"Más que una amiga"

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Ni siquiera el frío de la noche fue tan intenso como la sensación de vacío en el pecho que experimenté, los escalofríos que me recorrieron y mi corazón latiendo más rápido de lo usual. Un nudo se formó en mi garganta, nuevamente todo se vino abajo, porque tener a mi madre y mi padrastro de frente me quitaba cualquier valentía. A ellos les temía, sobre todo cuando tenían aquel semblante molesto.

—¿Dónde estabas, Alondra? —mi madre fue la primera en hablar, se veía preocupada y enojada al mismo tiempo.

Me tensé al escucharla, pero no respondí nada. Yo estaba en un completo trance, más aún cuando noté a mi padrastro más enojado de lo normal, mirándome amenazante.

—Tu madre te está haciendo una pregunta. ¡Respóndela! —la voz gruesa de Leo se manifestó en un grito que me hizo temblar en mi lugar y recordar todas las veces que me había hecho daño.

Antes de que yo pudiera decir algo, mamá volvió a hablar;

—Pensé que no podías decepcionarme más, Alondra —habló con ironía—. ¿Cómo se te ocurre escaparte de la casa? ¿¡Es que piensas que te mandas sola o qué!?

—Yo... —intenté defenderme, pero fue inútil.

Tenía claro que ella no me creería nada de lo que fuera a decirle, porque seguramente mi padrastro ya le había metido ideas en la cabeza. Mamá nunca me regañaba, hasta que llegó él. Ahora se había vuelto más fría conmigo, se dejaba llevar por todas las cosas que Leo le inventaba.

—¿Acaso no eres consciente de que irte sin avisar puede ponerte en peligro? Nos has puesto a buscarte como locos, tuve que venirme del pueblo ayer por la noche y vaya a saber Dios dónde estabas —ella alzó su tono de voz, ahí supe que en realidad estaba muy molesta. Tal vez en el fondo tenía razón—. Ya no eres una niña, Alondra. ¡Compórtate por el amor de Dios!

—Tu mamá no pudo dormir en toda la noche, esto es muy egoísta de tu parte —agregó mi padrastro, mirándome con mucha desaprobación.

Las lágrimas, inevitablemente, comenzaron a deslizarse por mis mejillas.

—Me dices ahora mismo en dónde estabas o te aseguro que...

—¡Con una amiga! —solté en medio del llanto.

Ambos compartieron miradas dudosas y guardaron silencio por varios segundos. Yo me sentía culpable y muy vulnerable. Lo que había comenzado como un día grandioso ahora terminaba de la peor forma posible. Cuando llegué a casa, después de haber estado con Rai, ellos me recibieron dispuestos a regañarme por haber desaparecido casi todo el fin de semana.

Todo mi interior se quebraba en pedazos y el dolor aumentaba porque era como revivir todos los horribles momentos que pasé el año anterior. Con mi mirada les suplicaba que no siguieran, porque no podría soportar pasar por lo mismo una vez más.

—Ni se te ocurra pensar que vas a seguir haciendo lo que te da la gana. —Leo tomó mi mentón fuertemente con sus manos y mamá no hizo nada para apartarlo de mí—. A partir de ahora no hay más salidas, ni dinero extra, tampoco verás más a esa amiga y olvídate de ir a la casa de el pato ese Alex.

Sus amenazas fueron claras, supe que el castigo iba en serio. De sentirlo tan cerca mis manos temblaban, sentía una opresión en mi interior que me indicaba que pronto acabaría llorando desconsoladamente. Cuando el regañó acabó, entré a mi habitación sintiendo como el mundo se me venía encima una vez más.

Me encerré allí, me di una ducha y cuando salí me hice un ovillo en la cama. No tenía ganas de nada, simplemente lloraba sin parar. Los recuerdos tormentosos invadían mi cabeza y se volvían insoportables.

ᴘʀᴏʜɪʙɪᴅᴏ - railoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora