capitulo 12

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Atenea.

Los días se habían convertido en un torbellino de confusión. pero en su lugar, la oscuridad se cernía sobre mí como una nube pesada. Durante los últimos días, había faltado a la central, sumida en un estado delirante del que no podía escapar. Las voces en mi cabeza eran cada vez más insistentes, y las imágenes distorsionadas se mezclaban con la realidad.

Mi teléfono sonó constantemente, la mayoría de las veces era mi padre, pero no podía soportar contestar. Sabía que lo decepcionaría, y esa carga era demasiado pesada para mí. Sin embargo, cuando el teléfono vibró nuevamente, vi que era Christopher. Apreté el botón de aceptar, mi corazón latía con fuerza, pero mi mente seguía atrapada en un laberinto de incoherencias.

-¿Atenea? -su voz, siempre tan calmada y sólida, resonó a través de la línea. -¿Estás bien?

-Los caballos bailan en el tejado,- murmuré, sin pensar en las palabras que salían de mi boca. -Y las flores hablan en lenguas que no comprendo.

La risa burlesca de la locura vibraba en mi cabeza.

-Atenea, escúchame. ¿Qué está pasando? -su preocupación era palpable, incluso a través del teléfono.

-Las estrellas están robando el sol, ,-le respondí, ignorando la pregunta. -No puedo encontrar mi sombra. ¿Dónde está mi sombra, Chris?

-Voy a ir a tu casa - aspecto -Voy a verte.

Mis ojos se abrieron como platos.

-No! -grité, aunque no sabía por qué. -Las galletas de chocolate no son para gatos. ¡Cuidado con la lluvia de pescado!

Y en ese momento, colgué. La confusión me envolvió mientras me sentaba en el suelo de mi habitación. Todo parecía girar a mi alrededor, como si el mundo estuviera fuera de control.

No sé cuánto tiempo pasó antes de que escuchara golpes en la puerta. Mis manos temblaban mientras me arrastraba hasta el lugar donde creía que podría esconderme.

Me deslicé debajo de la cama, el espacio reducido me daba una sensación de seguridad. Hablaba sola, lanzando palabras al aire, tratando de darle sentido a mi locura.

-Las galletas no son para gatos... no..-.murmuré. -No tengo sombra...

De repente, la puerta se abrió con un estruendo, y vi la figura de Christopher. Mi corazón se aceleró, pero no sabía si era por miedo o alivio. Su rostro mostraba una mezcla de preocupación y sorpresa.

-Atenea, -dijo con voz firme, acercándose a mí. -¿Qué estás haciendo aquí?

Él me sacó de debajo de la cama con una mano fuerte, y la realidad se volvió aún más borrosa.

-¡Déjame! -grité, pero no tenía sentido. -No quiero jugar al escondite. ¡Los caballos son de papel!

Me acostó en la cama, y en ese momento, sentí que el mundo se desmoronaba a mi alrededor. trataba de calmarme, su voz era un eco distante.

-Atenea, todo estará bien. Estoy aquí.

-No entiendes! -le grité, incapaz de articular mis pensamientos. -Las flores están hablando y los peces vuelan. No hay tiempo, no hay tiempo!

Intenté levantarme, pero mi mente estaba tan confundida que no sabía a dónde ir. Entonces, en un arranque de frustración, lo golpeé.

-¡Déjame en paz!

El no retrocedió, pero sorprendido por mi reacción. Su mirada reflejaba una preocupación profunda, pero no podía controlar lo que decía o hacía.

-Atenea, estoy aquí.

Deseo prohibido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora