Kaede Mori estaba sola en la casa. El silencio se sentía opresivo, como si el aire mismo la aprisionara dentro de esas cuatro paredes que alguna vez fueron un hogar lleno de risas y amor. Caminaba por el salón con pasos vacilantes, y cada movimiento parecía un eco de su culpa, resonando en la vacuidad de su alma.
Todo estaba desmoronándose a su alrededor, y lo sabía. Había perdido a Hiroki. No solo físicamente, sino que había perdido su amor, su respeto, y peor aún, su humanidad.
La mente de Kaede estaba nublada, sus pensamientos erráticos, cada vez más incapaz de controlar el torrente de recuerdos que la atormentaban. Había tratado de convencerse a sí misma de que lo que había hecho era justificable, que Hiroki era débil, que se merecía ser castigado. Pero ahora, con su ausencia, la verdad la abofeteaba como un látigo desgarrando su piel.
Él no era el culpable...
Ella lo era.
Se detuvo frente al altar improvisado en el rincón del salón. El retrato de su difunto esposo, que miraba hacia ella desde un marco polvoriento, era un recordatorio constante de su caída. En un momento de furia y autodesprecio, había manchado la memoria de ese hombre, el único que alguna vez la había amado verdaderamente. Había profanado su memoria de la manera más grotesca posible, manteniendo relaciones sexuales frente a la foto de él con el bastardo de Kokujin, soltando palabras de odio y burla mientras lo insultaba a él y a su hijo.
Al caer de rodillas frente al altar no fue un acto de devoción, sino de desesperación. Las lágrimas rodaban por sus mejillas, pero no eran lágrimas de pena. Eran de culpa.
Había cometido el peor de los pecados, no solo como madre, sino como esposa. Y ahora, todo el peso de sus acciones comenzaba a aplastarla.
—Perdóname— murmuró, su voz entrecortada y rota. —No sabía lo que hacía. No sabía...— Pero la verdad era que sí lo sabía. En lo profundo de su corazón, Kaede siempre había sabido que lo que hacía estaba mal, pero la sensación de poder, la capacidad de controlar y humillar a quienes debían ser su familia, la había cegado. Ahora, cuando ese poder se le había escapado de las manos, solo quedaba el vacío.
Cada rincón de la casa le recordaba lo que había perdido. Las fotografías de Hiroki de niño, los momentos que una vez atesoraba, ahora la quemaban como si fueran brasas ardiendo. Lo había destruido, y aunque intentaba convencerse de que aún tenía tiempo de recuperarlo, la verdad era que sabía lo que estaba sucediendo.
Hiroki estaba cambiando. La última vez que lo había visto, su mirada era vacía, fría, calculadora. No era el mismo niño que ella había despreciado. Algo dentro de él había muerto, y en su lugar había nacido algo oscuro. Algo que ella misma había ayudado a crear. Sabía que ese hijo nunca volvería a ser el mismo. Y lo peor de todo era que, en el fondo, Kaede sentía que merecía todo lo que estaba por venir.
Se lo había ganado.
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Kokujin, por otro lado, caminaba con arrogancia por los pasillos de la escuela. Siempre había sido el dominante, el líder que humillaba a quien quisiera. Su poder, tanto físico como psicológico, lo había convertido en el rey de todo aquel lugar. Pero desde hacía unos días, una sensación inquietante comenzaba a carcomerlo. Hiroki, el chico que siempre había sido una víctima fácil, no era el mismo.
Se detuvo frente a su reflejo en una de las ventanas del edificio. Sus ojos, antes llenos de confianza, mostraban una ligera incertidumbre que lo enfurecía.
—¿Quién demonios se cree que es?— murmuró, apretando los puños mientras recordaba la última vez que había cruzado miradas con Hiroki.
Antes, Hiroki lo habría mirado con miedo, con sumisión. Pero ahora, sus ojos eran diferentes. No había miedo. No había rastro de la víctima que alguna vez fue. Lo que Kokujin vio en esos ojos fue algo más inquietante: un desafío. Una amenaza silenciosa. Y aunque intentaba negarlo, una parte de él sabía que algo oscuro estaba creciendo en ese chico, algo que podría destruirlo si no tomaba medidas rápidamente.
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El Titiritero del Destino
Mystery / ThrillerConsumido por la venganza, Hiroki renace como un titiritero cruel y calculador, dispuesto a someter a todos los que lo traicionaron. La historia sigue su despiadado ascenso al poder y la destrucción implacable de quienes lo cruzaron, en un mundo don...