"Fue un placer atropellarte"

42 6 2
                                    


Hubiese preferido salir corriendo del salón de clases antes que enfrentar a esa chica, pues sabía perfectamente lo que me había hecho esa noche. Creo que en ese momento yo palidecí, tal cual como si hubiese visto un fantasma, más aún cuando ella curvó sus labios intentando contener una sonrisa.

Una ligera brisa se colaba por la ventana del salón, revolviendo su cabello hasta despeinarlo. Para poder mirarme mejor, tuvo que pasarse un par de mechones detrás de la oreja y después se inclinó hacia mí, apoyando el mentón en sus manos.

—No quiero que pienses que todas las cosas que dicen de mí son ciertas —bufó, rodando sus ojos—. Aunque supongo que ya debes estar pensándolo, más con el primer encuentro que tuvimos...pero yo creo que no es para tanto.

—No, nada más me atropellaste —pronuncié con ironía.

—¡Pero fue sin intención! —trató de justificarse—. No es que mi pasión sea andar por la calle atropellando chicas guapas con mi motocicleta...o tal vez sí, pero solo contigo.

En ese instante se me olvidó hasta como respirar con normalidad. Es que en mi mente no cabía el hecho de que la chica que me atropelló ahora estuviese comportándose así conmigo, mucho menos que me hubiese llamado guapa. ¿Qué pretendía?

—Ah, entonces debería sentirme afortunada —dije con sarcasmo, ella asintió con su cabeza.

—Es una nueva forma de llamar la atención, pero no es muy común —intentó vacilar—. Obviamente deberías sentirte afortunada, no cualquiera tiene esa suerte.

—Vaya forma de llamar la atención, me encantó —bufé, negando con mi cabeza.

Ella abrió su boca para hablar, pero en ese instante nuestra profesora se encargó de obligarnos a hacer silencio con un regaño, también nos pidió que prestáramos atención. Todo el salón se volteó a observarnos sin ninguna discreción, algunos se burlaron y otros nos miraron con curiosidad.

Alex se sorprendió al verme, apenas se percataba de mi existencia, pero no nos prestó importancia. En cambio Gabriel y Alejandra palidecieron en cuanto me vieron junto a la chica, pasaron su dedo índice por el cuello y susurraron "se te quiso".

La clase siguió con normalidad, tomé algunos apuntes pero me costó muchísimo concentrarme estando al lado de la chica. Más aún cuando ella no dejaba de mirarme. Tuve que tomar ánimos para volver a dirigirle la palabra, porque en verdad había muchas cosas que no lograba comprender.

—Ya, en serio —me dirigí a ella en voz baja, para que la profesora no nos regañara de nuevo—. ¿Por qué me atropellaste?

Creo que mi pregunta le causó un poco de gracia, pero lo disimuló muy bien con un gesto serio. Yo necesitaba tener una respuesta, porque eso me daba vueltas en la cabeza constantemente. Ella se quedó en silencio varios segundos antes de responderme;

—Esa noche tuve un problema con uno de mis amigos y me subí a la moto bastante enojada para irme a mi casa —me explicó, susurrando—. Todo estaba oscuro, casi no veía nada y de pronto solo sentí el impacto contra algo.

Tragué grueso, recordando el momento en que todo se volvió negro después del golpe. Recordaba muy poco, pero sin duda había sido uno de los peores sustos de toda mi vida.

—Me asusté mucho cuando vi que se trataba de una persona y me fui como toda una cobarde —continuó hablando, con una mueca incomoda—. Pero no llegué muy lejos porque me devolví, creo que no me dio la conciencia de haberte dejado allí tirada, pero cuando llegué ya no estabas allí.

—Mis amigos me llevaron a un hospital —le conté—. No fue nada grave, solo unos raspones.

—En verdad lo lamento —intentó disculparse, parecía estar apenada—. Mi intención nunca fue atropellarte a propósito...aunque si lo pienso bien...me alegra haberlo hecho.

Después de pronunciar las últimas palabras, me lanzó una mirada llena de malicia. Yo no podía creer su descaro.

—¿¡Qué!? —le reclamé, boquiabierta y muy indignada—. ¿Por qué?

Ella se acercó bastante a mí, al punto de que nuestros rostros quedaron demasiado juntos. Casi podía sentir su respiración, el aroma a su fragancia y el olor de su cabello. Entonces se movió a mi oído, ocasionándome un cosquilleo, para después susurrarme;

—Porque sino no te hubiera conocido.

Mi respiración se detuvo en ese instante, luego de escuchar sus palabras siendo pronunciadas con ese tono de voz seductor que la caracterizaba, después jugueteó unos segundos con mi cabello y volvió a su posición, no sin antes darme una mirada cómplice y sonreír disimuladamente. Yo tragué grueso, traté de sonreír también y cuando no me vio pude soltar el aire acumulado.

Por alguna razón, esa chica me ocasionaba un montón de sensaciones en mi interior. Lo más peligroso de todo era el hecho de que ella sabía perfectamente que tenía ese efecto en mí, desde la primera vez que la vi.

—¿Cómo te llamas? —quise saber, porque me causaba muchísima curiosidad.

—¿Y para qué quieres saber mi nombre, Michelle?

La miré con total confusión, realmente asustada por el hecho de que lo supiera sin habérselo dicho antes, se me hizo raro. Sin embargo, tampoco pude ignorar el cosquilleo que se hizo presente en mi interior al escuchar mi segundo nombre siendo pronunciado por ella.

—¿Y tú cómo es que sabes el mío?

—Está escrito allí —dijo con obviedad, señalando mí cuaderno en donde se veía perfectamente mi nombre con apellidos, luego me guiñó un ojo.

—¿No me vas a decir el tuyo? —insistí una vez más, a cambio obtuve una respuesta bastante clara.

—No.

—¿Por qué?

Ella me observó con amargura, ese gesto que siempre llevaba con todo el mundo, como si todo a su alrededor le fastidiara. Después, solamente se limitó a contestarme de forma tajante;

—Porque no.

Arrugué mis cejas, un tanto confundida por ese cambio repentino de humor. Volví a mis apuntes porque ella hizo lo mismo, como si estuviera ignorándome. Por el resto de la clase no volvió a dirigirme la palabra o mirarme, entonces yo tampoco lo hice. Si algo me quedaba claro era que esa chica se comportaba un tanto extraña, me dejó un poco desconcertada el hecho de que en un instante estuviese hablando animadamente conmigo y luego pasara a ignorarme.

Cuando la campana sonó supe que la clase acabó. Me dispuse a recoger todas mis cosas para guardarlas en mi mochila y después salir del salón en busca de mi grupo de amigos. Tampoco me detuve a preguntarle algo a la chica, simplemente me alejé. Sin embargo, antes de dar un paso afuera del salón, ella me detuvo;

—¡Michelle, espera!

—¿Qué? —pregunté, arrugando mis cejas.

Tenerla frente a mí, de pie, me hizo darme cuenta de que era para nada de mi tamaño, era alta. No dejaba de parecerme intimidante y misteriosa, pero también rara con su actitud.

—Me llamo Rainelis Rosario —pronunció con detenimiento, curveando sus labios en una sonrisa—. Y fue un placer atropellarte, Alondra López.

ᴘʀᴏʜɪʙɪᴅᴏ - railoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora