A tu lado-Sterek

8-Julia

El aire en la sala era denso, cargado de confusión, melancolía y preocupación. Esa mezcla de emociones asustaba a Claudia, porque le recordaba el día en que su madre se marchó por culpa de los malos. Lo peor fue cuando regresó, dentro de un pequeño cofre que su padre sostenía con manos temblorosas. 

Claudia, como toda niña con miedo, se escondió detrás de su protector, aferrándose a él con fuerza. No quería que su papá también se convirtiera en un cofre, el cofre ya no olía a su mamá y no la abrazaba ni le decía que la amaba.

Stiles notó cómo la niña se ocultaba detrás de él y dejó los saludos para después.

—Lydia, Ayden, ¿pueden llevar a Claudia un momento?—pidió con un gesto serio, pero su tono fue suave, como siempre que hablaba de su hija.

Lydia se inclinó para estar a la altura de Claudia.

—Ven aquí, mały, el tío Ayden y yo te llevaremos a un lugar donde venden las mejores pizzas del mundo—dijo Lydia, sonriendo con calidez.

Ayden asintió con un guiño tranquilizador.

—No te preocupes, agente rudo, la mantendremos vigilada—añadió, lanzándole una mirada cómplice a Stiles antes de guiar a la niña hacia la salida.

Cuando la puerta se cerró, Stiles suspiró y se pasó una mano por el rostro.

—Esto va a tomar tiempo—. dijo con gravedad —Así que pónganse cómodos, porque voy a ponerlos al día mientras llegan los demás—.

Se apoyó contra la mesa y comenzó su relato, sus palabras cargadas de recuerdos pesados.

—Hace años, durante una misión, la conocí—su voz se quebró levemente.

Comenzó, viendo cómo sus compañeros se acomodaban en sus sillas, curiosos por lo que iba a decir. "Ella", una palabra que llevaba mucho peso. Stiles tragó saliva antes de continuar.

—Ella fue la primera en darse cuenta de que era una chispa. Dijo que mi aura tenía un brillo verde, algo que debía ocultar o las cosas más oscuras vendrían tras de mí. Cuando escuché eso, me pareció extraño, hasta que vi sus ojos. Era una alfa.

Hizo una pausa, su mirada perdida en un pasado que solo él podía ver.

—Al principio pensé que nuestro encuentro había sido una simple coincidencia, pero al final de la misión, me contó la verdad. Su manada y ella eran agentes encubiertos de la CIA. Estaban tras un grupo que se hacía pasar por cazadores. Iban de ciudad en ciudad donde los sobrenaturales causaban problemas, prometían arreglarlo todo, pero siempre dejaban un rastro de muertos y desaparecidos. La gente, por miedo, guardaba silencio.

Stiles se detuvo por un momento, sus ojos brillando con una mezcla de tristeza y nostalgia.

—Quise contactar con ustedes—continuó—, pero ella no me dejó. Había un enlace, un hechizo hecho por su druida, que nos aislaba del mundo. Poco después, mi supervisor me asignó una misión junto a la CIA. Todo se sintió extraño desde el principio.

El silencio en la sala se hizo más pesado.

—Con el tiempo, nos hicimos amigos—. Durante las largas noches de trabajo, compartieron historias sobre sus vidas. Stiles le habló de Beacon Hills, de los lobos, de Scott, de la manada. Ella, en cambio, habló de su propia manada y de cómo había sido criada para proteger. —Le conté partes de mi vida, mientras juntos arrestamos a esos falsos cazadores. Pero su manada...—Stiles tragó saliva—. Su manada no sobrevivió. Ella quedó devastada, al borde de la ruptura. Quería retirarse, pero no podía. Eran pocos los que sabían la verdad, y necesitaban un reemplazo.

Sus dedos tamborilean nerviosos sobre la mesa.

—Lo que vino después fue un infierno. Descubrimos agentes ocultos, traidores. Algunos sabían de su condición; otros se enteraron demasiado tarde. Fue un año agotador. Yo terminé ascendiendo a jefe de la Unidad de Respuesta Internacional. Algunos me veían como un novato con suerte, pero los altos mandos lo describieron como "agente que ha demostrado capacidades extraordinarias en campos de riesgo, con experiencia en criminales internacionales y enlace entre agencias gubernamentales."—Stiles esbozó una sonrisa irónica—. Suena ridículo, lo sé, pero era lo mejor que podían hacer para justificarlo.

Se quedó en silencio, sus pensamientos claramente reviviendo los recuerdos más dolorosos.

—Pero el ascenso no trajo alivio. Pasé meses entre papeles y seleccionando agentes. Durante ese tiempo, vivimos juntos. No fue amor a primera vista ni una historia de cuento de hadas. Estábamos ebrios cuando pasó... Las circunstancias, el dolor, la desconfianza en todos los que nos rodeaban—.

Stiles miró al suelo.

—Cuando ella supo que estaba embarazada, fue como una luz en medio de la oscuridad. Ambos estábamos felices, pero había algo más. La tragedia que vivió con su manada la había vuelto desconfiada. Decidimos mantenerlo en secreto. A pesar de los años que llevaba en la CIA, el dolor la había transformado, y el miedo a perder más la perseguía constantemente—.

—El trauma la consumía. Finalmente se retiró de la agencia, diagnosticada con TEPT. Buscamos a un druida, era un anciano un tanto místico, que nos proporcionó una cadena especial, un talismán que podía ocultar a su hija del mundo sobrenatural—.

Sus ojos se endurecieron.

—Pasamos dos años tranquilos, tratando de ser la familia más normal, pero le fallé. Y como castigo perdí a Julia, maté a la madre de Claudia—. concluyó Stiles. Dos años en los que nadie vio rastros de su hija, y se volvió confiado, bajó la guardia.

Se quedó en silencio por un momento, su mente viajando hacia aquellos días en los que la única preocupación era proteger a su hija y a su pareja de las sombras que acechaban en cada esquina. Ahora, sentado frente a su manada, sabía que ese tiempo de paz había terminado. Estaba de vuelta en el juego, y tarde o temprano, tendría que enfrentar el hecho de que el secreto no podría permanecer oculto para siempre.