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El tiempo en Los Ángeles pasó rápido, diseminándose entre el éxito y la autodestrucción. Yoongi comenzó a sentir el peso de la ciudad. Lo que al principio era fascinación se había convertido en ansiedad. Su corazón latía con fuerza cada vez que entraba en una sala llena de ejecutivos de la música, todos expectantes, esperando que entregara algo que superará sus expectativas. Las noches se alargaban, y con ellas la presión. Al principio, usaba el alcohol para calmar los nervios, una copa antes de entrar al estudio, una más antes de una reunión. Pero no fue suficiente.

Fue Jimin quien lo introdujo en ese mundo. Yoongi no sabía en qué momento exacto todo comenzó a desmoronarse, pero las fiestas, las drogas, el sexo y el exceso se volvieron parte de su rutina. Cocaína en los baños de clubes exclusivos, pastillas que le ofrecían calma cuando su mente no dejaba de girar. Cada línea, cada trago, le daba unos minutos de tranquilidad, pero cuando el efecto pasaba, la ansiedad regresaba con más fuerza.

Jimin era su constante. Estaban juntos más noches de las que Yoongi podía contar, compartiendo no solo el placer efímero de las sustancias, sino también un tipo de soledad que los unía de formas que no entendían del todo. Cuando estaban solos, las paredes de sus corazones caían. Era en esas madrugadas que Yoongi podía ver las verdaderas cicatrices de Jimin. No solo las que la ciudad había dejado en él, sino las que llevaba desde mucho antes.

—No puedes escapar de lo que eres. —le dijo Jimin una noche, después de que ambos inhalaron líneas en la mesa de la cocina de Yoongi; su voz era baja, cargada de una tristeza que calaba profundo. —La ciudad no cambia a la gente solo te muestra quién eres realmente.

Yoongi, aun bajo los efectos de la droga, lo miró sin comprender del todo. Su pecho se sentía ligero, su mente flotando en una calma artificial, pero sabía que había verdad en las palabras de Jimin. Una verdad que no quería enfrentar.

Las noches se volvieron interminables. A menudo se encontraban en clubs donde las luces estroboscópicas transformaban el tiempo en algo intangible. Las drogas fluían, los cuerpos se mezclaban en una danza frenética de deseo y autodestrucción. Yoongi comenzó a sentir que cada vez que abría los ojos después de una de esas noches, una parte de él se había quedado atrás, perdida para siempre.

Fue también en esas noches cuando la tensión entre él y Jimin se hizo insoportable. No solo compartían las drogas; había algo más, algo que no querían nombrar. La electricidad entre ellos era palpable. Había momentos en los que se encontraban tan cerca, en los baños o en las esquinas oscuras de las fiestas, que el aire a su alrededor parecía cargarse de algo prohibido. Pero ninguno de los dos se atrevía a dar el paso. Jimin parecía atrapado en su propio infierno, y Yoongi no sabía cómo rescatarlo, o si quería ser rescatado.

Una noche, después de una fiesta particularmente salvaje, finalmente sucedió. Yoongi estaba drogado, más allá de lo que había experimentado antes, y Jimin también. Se encontraron en el sofá de un loft vacío, la música apagada hacía horas, y las luces del amanecer comenzaban a colarse por las ventanas. Estaban solos, perdidos en su propio caos. Yoongi no recordaba cómo empezó, solo que en un momento estaban uno frente al otro, y al siguiente, sus labios se habían encontrado.

El beso fue desesperado, lleno de necesidad y confusión. No había ternura, solo el crudo deseo de llenar el vacío que ambos sentían en su interior. El sabor de las drogas y el alcohol en sus bocas era un recordatorio amargo de lo que se habían convertido. Yoongi sintió cómo sus manos temblaban mientras tocaba la piel de Jimin, y, por un breve momento, todo el peso de la ciudad desapareció.

Pero la calma duró poco.

Al día siguiente, Jimin se había ido antes de que Yoongi despertara, y una sensación de pérdida lo invadió. La ansiedad volvió, esta vez más fuerte que nunca, y con ella la depresión. Las drogas ya no lo mantenían a flote como antes. Cada vez que bajaba, el vacío era más profundo, más insondable. Y Jimin, aunque seguía siendo parte de su vida, parecía más distante, más hundido en su propio dolor.

The Devotee [YM] [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora