugar donde había estado, y sentí las lágrimas queriendo salir. Pero no las dejé. Sabía que algún día la herida sanaría, pero hoy no sería ese día.

Había esperado cien años para encontrarla, y ahora debía aprender a vivir sin ella. Y así, una vez más, se había ido. Y yo... me quedé sola.

Dónde todo comenzó de nuevo 🌸 Colombia x Paraguay 🌸Donde viven las historias. Descúbrelo ahora