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Una tarde, semanas después de su llegada a Portland, Yoongi decidió salir a caminar solo. Necesitaba despejar su mente. Mientras caminaba por las calles tranquilas, se dio cuenta de cuán diferente era este lugar de la vida que habían dejado atrás. No había edificios altos ni luces cegadoras; no había el rugido constante del tráfico ni la sensación de estar siempre en una carrera contra el tiempo. Aquí, todo parecía moverse más lento. Y, sin embargo, dentro de él, el caos seguía presente.

Sin previo aviso, la ansiedad lo golpeó. Su respiración se volvió entrecortada, y su pecho se apretó. El mundo a su alrededor comenzó a dar vueltas. Yoongi sabía lo que estaba sucediendo: un ataque de pánico, uno de los muchos que había estado experimentando desde que dejó las drogas. El miedo irracional de que todo volviera a desmoronarse lo inundaba.

Se apoyó contra una pared, cerrando los ojos e intentando concentrarse en su respiración. Pero el recuerdo de Los Ángeles lo asaltó. El rostro de Jimin, la forma en que su cuerpo se había desmoronado bajo el peso de las drogas, las noches interminables de autodestrucción. Podía sentir el vacío de la ciudad acechando en los rincones de su mente, susurrando que no había escapatoria.

Una lágrima cayó por su mejilla, y Yoongi se la limpió rápidamente, avergonzado. No quería volver a sentirse débil. No podía permitirse eso.

Pero en ese momento, sintió una mano cálida sobre su hombro. Al abrir los ojos, vio a Jimin parado frente a él. Sus ojos, llenos de comprensión y ternura, lo miraban fijamente. Sin decir una palabra, lo abrazó. Fue un abrazo firme, uno que decía más de lo que las palabras podían expresar. Ambos estaban luchando contra sus propios demonios, pero en ese abrazo, por un breve instante, se sintieron un poco menos solos.

—No tienes que cargar con todo tú solo. —susurró Jimin, y en su voz había una dulzura que Yoongi no había escuchado en mucho tiempo.

El proceso de sanación no fue lineal. Había días en los que Yoongi y Jimin se despertaban con algo parecido a la esperanza, cuando el peso de Los Ángeles parecía un poco más liviano. Caminaban juntos por los parques, encontraban consuelo en las pequeñas rutinas de su nueva vida. Cocinar juntos, leer en silencio, o simplemente estar uno al lado del otro sin decir nada. Eran esos momentos de quietud los que les daban la fuerza para seguir adelante.

Pero también estaban los días oscuros. Las recaídas emocionales, las noches en las que el deseo de escapar a través de las drogas volvía con fuerza. Hubo un par de veces en las que Jimin casi cedió. Salía a caminar solo, con la idea fija de encontrar una farmacia o alguna persona que le ofreciera una salida fácil, pero siempre regresaba, más roto pero decidido.

The Devotee [YM] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora