La noche caía con un silencio profundo sobre la ciudad, y Hiroki se encontraba observando la vasta metrópolis desde la cima de un edificio. Había logrado controlar cada detalle, cada movimiento de aquellos que una vez amó y que lo traicionaron sin remordimientos. Su rostro, antes marcado por la dulzura y la ingenuidad de una juventud que ahora parecía un sueño distante, reflejaba una dureza implacable. Una sonrisa fría e insana adornaba en su rostro, sus ojos azules oscuros y afilados brillaban a través de unos anteojos con la fría determinación de alguien que había sido quemado, quebrado y forjado en la desesperación y el odio.
Este nuevo Hiroki no deseaba redención, sino el control absoluto sobre quienes lo habían herido. Esta noche marcaba el inicio de la última fase de su venganza.
Kaede, Kanako, Ayumu, Nao y Kokujin.
Sus nombres resonaban en su mente como el eco de un juramento inquebrantable. Recordaba cada detalle de la traición, cada risa burlona, cada mirada de desprecio que le dedicaron. Cada uno había contribuido a transformar al niño inocente que alguna vez fue en el maestro de marionetas que ahora controlaba sus vidas. Esta noche, ellos comenzarían a experimentar el verdadero infierno.
Primero, Ayumu. Su antigua amiga, quien había compartido sus secretos y risas en la infancia. Ella había sido una hermana para él hasta que Nao la sedujo con sus planes. La misma Nao que había manipulado a todos, provocando que Kaede, Kanako y Ayumu se entregaran a Kokujin. Ahora, Hiroki iba a pagarles con la misma moneda, pero a una escala que solo él, en su despiadado ingenio, podía concebir.
Ayumu estaba en su apartamento, inquieta y atormentada por una culpa que intentaba reprimir, aunque no podía ocultarla de sus propios pensamientos. Desde hacía semanas, Hiroki la había acosado mentalmente con mensajes anónimos y llamadas perturbadoras. A menudo, la despertaban en la madrugada, recordándole sus momentos de traición con detalles que nadie más conocía, palabras que repetían sus acciones como dagas que la atravesaban una y otra vez. Ayumu creía que había perdido la razón; las miradas acusadoras que sentía en la calle, los susurros que parecían hablarle al oído, todo parecía cobrar vida en su mente como sombras imposibles de ahuyentar.
Esa noche, su teléfono sonó. Ayumu, temblando, contestó y escuchó el silencio durante unos segundos, hasta que una voz suave y fría rompió la calma.
—Ayumu, ¿cuánto tiempo ha pasado? —la voz de Hiroki era glacial, y cada palabra parecía impregnada de una amenaza latente.
—H-Hiroki... —respondió ella, su voz ahogada por el miedo— ¿Eres tú? Yo... yo...
—¿Te has arrepentido alguna vez? —preguntó él, sin mostrar ni una pizca de empatía— ¿O aún te aferras a las mentiras que Nao te hizo creer?
Ayumu sollozó, intentando responder, pero las palabras parecían desvanecerse antes de que pudieran salir. La risa de Hiroki, baja y siniestra, resonó en su oído como una burla despiadada.
ESTÁS LEYENDO
El Titiritero del Destino
Misterio / SuspensoConsumido por la venganza, Hiroki renace como un titiritero cruel y calculador, dispuesto a someter a todos los que lo traicionaron. La historia sigue su despiadado ascenso al poder y la destrucción implacable de quienes lo cruzaron, en un mundo don...