Encerrando las flamas, extrañando al sol.

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Bueno, pues parece que Macaque Seis-Orejas estaba, en efecto, vivo.

No solamente estaba vivo, si no que también se había arrastrado hacia la antigua biblioteca bajo tierra que el Monkie Kid y su banda habían ocupado como una base de último minuto con el carcajeante lacayo de Lady Bone demon en manos. Y ahora, estaba esponjando su bufanda con una servil sonrisita mientras se preparaba para luchar contra Lady Bone Demon.

Oh, los padres de Red Son se iban a alterar cuando se enteraran de esto.

La entrada de Macaque hacia la lucha fue inesperada. El mantendría ocupado a Sun Wukong mientras el Chico de los Fideos iba tras Lady Bone Demon. Mientras, Red Son y los demás, estaban en la tarea de recuperar a la Chica Dragón. Y una vez que los tuvieran de vuelta, destruirían el robot de Lady Bone Demon, acabarían con ella también.

El plan parecía fácil a simple vista, tanto que a Red Son le pareció casi ofensivamente estúpido cuando el Chico Fideo lo propuso, pero cuando todos comenzaron a prepararse para la batalla, Red Son pudo sentir la presión encima de él.

Pero tal vez no era la presión que se mantenía encima de Red Son, si no tal vez un agujero que tapaba sus oídos y apretaba sus hombros. Había algo triste con la banda de Monkie Kid cuando la Chica Dragón no estaba al rededor. La usal electricidad en el aire no estaba, y aunque el Chico Fideo parecía entuciasta de tener a Red Son a bordo, pero en el fondo él sabía que nunca podría reemplazar esa energía.

El Chico Fideo le había insistido que la Chica Dragón por su resiliencia combinada con el entrenamiento, evitarían que el Fuego de Samadhi cayera en las manos de Lady Bone Demon. Su desdichada creencia y sus manos desnudas que enrrollaron en un puño firme fueron lo que convencieron a Red Son para pelear al lado de el Monkie Kid. Pero el carcajeante cascarón de hombre amarrado con cuerdas aún aullaba las alavanzas de su dama; predicaba que sólo era cuestión de tiempo para que el Fuego de Samadhi estuviera completamente bajo su control, y esas palabras resonaban en su cabeza más de lo que le gustaría admitir.

No ayudaba el que siguiera aturdido de batalla contra un Sun Wukong poseido. Red Son se rió bajo su aliento. Que ayuda había sido. Lady Bone Demon incluso le agradeció por prácticamente haberle entregado el mundo entero en bandeja de plata antes de golpearlo directo hacia una pared del templo. Para el momento que logró salir de los escombros, la pelea había terminado y la Chica Dragón había desaparecido. Ni siquiera pudo protegerla entonces, ¿y ahora le habían encargado la tarea de recuperarla?

Las enfermas palabras dulces de Lady Bone Demon hizo que un helado hiel se retorciera en el vacío de su estómago. La mirada azulada y fría del Rey Mono lo trajeron de vuelta debajo de la ciudad de megapolis, al puño oscilante de su padre. El hecho de que lo vencieran de un solo golpe fue una herida mortal para su orgullo, otro recordatorio de sus debilidades. Todas esas pequeñas cosas y más se convertirían en preciosos pequeños complejos si sobrevive a la batalla. Pero en este momento, no estaba pensando en nada de eso.

Por supuesto que tenía que Lady Bone Demon eliminara todo en la Tierra, que todo el esfuerzo que había puesto en ayudar a sus padres los destruiría a ellos y a el mundo al final. Pero por primera vez, sus padres no eran a quiénes temía fallar. Ahora, todo en lo que Red Son podía pensar eran cáscaras de fruta, peluches color verde sábila y carcajadas ruidosas en sus oídos. La Chica Dragón estaba ahí afuera, resistiendo todo lo que podía, y si Red Son no podía liberarla de las manos de Lady Bone Demon entonces todos sus esfuerzos habrían sido en vano. Si él le fallaba, entonces ella fallaría justo a su lado. Y él no podía permitirse fallarle.

Era terrorífico lo personal que este plan se había vuelto para él. Pero la Chica Dragón no era píldoras y duraznos robados del reino celestial. Ella era la irritante plebeya que se la pasaba el día quejándose de la meditación, la que terminaría lesionando a Red Son en cualquier otro ejercicio, la que rodearía sus hombros y lo llamaría un amigo. Claro, a Red Son nunca le había preocupado fallarle a nadie que no fueran sus padres, pero a él nunca le había importado a nadie más que a ellos. Hace mucho que había dejado de soñar que algún día lo haría.

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⏰ Última actualización: Oct 01 ⏰

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